Catalina Bravo tiene 34 años y una hija, pero atraviesa una situación de la que se habla muy poco, el duelo gestacional.
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Catalina, de Santiago de Chile, siempre había tenido claro que quería ser mamá, pero pasados los treinta.
La joven, se recorrió Latinoamérica por tierra y viajó por Europa a través de un crucero, donde trabajaba como fotógrafa.
Bravo obtuvo la visa Work & Holiday, que le otorgaba el permiso de un año para trabajar y vivir en Australia.
En la isla paradisiaca de Hamilton Island,(la principal de la gran Barrera del Coral australiano), conoció a su marido, el piloto Dave West, con quien tuvo a Melissa, una espabilada niña de enormes ojos verdes, que hará dos años este agosto.

Catalina, siempre había querido ser madre, pero quería pasar por las experiencias previas viajeras antes de tener hijos.
«Tenía ganas de viajar mucho por el mundo primero, juntar suficientes historias como para contarles a mis hijos y no quedar con esa sensación de que me habían quedado muchísimas cosas por hacer en mi juventud», cuenta a Nueva Mujer.
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Ella y Dave, que actualmente residen en Tasmania, pensaron tener a su segundo bebé cuando su hija ‘Mel’, cumplió el año.
«No nos planificamos pero ambos queríamos que tuviera un hermanito o hermanita, ojalá con no mucha diferencia de edad», explica.
A finales del 2019, Bravo, experimentó una pérdida del segundo bebé que estaban esperando.
«Jamás se me cruzó por la mente que algo pudiera pasar. Fue a las 6 semanas que me entró el pánico, cuando en la ecografía se podía divisar «algo» en el saco amniótico. La doctora intentó ser muy optimista y trató de convencernos de que probablemente no era nada, pero yo como madre intuí que algo no iba bien. A las 9 semanas, en la segunda ecografía, se dieron cuenta de que el corazón había dejado de latir cerca de las 7 semanas», explica en una charla con Nueva Mujer.
Catalina, agrega que su cuerpo «nunca reaccionó a la pérdida, por lo que una semana después, y justo en vísperas navideñas, tuvieron que practicarle el famoso «raspaje», lo que califica como «horrible».
«Me sentí vulnerable, muy triste y sola, porque vivimos lejos, sin familia ni los amigos de siempre, pero al mismo tiempo, me sentí muy afortunada porque ya tenía a Mel. Cuando tienes hijos, sientes que tienes que ser fuerte para ellos», detalla.
Cristina Cruz, trabajadora social y psicóloga de Barcelona, se especializó en un postgrado de Psicología perinatal tras perder a su bebé en la semana 28 de gestación.
Ella misma, asistió a terapia y a grupos de ayuda mutua para cursar su duelo y creó el proyecto Mamá No Estás Sola, donde habla abiertamente del duelo gestacional.
También es presidenta de la asociación de duelo de su ciudad , donde realiza grupos de ayuda mutua y presenciales online.
La psicóloga detalla que a partir de las pérdidas del tercer trimestre, aumentan las demandas de ayuda.
La reacción de Catalina, según la especialista es la que suelen tener las madres que experimentan pérdidas tempranas.
«La primera perdida del primer trimestre se pasa mas en soledad. La gente quiere hablar de esa maternidad feliz pero las mujeres pierden muchos bebes durante el embarazo, no es algo extraño, y la que se atreve a explicarlo ve la reacción de las demás.
La terapeuta, sostiene que «la gente empatiza más cuando son pérdidas mas avanzadas», por lo que las del primer trimestre están «peor tratadas».
Las madres que pierden a sus bebés en un avanzado proceso de gestación, suelen tener más apoyo a nivel social.
Esto es un hecho en el que Catalina coincide plenamente:
«Así como la gente no cuenta que está embarazada antes de la semana 13, también dan por hecho que es lo ‘normal’ perder a un niño antes de llegar a esa semana. Nuestra sociedad lo normaliza solo porque estadísticamente uno de cada cuatro embarazos no llegará a término, pero eso no significa que sea así», especifica.
Bravo, se animó a exponer el tema en sus redes sociales, y recibió respuesta de varias mujeres que le escribieron, contándole sus propios casos.
El que las mamás hablen de un tema tan tabú, es una gran ayuda para alguien que acaba de vivir el mismo momento.
Catalina, recuerda que cuando había pasado solo un mes desde la operación, vinieron de visita una pareja de amigos que les había presentado una de sus amigas en Chile.
«Ella estaba en el segundo trimestre de embarazo de su tercera guagua, y cuando tocamos el tema, me contó que había pasado por muchas pérdidas antes de tener a sus hijos. La encontré muy fuerte, admirable, eso me dio fuerzas», cuenta.
Eso le ocurrió a Catalina, que en abril tuvo otra pérdida, a las cuatro semanas y media, lo que científicamente se denomina como embarazo químico o aborto espontáneo.
Ahí fue cuando Bravo, comenzó a sentirse peor.
«La segunda pérdida me dejó peor que la primera, a pesar de que ocurrió mucho antes, durante la cuarta semana. Pero fue más porque varias de mis amigas quedaron embarazadas, algunas que ni siquiera querían tener más hijos y otras que incluso decidieron abortar. Esto último te hace caer en otro juego, y es que te cuestionas que por qué te pasó eso a ti, que tú si querías ser mamá», puntualiza.
La joven, añade que cuando una de sus amigas anunció su maternidad, se permitió recién ahí «sentir toda la rabia y pena que llevaba guardando por meses y estuvo llorando durante días.
«Me había convertido en una montaña rusa de emociones», narra.
Esos sentimientos de Catalina, pertenecen, en términos psicológicos a un duelo gestacional.
«Lo que pasa a nivel sesgo cognitivo es que pones tu atención en algo que también te llama la atención y te remueve, si tú has perdido un embarazo pondrás el foco en todas las embarazadas. Estás muy sensible, acabas de perder a tu bebé, a ti te conecta con tu deseo de ser madre, y al no conseguirlo, hay un sesgo de información» , asevera.
En las terapias que practica la psicóloga, trata con esos sentimientos de culpabilidad y angustia por parte de las madres, para hacerlas ver que «es normal» que atraviesen toda esa fase.
El duelo gestacional pasa por varias etapas: shock, negación, negociación, tristeza, ira y aceptación.
Cruz, trabaja con la terapia cognitiva conductual, pero también con la terapia sistématica.
Esta, es la que tiene en cuenta qué lugar ocupan los miembros de la familia en cada grupo.
La psicóloga, tiene una hija y un hijo a quienes les explicó su pérdida, para que lo afronten «con naturalidad».
Cruz, aclara que el proceso que se pasa por el duelo gestacional no pertenece a ninguna patología, es un proceso natural que necesita tiempo para sanar.
El acompañamiento picológico permite verbalizar a la mujer cómo se siente en un espacio seguro y a través de técnicas psicológicas, se trabaja con los pensamientos que generan mucho dolor y ansiedad, tratando de rebajar su intensidad.
«La diferencia es que hay muchos pensamientos que generan malestar y yo rebajo su ansiedad, es como una bola gigante que intentas limarla», describe.
Asimismo, Catalina asegura que «en un principio no quería volver a tener hijos biológicos».
Ella y Dave buscaron información para adoptar a niños mayores o convertirse en Foster Parents, que son los que se hacen cargo de los niños cuando sus padres biológicos no pueden hacerlo.
«Sentía que tenía mucho amor adentro mío que quería compartir con otros niños que lo necesitaran, pero no era tan sencillo como yo creía. Podían pasar años antes de que calificáramos para ello», revela.
El 15 de octubre, es el Día Internacional de la Muerte Gestacional y Neonatal.
Cruz, comenta que desde su asociación tiran globos en homenaje a esos bebés que no pudieron nacer, y también dan opción a los otros hijos de las madres, a que le escriban un mensaje o le hagan un dibujo.
Por su parte, Catalina, afirma que quiere creer y siente que volverá a ser madre.
«No me voy a rendir», concluye.