Al igual que los adultos los niños sufren de estrés, esto puede suceder porque el niño se siente sometido a diversas acciones desconocidas (positivos o negativos) puede sufrir del conocido y terrible estrés provocando cambios en su conducta y en la relación con su entorno.
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“El estrés existe, por consiguiente los niños pueden sufrirlo porque no solo es un estado psicológico, también está involucrado con funciones neurológicas y en general físicas”, precisó la psicóloga Yajaira Nucette.
El estrés bloquea al niño. Por eso reacciona de forma impredecible. Lo más normal es que el niño no se de cuenta de que sufre estrés y quizá sus padres tampoco.
Por eso, deben ser los padres los que estén atentos a síntomas como:
Pérdida de apetito, dolor de cabeza, dolor de estómago.
Pesadillas, alteraciones en el sueño.
Aparición repentina de enuresis cuando ya lo había superado.
Alteración del estado de ánimo: rabia, llanto, rabietas, comportamiento agresivo.
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Miedo a alejarse del adulto.
Aparición de nuevos miedos, incapacidad de concentrarse.
Regresión a comportamientos de la infancia.
Ansiedad.