Durante siglos, la historia del nacimiento de Jesús ha incluido un elemento mágico: un astro resplandeciente en lo alto del cielo que guió a los sabios de Oriente hasta Belén. Ese astro, conocido como la Estrella de Belén, despertó asombro, esperanza y misterio. Pero, ¿y si no fue una estrella como tal? ¿Y si fue un planeta o una alineación de planetas la que iluminó esa noche tan especial?
Varios estudios e investigadores lo sugieren. Por ejemplo, según un análisis difundido por la publicación de divulgación científica de National Geographic, una de las teorías más debatidas es que la Estrella de Belén podría haber sido el resultado de una conjunción planetaria.
¿Qué es una conjunción planetaria y por qué podría brillar tanto?
Una conjunción planetaria ocurre cuando dos o más planetas del sistema solar se alinean desde la perspectiva de la Tierra, es decir, parecen estar muy cerca en el cielo aunque en realidad estén a millones de kilómetros de distancia. Para un observador antiguo (sin telescopios), esa cercanía visual podía parecer un único punto extremadamente brillante.
Un candidato popular apunta a una triple conjunción de Júpiter y Saturno alrededor del año 7 a.C., en la constelación de Piscis. Otros astrónomos incluso han propuesto combinaciones más complejas, como conjunciones de Júpiter con la estrella fija Regulo, “estrella rey”, o su acercamiento a Venus, como parte de una serie de eventos celestes entre los años 3 y 2 a.C.
El resultado: un punto brillante, duradero, visible en el firmamento oriental (como indica el relato bíblico), que para los antiguos astrólogos habría significado “nacimiento de un rey justo entre los judíos”.
Más allá del mito: la ciencia invita a imaginar
Esta interpretación, que combina astronomía e historia, permite mirar la tradición con nuevos ojos. No se trata de echar abajo la narración bíblica, sino de entenderla desde otra dimensión: la de los fenómenos naturales, del asombro humano ante el cielo, de símbolos celestes que pudieron inspirar fe, viaje y esperanza.
Según algunos estudios recientes, esta conjunción tan especial habría sido extremadamente rara: un tipo de alineación cuya frecuencia podría contarse en siglos o milenios, lo que le da a la hipótesis un aire casi milagroso, pero desde la física del cosmos.
Es decir: la “estrella” que pareció inesperada, guiadora y prodigiosa, habría sido en realidad el reflejo de un evento astronómico genuino.
¿Por qué nos emociona pensar en una Estrella-planeta?
Porque nos conecta con lo humano, con la curiosidad ancestral de mirar al cielo y preguntarnos qué está ahí; con la interpretación simbólica que los antiguos daban a los astros; con la mezcla de ciencia, mito y esperanza.
Imagina: unos pastores, unos sabios, mirando hacia el este de noche y de pronto esa luz brillante… ¿qué habrán pensado? ¿Qué sueños habrán tenido?
Y ahora imagina: nosotros, casi dos mil años después, sabiendo que ese destello pudo ser una conjunción de planetas y sintiendo ese mismo asombro ante el cosmos.
Sea que creas en lo milagroso, en lo divino o en lo astronómico, esta posibilidad nos deja una enseñanza hermosa: muchas veces, los fenómenos naturales pueden ser tan extraordinarios que inspiran historias que perduran por milenios. Y desde ese cielo estrellado nos seguimos maravillando.

