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Marriott Barranquilla: la nueva joya cultural de un enclave del Caribe que resurge

El hotel refleja la sofisticación, innovación y el aprecio por el esplendor que ha hecho de la ciudad costeña una de las más atractivas del país.

Marriott Barranquilla

No hay nada más placentero- e icónico- en Barranquilla, que ver atardeceres esplendorosos. Sobre todo, frente a una piscina de agua cristalina, amplia, con música que acaricia los sentidos y con un ambiente pleno de sofisticación.

Esto y más es lo que se encuentra en el nuevo hotel Marriott Barranquilla, que rescata íconos culturales de la ciudad como las legendarias Meira del Mar o Amira de la Rosa, para ofrecer experiencias variadas, nuevos espacios de ocio y que muestran cómo la ciudad, lejos del atractivo (y las muchedumbres turísticas atosigantes) obvio de destinos playeros como Cartagena o Santa Marta, recupera su historia con el río Magdalena, otrora parte importante de la historia colombiana, y también desde su parte más entrañable: todo lo que surgió alrededor de su cultura literaria, del fútbol y desde la gastronomía, entre otras industrias culturales.

De este modo, con una arquitectura que envuelve sostenibilidad, artesanía, espacios acogedores y versátiles, el hotel de 191 habitaciones está en uno de los lugares más vibrantes de la ciudad. El huésped, desde que entra, puede apreciar un lugar donde se encuentran ricas expresiones de la cultura material de lugares como Usiacurí, que en moda ha conquistado con sus productos, o también con las mochilas e incluso con abanicos.

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Objetos provenientes del comercio justo y de premiar lo local, que también se refleja en los alimentos y en una carta internacional, pero que trae los tradicionales bollo limpio, falafels, y otros ‘fritos’ que se combinan con opciones ligeras como el salmón, o la comida rápida artesanal (hamburguesa), risotto de calabaza, o un lomo saltado, entre otras opciones para tomar en el confort de la habitación o en el espacio de ensueño del restaurante Amira, que combina el diseño caribbean chic con un amplio minimalismo.

O incluso, probar de otras maneras los desayunos que en los hoteles se hacen tan impersonales: en Meira del Mar, a través de comodísimos sofás y exquisita repostería, se puede tomar el tiempo de probar delicias solamente hechas para usted.

Por otro lado, y como dicen popularmente “en Dios están los detalles”: en las habitaciones no es necesario enredarse con la tarjeta para que todo funcione. Tampoco tiene que congelarse para pasar un rato agradable e íntimo mientras ve en pantalla grande una película de Netflix o escucha jazz (e incluso, una charla Ted ) sentado en el sofá de las espaciosas habitaciones, ya que el sensor regula automáticamente el aire para usted.

Tampoco, gracias a su estancia, contribuirá a la inmensa polución plástica, ya que con productos de excelente calidad, puestos en dispensadores que no desentonan con el ambiente de la habitación, podrá tomar lo necesario.

Ahora bien, el Marriott Barranquilla está adecuado para las experiencias de consumo que se han popularizado los últimos años. Desde catas especializadas de tragos especializados como vino y ron en una sala pensada en el universo de Gabriel García Márquez (Rum Room) , por ejemplo. O, si ya quiere disponer de un espacio de brunch en la tarde, con una variedad de platos que oscilan entre carnes asadas al instante, ceviches personalizados, una barra de postres, tabla de quesos, pizza, especialidades culinarias y experimentación con cócteles (puede crear sus propios gins y Mojitos con elementos tan especiales como la pimienta, el cardamomo o incluso la lavanda), puede hacerlo en el hotel, que abre así un nuevo espacio de ocio en una ciudad que amplía su oferta cultural, social y de ocio (y que no sólo es extensivo a sus grandes salones sociales en el segundo piso).

O que ya la tenía, pero que vuelve para mostrar que siempre ha sido un spot donde la esencia de un Caribe de antaño se reinventa para dar nuevas imágenes de contemporaneidad.

Barranquilla: una ciudad gloriosa a través de imágenes ensoñadoras

La Cueva es un lugar patrimonio cultural en Colombia, lugar mítico de borracheras, elefantes surrealistas, enclave de la intelectualidad nacional y latinoamericana. Con ese aire de historia y de realismo mágico, es un lugar perfecto para probar innovaciones de la gastronomía Caribe a través de nuevos formatos de emplatado. El cucayo, hecho bocadillo gourmet, un helado de queso, e incluso los prodigios de la comida rápida barranquillera se pueden deleitar con un conjunto de boleros exquisito en medio de los cuadros de artistas tan legendarios como ‘Figurita’ y las fotos de Gabriel García Márquez y sus amigos en sus días de gloria.

Un solo de trompeta o piano se combinan también con un Cuba Libre y con performances que recrean los episodios más icónicos de Cien Años de Soledad (incluso usted puede poner las manos sobre el hielo que se trajo a Macondo, en una recreación bastante lúdica y exacta).

De allí, en toures como el de MagdaTours puede recorrer el río Magdalena hasta el puente Pumarejo. Ver maravillas arquitectónicas del espacio público como el Caimán del Río, donde puede comer exquisiteces contemporáneas barranquilleras mientras ve los barcos pasar. Las luces de la ciudad y por supuesto, el inmenso puente Pumarejo, enclave de disputas históricas, cambios económicos y sociales de Colombia durante 5 siglos de historia. Un lugar donde entró el mundo hacia el país, donde se comunicó consigo mismo y que hoy se recupera.

¿Amor en Los Tiempos del Cólera? No seamos tan dramáticos como Florentino Ariza en un viejo vapor, buscando amores que no se le han perdido: mejor, al son del Joe o de una champeta en un barco más divertido, puede ver cómo, poco a poco, la ciudad recupera su relación con la principal arteria del país y la renueva de espacios de recreo, llenos de funcionalidad y belleza, en los que puede llevarse nuevos paisajes de una ciudad que es puro carnaval, pero también se envuelve en su propia elegancia para mostrar que es una ‘Puerta de Oro’ donde llegan cada vez más personas de todo el mundo y por supuesto, turistas nacionales, para vivir experiencias que conllevan historia, sociedad, música, cultura y un placer perenne.

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