Selva Almada siempre fue una gran lectora.
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Nacida en Entre Ríos, su apego por los libros y sus ganas de escribir fue lo que conllevó a que abandonase sus estudios de Comunicación Social y se recibiera como profesora de literatura.
La escritora, relata que había comenzado a escribir y «sentía que faltaban lecturas más ordenadas» y que en esa carrera iba a encontrar un espacio de «conocer a otra gente que escribiera o que compartiera los intereses de literatura».
Selva, afirma que desde pequeña «empezó a leer y con mucha pasión» y que piensa que «ser lectora» es algo que considera «fundamental para ser escritora.
Acá se plantea una pregunta, ¿Todos los escritores son bibliófilos?
Hemingway, era un lector incansable, según sus biógrafos, leía en cualquier parte, se metía los libros en los bolsillos y aprovechaba cualquier momento. Henry Miller, escribió una autobiografía llamada Los libros de mi vida, donde se puede deducir que ha leído miles, Virginia Woolf también publicó Horas de biblioteca, que abarca sus primeros desempeños en la crítica literaria y en el ensayo informal, o el esbozo literario hasta sus estudios sobre Melville o Dostoievski.

Almada, explica que imparte talleres literarios desde hace diez años y que a veces acuden personas que quieren escribir pero que admiten que no les gusta leer, utilizando excusas con que no quieren que la saturación de lectura les influya en su escritura.
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¿Es eso notorio en sus relatos?Almada responde que no siempre y cita a una señora mayor, empecinada en no leer y que sus escritos eran muy buenos, pero que era «la excepción en la regla».
«En general pasa todo lo contrario. La gente que no lee, enseguida te das cuenta de que tienen muchas dificultades a la hora de escribir, de armar una trama y sus personajes etc».
LAS DIFICULTADES DE SER UNA ESCRITORA AÚN NO CONSAGRADA
Selva Almada es autora de Chicas muertas, un aclamado ensayo con una extensa investigación sobre los femicidios de tres chicas: Andrea Danne, asesinada de una puñalada en el pecho mientras dormía, Sara Mundín, una joven cordobesa de entorno humilde que desapareció y María Luisa Quevedo, encontrada en un campo violada y estrangulada mientras iba a su primer trabajo. Asimismo, intercala la historia con experiencias autobiográficas.
La autora, comenzó a replantearse a escribir un ensayo de esta temática en 2008 , primeramente con el caso de Andrea, que era el que más conocía, después se enteró del asesinato de María Luisa y por último el de Sara, «Sarita», y ahí fue cuando pensó que ya con esos tres podía «armar un corpus» para trabajar.
Almada, presentó el proyecto al Fondo Nacional de las Artes y recibió una beca en 2010 para comenzar su investigación.
«Estuve investigando un año y pico, dos años, que fue lo que duró el dinero de la beca, después me quedé parada un tiempo y comencé a buscar una editorial que se interesara por el proyecto. Cuando encontré la editorial, (Penguim Random House) y la editora con la que trabajé ahí me puse con la escritura del libro, ya para esto era 2013«, relata.
Selva había publicado previamente Niños, en 2005 con la editorial de la Universidad de La Plata, pero fue en 2012 cuando se ganó a la crítica y al público con la novela El viento que arrasa.
Cuando comenzó con el proyecto de Chicas Muertas, aún no era una escritora consolidada, por lo que en el transcurso de esos años le dio tiempo a recopilar todo el material, a publicar El viento que arrasa y en 2013, Chicas muertas, que cuenta que escribió rápidamente al haber estado tantos años involucrada en el proyecto.
En esos momentos, Almada trabajaba como administrativa en un hospital y no contaba con experiencias en hacer trabajos de investigación como este.
Recuerda, cómo levantaba el teléfono y llamaba a editoriales para vender la historia, pero revela que fue difícil porque todavía no tenía «mucho para demostrar que era escritora».
La escritora, expresa su agradecimiento a los amigos y familiares de las víctimas «porque pese a que no tenía mucho para demostrar que iba a hacer un libro», ellos la creían y generalmente le ayudaron en su labor de investigadora.
La impunidad, es algo presente en estos tres crímenes.
Preguntándole a Selva si piensa que en los partes más empobrecidas es más natural que esto suceda, debido a la falta de perspectiva de género, ella afirma que «la impunidad no tiene que ver con los sectores sociales y económicos».
Menciona el femicidio de la cordobesa Nora Dalmasso, quien fue asesinada en 2006 y pasaron más de diez años sin encontrar al culpable.
«La impunidad, básicamente tiene que ver con lo que son los crímenes de género, con lo poco que vale la vida de una mujer, no con lo poco que vale la vida en general, sino con lo poco que importa la vida de la mujer. Por supuesto en esa época, y probablemente en el interior de Argentina y las provincias, las mujeres son más vulnerables en el sentido de que no llega la información, en que de repente no hay lazos de contención para que esa mujer pueda denunciar la violencia de género, donde todos se conocen y da un poco de pudor hablar de esos temas, por lo menos en esa época yo creo, espero que para gran parte de las mujeres cambió la perspectiva sobre estos temas».
Almada, recalca que los casos que ella investigó, sucedieron en los 80 cuando acababa de terminar la dictadura argentina, y que era un momento en el que que todavía los policías y el poder judicial «estaban muy contaminados» y que las chicas de las que habla, pertenecían a familias de clase media baja que no tenían ni dinero ni poder y que supone que eso «habrá pesado un poco a la hora de encontrar Justicia».
Por otro lado, resalta los avances que ha habido en el país, cuando en 2012 se sancionó la Ley de femicidio, donde se nombraba como una figura legal.
Sin embargo, cree que todavía falta mucha perspectiva de género en la Justicia y en los medios.
«Claramente falta educación a todo nivel, en el periodismo también falta, lo que queda es muchísimo y aunque exista esa Ley de condena al femicida, muchas veces estos casos de estos femicidios se siguen juzgando con esa otra figura de homicidio agravado por el vínculo o sea, la ley está pero no se cumple. Por supuesto es importante tener una legislación pero también hacerla cumplir«, puntualiza.
En 2015, se formó el movimiento de Ni Una Menos, y desde ahí, el feminismo se ha expandido en Argentina.
«El panorama cambió muchísimo, por lo menos la gente común y corriente sabe que cuando se mata a una mujer se llama femicidio, puede parecer una tontería porque es una palabra, pero es llamar a las cosas por su nombre, yo creo que en estos cinco años se creció muchísimo y después estuvo todo el debate de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo que también fue otra vuelta de tuerca superimportante para las mujeres pero aún queda mucho por hacer».
EL VIENTO QUE ARRASA
El viento que arrasa, es una novela corta, desarrollada en el Chaco más profundo, donde un reverendo evangelista junto a su hija adolescente, Leni se detienen en un taller para arreglar su auto y comienza una discusión y debate sobre la fe, en la que el Reverendo trata de imponer sus credenciales tanto a Brauer (el propietario del negocio) como a El Gringo, uno de los trabajadores, e incluso llega a intentar captar a Tapioca, hijo de Brauer.
La fe, la necesidad de sostenerse en algo, el fanatismo, las propias creencias, son relatadas en un ambiente chaqueño árido, poco cordial, que recuerda mucho a las novelas sureñas de escritoras estadounidenses como Carson McCullers.
Selva, recuerda que en sus visitas a Chaco le había llamado la atención la cantidad de pequeñas iglesias evangelistas y protestantes.
«Es muy típico de Latinoamérica que los lugares más empobrecidos, más desprotegidos de la mano del Gobierno, digamos abandonados por el estado, que ahí se instalen estas iglesias que tienen como una mecánica que consiste en ayudar a sacar y a rescatar a los alchólicos, drogadictos, los recuperan, les dan trabajo, son como una asistencia social, y por eso creo que prenden tanto en los sitios más pobres», describe.
Almada, puntualiza que la corriente evangelista que se ha instalado mucho en Brasil y en Argentina en estos últimos años.
La autora, habla de su interés por la provincia de Chacho, que es retratada en muchas novelas.
«Fue un lugar que me impactó muchísimo y me sigue impactando cada vez que voy. Es bien distinto a todo nivel, a nivel paisaje porque ese paisaje que se describe en mis dos novelas, seco hostil, caluroso, es muy distinto a Entre Ríos que es un lugar tipo vergel con sus ríos, sus arroyos, sus árboles, sus pájaros, tiene una cosa como muy paradisíaca el paisaje y por contraste de Chacho siempre me atrajo mucho eso, como la aridez. De hecho, es una provincia relativamente nueva[…] hasta la década de los 50, además, hay todavía lugares donde queda una población de comunidades indígenas y eso también tiene su particularidad, es un lugar muy particular, con la mezcla de indios, mucha inmigración de Europa del Este, muchos criollos, es muy interesante», expone.
La literata, narra que comenzó su historia como «un padre y una hija dentro de un auto» hasta que los acontecimientos fueron fluyendo a medida que iba escribiendo, haciéndole cambiar el final.
«Yo siempre lo digo en los talleres, a veces es la escritura misma la que te va revelando hacia dónde ir, a veces, cuando tenés suerte por ahí tenés más acabada la idea antes de sentarte a escribir o te aparece más completa, pero a mí por lo general me aparece algo y es es cómo ir viendo qué, qué pasa con eso, a dónde van esos personajes, a veces no pasa nada y los relatos quedan ahí empezados con una muy buena situación inicial que no avanzó a ninguna parte y a veces sí, y obviamente hay que ser un poco insistente y seguir siempre escarbando a ver que aparece», asevera.
Este ahondamiento en la fe, tuvo un gran reconocimiento de crítica y lectores, y El viento que arrasa, fue publicada y traducida al extranjero en varias lenguas, obtuvo el Primer Libro del Festival Internacional del Libro de Edimburgo 2019, más conocido como el First Book Award de Edimburgo, y aparte fue nombrada como «la novela del año» por la revista Ñ.
LO QUE QUEDA POR LLEGAR
Selva acaba de escribir una nueva novela llamada No es un río que se publicará en septiembre.
La escritora, devela que la terminó a finales del verano, que es una obra que comenzó hace muchos años y que «la agarraba y la abandonaba por meses, hasta por años», pero había «algo de los personajes» que le atraía.
Cuando la retomó, justamente empezaron a «aparecer otras cosas que no estaban claras», y finalmente la terminó de armar.
No es un río, se publicará también por Penguim Random House y se desarrolla en Entre Ríos.
La historia transcurre en una isla del delta del Paraná, con una familia que va a pescar con el hijo de otros amigos que se murió hace años en otra excursión de pesca.
«Todo gira un poco sobre al recuerdo del amigo a este hijo que lo tienen como si fuese un hijo también, es un adolescente, y al encuentro y desencuentro con la gente del lugar, los pescadores, la gente que vive allí todo el año, un poco los conflictos pasan entre estos dos grupos», describe.
Selva creció entre libros y estudio sobre libros. Ahora, es una mujer referente en torno a ellos, debido a que siempre tuvo claro que la literatura, sería parte de su vida.
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