El perdón es poderoso: es capaz de sanar tu corazón, de levantarte y re establecer tu espíritu; de liberarte y reiniciarte. Sin embargo, se necesita mucha fuerza para perdonar a quien nos ha hecho daño y aún cuando lo logramos, no podemos perder de vista los que nos trajo hasta este punto.
Perdonar a alguien que te hirió no significa que tengas que estar en buenos términos con esa persona, ni tampoco que sea un «borrón y cuenta nueva», como si nada hubiese pasado. Porque la verdad es que a veces perdonas quien te ha lastimado y que ni siquiera lo lamenta. Por eso es que se necesita de gran fortaleza para perdonar pero nunca olvidar.
Hay personas que nunca reconocerán su culpa, o lo que hicieron, personas que ni siquiera sentirán algún remordimiento y ese puede ser uno de los perdones más difíciles de todos. No permitas que eso robe tus buenas intenciones, ni que apague tu espíritu y mucho menos que te convierta en esa misma persona sin remordimientos.
Perdona porque te ayudará a sanar. Pero nunca olvides.
No olvides lo que aprendiste al experimentar ese dolor. No te detengas en ese mal recuerdo, ni pienses demasiado en todo lo que sucedió, pero tampoco olvides cómo fue que te levantaste tras haber pasado por ello.
Guarda esos recuerdo en algún rincón de tu mente de modo que sigan presentes pero sin poder tumbarte de tristeza. Recuerda el dolor, pero también lo fuerte que eras y cómo llegaste al otro lado de ese sufrimiento. Porque las mujeres más fuertes son capaces de eso y más.
Perdona y no te arrepientas porque las mujeres más fuertes son capaces de convertir el dolor el lecciones, en advertencias, en recordatorios de lo que nunca volverán a aceptar.
Recuerda tu dolor, abraza tu fuerza y hazte a la idea de que eres digna de algo puro y bueno.
Se necesita mucha fuerza para perdonar, pero si no lo hacemos, no podemos dejarlos ir por completo, no podremos avanzar si nos aferramos a la ira y al resentimiento.