Como una medida para evitar que un nuevo tsunami como el del 2011 produzca daños materiales y en la población (la última vez hubo 19 mil muertos), el gobierno nipón ha comenzado la construcción de un gigantesco muro de 12,5 metros de altura y 400 kilómetros de largo compuesto por 440 diques, en la costa noreste del país.
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La obra que como mínimo costará US$6.800 millones, tardará al menos dos años en construirse, por lo que grupos ambientalistas ya han manifestado su oposición a la medida dado el inminente impacto que esto podría tener en el paisaje, los ecosistemas marinos y, por ende, la industria pesquera.
Por otra parte, expertos aseguran que no es la mejor solución, ya que descansar en la tecnología puede generar menos seguridad, debido a una falsa confianza.
“Hay una fe exagerada en la tecnología como solución, pese a que todo lo que hemos aprendido nos muestra que el conocimiento y la intuición de la propia gente es lo que hace la diferencia y, la tecnología, de hecho, nos hace un poco más vulnerables”, dijo Margareta Wahlstrom, directora de la Oficina de la ONU para la Reducción de Riesgos en Desastres, durante una conferencia la semana pasada en Sendai, Japón.
La localidad de Iwanuma fue una de las más afectadas por el tsunami pasado, pese a que allí ya existía un muro de 7,2 metros de alto antes del terremoto de 2011, sin embargo, igual hubo muertes y daños ya que en esa ocasión las olas alcanzaron los 14 metros de altura:
“No necesitamos que el muro sea más alto. Necesitamos que se pueda evacuar a todo el mundo“, explicó a AP el ex-alcalde de la ciudad, Tsuneaki Iguchi.
Entre los opositores al muro ha surgido la alternativa de un bosque frondoso ubicado en zonas estratégicas que mitigue la fuerza de las olas en caso de un tsunami, tal como se hizo en Chile luego del terremoto y tsunami del 2010.
Pese a la polémica, el muro continua construyéndose.