De entre los postres, podría haber muchas historias escondidas, unas que involucran rituales ancestrales, y otras que incluso se llevan muy bien con la música. Pero creo que de las historias que más curiosidad dan, son aquellas de los platillos más complejos y más pequeños, pues hasta hace poco no se contaba con la tecnología para elaborarlos fácilmente.
Entre estos postres, se encuentran los Petit Four. Su nombre, significa simplemente horno pequeño. Esto tiene que ver con que los grandes hornos de antaño tenían que ponerse a una temperatura bajísima, prácticamente apagados, para poder crear tales delicias. En Francia del siglo XIX, sólo había un tipo de horno: el de leña. Y claro, estos tardaban muchísimo en encenderse y calentarse, así como en apagarse y enfriarse.
Según el chef Revaz Jebirashvili del blog Petit Desserts:
Estos hornos no tenían perillas para regular la temperatura. De hecho, sólo tenían dos variaciones de calor: el grand four, o de temperatura más alta, que se usaba incluso para rostizar animales. El segundo era el petit four, que se lograba hasta que el fuego comenzaba a morir y la temperatura bajaba. Ése era el momento para hornear pasteles individuales y pequeños. De los que se degustan a la hora del té.
La receta fue inventada por un cocinero elegante, apodado “Careme” en Francia del siglo XVIII, aunque hasta después se les daría el nombre de “Pequeños hornos” hasta después por su método de elaboración. Según iFood, la receta tradicional de los pastelitos Petit Four lleva leche, huevos, azúcar, harina, levadura y mantequilla.
Los pastitos vienen en una gran variedad de recetas y sabores, pues se crean para cada ocasión, pero los macarrones, eclaires, etc, entran en esta categoría. ¿Cuál te animarás a preparar en San Valentín?