Si hay algo que les queda de vikingos a los habitantes de las Islas Faroe, es la fiereza con la que asesinan a las ballenas piloto en la “fiesta” de Grindadráp, un ritual que tiñe de rojo las aguas del archipiélago cada año.
Por supuesto, los cetáceos tienen sus propios defensores, y esos son los activistas de Sea Shepherd que velan o intentan salvar la vida de estos grandes mamíferos.
En 2010 los faroeses mataron 200 ejemplares en un comienzo, ni siquiera discriminando a las ballenas que estaban preñadas, en una muerte lenta y extremadamente dolorosa. Ese mismo año, las ballenas piloto asesinadas ascendieron a 1.115, un récord totalmente sangriento.
Tan solo hace 5 meses, 33 ballenas fueron masacradas, y lo peor de todo es que esta matanza fue amparada por el gobierno de Dinamarca, arrestando a 14 voluntarios de Sea Shepherd. Para entonces la policía señalaba que “los pescadores tenían derecho a trabajar sin ser molestados por personas no autorizadas”.
Evidentemente, los activistas no son vistos con buenos ojos y a pesar de que 29 de los 33 miembros de la Løgting, Asamblea Nacional, expresaran su apoyo a las medidas de prohibir el ingreso de activistas al país, el Parlamento danés manifestó que no tiene planes para ejecutar medidas sobre la legalidad de los inmigrantes.
En tanto, el capitán Paul Watson, fundador de Sea Shepherd, explicó que gracias a la exitosa campaña de la ONG para proteger a las ballenas pilotos y delfines, los políticos de las Islas Faroe han decidido detener la constante intervención de los voluntarios, sin éxito, puesto que es completamente difícil que Dinamarca vaya por el camino de la censura y la discriminación, siendo un miembro de la Unión Europea.