El fin de semana pasado tuve la oportunidad de participar por primera vez en la famosa peregrinación a Lo Vásquez. Digo peregrinación en vez de cicletada o paseo, o como lo llamen, porque originalmente, esto es una peregrinación religiosa.
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Si bien, muchos ciclistas se suman por diversas razones, los motivos más leídos y escuchados – por mí- en los últimos días, son porque como se cierra la ruta, se aprovecha para hacer la cicletada más grande de Chile.
Me gusta eso que aún se mantiene en algunos lugares de nuestro país, donde la tradición manda y nada más importa – más que cumplirle a la virgen en este caso- me acordé de cuando era adolescente e iba a la Peregrinación de los Andes con mis amigos, por lo que este evento, tuvo un sabor especial. Nunca había ido, la verdad nunca me llamó mucho la atención, hasta que este año, sin expectativas quise ir. Recordé aquellos momentos bajo el sol con los amigos de la infancia cantando y muertos de la risa. Ya no es lo mismo, mis creencias cambiaron, pero lo que no cambia, es lo mucho que me gustan las tradiciones culturales.
Partimos el sábado a las 22:30 hrs. Desde el Taller de Bicis Gritobike, que habían convocado como lugar de partida – eso es lo que me gusta del mundo cletero, convoca- Quería partir temprano para no estar “presionada” pedaleando la ruta que tanto miedo le tenía, no porque inexperiencia en pedaleos largos, si no porque no suelo ir a Viña o Valpo, no conozco el camino, además que leí un montón de posteos en facebook y twitter aludiendo a las dificultades de la ruta. No era cierto -para mí y mis compañeros- eso de las cuestas infernales y de lo difícil que sería sortearlas. La verdad es que la experiencia de pedalear todos los días de la casa a la pega y a cuanto lugar al que vamos, se manifestó y eso nos alivió mentalmente a todos. Nuestras bicis acompañaron a estos primerizos “peregrinos cleteros”.
Como partimos tan temprano, tuvimos que hacer mucho tiempo para no llegar a Valparaíso antes de que amaneciera, que era nuestro destino final, así que como nos encontramos con un amigo experto en pedaleos, nos fuimos a Curacaví, le hicimos caso a Pablo Velíz que no por nada está haciendo –sólo- la travesía: Cruce por Chile en Bicicleta. Ahí estaba todo pasando, había venta de comida, tecito, café caliente y la sonrisa de los vecinos de Curacaví que de seguro esperan con ansias esta fecha para ganar unos buenos pesos, saciando el hambre ciclista, que todos los que pedaleamos sabemos cómo es.
Nuestra idea, era llegar a Lo Vásquez en la madrugada. Calculamos mal, ya que no eran ni las 02:00 y estamos muy cerca, así que le hicimos caso a nuestro gurú y paramos un par de horas. Ahí entre completos, empanadas, café y risas imparables, hicimos tiempo para partir al Santuario y desayunar (es verdad, sólo pensábamos en comer).
Llegando a Lo Vásquez al amanecer, quedamos asombrados de la basura del camino y de la cantidad de gente que ya estaba instalada dentro y fuera de la iglesia. Luego de pasar por una feria interminable con todo tipo de cachivaches vendibles, nos pudimos sentar a comer nuevamente. A los minutos, aparece el último de nuestros amigos, que había partido solo de Santiago, como a las 02:30 de la mañana. Estábamos todos juntos, tranquilos, con mucho sueño, pero felices.
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Fui a conocer en directo aquello que para mí es una imagen ya de la cultura chilensis, las personas que hacen esas mandas llenas de histrionismo religioso. Debo reconocer que impactó bastante, creo que la fe es algo tan irracional que no podemos enjuiciarla lógicamente, la gente que cree, no lo decide, sólo cree. Es la gracia que tiene la fe. Entramos un rato a la iglesia y entre cantos y velas, no podía dejar de mirar a esos muchos hombres y mujeres arrastrándose con velas prendidas en las manos, llorando, susurrando o a esas familias completas con la guagua en brazos de rodillas, rezando asistidos por la gente de Cruz Roja, para agradecer por algún milagro que la virgen les concedió. Eso a mí me gusta, es bonito ver a la gente agradecer, de la forma que sea, si en el fondo, los latinoamericanos somos así, en términos de creencias, nuestros orígenes se hacen presentes en nuestras tradiciones, y pasan los años, y se ve cómo la mezcla entre lo originario y lo impuesto desde años, se manifiesta.
Pocos ciclistas vi en la iglesia, la mayoría pasa a descansar y comer al santuario, o bien pasan de largo, para llegar a la foto clásica de la entrada a Valpo. Todo es válido. Lo que no encuentro válido es la basura de la ruta… mientras amanecía comenzaban a aparecer a la orilla del camino. Impresionante la incapacidad de pasar “sin dejar huella”. Eso no me gustó, me dio vergüenza y rabia.
Nos sacamos la foto clásica, descansamos y partimos a Valparaíso, allá comimos de nuevo y nos fuimos a la playa a hacer hora para irnos en bus a Santiago.
Como era de esperar, el colapso en el terminar de buses fue tremendo, no había pasajes, ni voluntad –en general de parte de las empresas de buses- de llevar ciclistas, unos tuvieron suerte, otros –como nosotros- no. Así que como era obvio, buscamos la micro pirata, que son finalmente la salvación para quienes desesperadamente queremos volver a casa. Por diez mil pesos por persona, sin boleta ni garantía, nos vinimos unos veinte ciclistas en la micro con nuestras bicicletas en los asientos ya que no existía ni parrilla ni maletero. Igual lo pasamos bien. Y claro, se lamenta la nula anticipación de las grandes empresas de buses interurbanos. Eso ya es un tema que las autoridades deberían abordar. De hecho se de ciclistas que harán reclamos al Servicio Nacional del Consumidor.
Lo pasamos súper bien y la aventura no faltó, como en toda salida ciclista. Creo que muchos ya estamos acostumbrados a esas vicisitudes y eso no empaña la alegría de nuestra forma de vida. Al contrario, nos remece y nos hace actuar.
Ir a Lo Vásquez, tuvo de todo. Fue una bonita experiencia, sobre todo si vas con gente que quieres y que sabes que te acompañarán en todas. Creo eso sí, que para la próxima vez, deberíamos arrendar una cabaña o casa o camping, para no estresarnos tanto y para que la peregrinación sea sólo a Lo Vásquez, y no hasta Santiago. ¡Saludos Cicloperegrinos!