La crianza en barricas, la procedencia y el quemado son factores que influyen en el resultado final del vino. Existe una norma que indica, que cuanta más estructura tiene el vino, mayor será el resultado de la crianza.
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Con la madera se ganan aromas y sabores, pero la crianza es un método de control en la oxidación del vino y se unifican diferentes componentes para una mayor armonía en el vino.
En el blanco, el mejor método para que adquiera las características de la madera, es realizar la fermentación en roble. Por el contrario, en el tinto la mejor forma es la crianza, puesto que éstos, fermentan con los hollejos.
Existen varios tipos de robles, en los cuales nos vamos a detener para comentar algunas características de ellos.
- El roble americano suele ser maderas densas y por ello se aprovechan más. No es muy tánico, pero si muy aromático. Con dominio de la vainilla y coco.
- El roble europeo Allier es menos denso que el americano, menos tánico y menos aromático pero más complejo. Dominan los tostados y las especias.
- El roble europeo Limousin es muy tánico y poco aromático, por ello no se utiliza para la crianza de los vinos y si para los licores y aguardientes.
La mayoría de los enólogos deciden criar sus vinos, en maderas jóvenes o de segundo uso, puesto que una madera vieja tiene agotado los taninos y le cuesta pasar aromas al vino.