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Una luz de esperanza: McDonalds quiebra en Bolivia

La soberanía alimentaria consiste en mantener la dieta, mucho más saludable, de nuestros ancestros, a pesar de la arremetida capitalista de la comida chatarra, la crisis de los cultivos por la privatización de la semilla y la plantación para hacer biodisel.

Una vez fui a Buenos Aires con tres amigas, en uno de esos viajes inolvidables, y terminamos en la Radio Tribu siendo entrevistadas. Me preguntaron de dónde venía, y contesté: “Del puerto de Valparaíso, la única ciudad de Chile donde ha quebrado el McDonalds“. Ubicado en la calle Pedro Montt, no resistió los embates de los manifestantes ese 2002, y menos la dura competencia con las chorrillanas, grasoso plato local, que terminó por liquidar a la transnacional chatarrera.

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La territorialidad de nuestros gustos, el respeto a la “soberanía alimentaria” legada por nuestros ancestros, esos que crearon sabrosas recetas con los productos cosechados de sus huertos, tiran más que una yunta de bueyes, como se diría por estos lares.

Lamentablemente, una de las cosas malas de la globalización, fue querer homogenizar las identidades, incluso gastronómicas, con cadenas mundiales de comida rápida. Eso por una parte, y por otra, que la utilización de la tierra comenzó a ser destinada a la plantación de cultivos transgénicos respondiendo al modelo exportador primario, liquidando varias especies.

Por ejemplo en Chile, el choclo americano reemplazó el cultivo del choclo nacional, lo que repercutió en la preparación de humitas, pastel de choclo y porotos granados, ya que la consistencia necesaria no se obtiene con el insipido y aguachento choclo made in USA.

En Bolivia, la resistencia frente a McDonalds, fue tan fuerte, que decidió cerrar sus ocho sucursales en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, situación que dio origen al documental ¿Por qué quebró McDonald´s en Bolivia?

Cinco años trataron de adaptarse, disfrazando su sabor con aliños vernáculos y ambientación folclórica, sin embargo no obtuvo éxito a causa de sus excesivos precios, unos 25 pesos bolivianos (algo más de 3 dólares) por una aburrida hamburguesa, siendo que en locales de factura local se puede encontrar un suculento menú por 7 bolivianos, es decir, menos de un dólar.

Y eso, lo sabemos bien con el mañoso Claudio (mi hijo en ese entonces de 10 años). Como niño, la comida chatarra se le ha venido encarnando de manera cuasi fatal, pero a pesar de esto, cuando recorrimos el <em>Titicaca, </em>y la capital boliviana, se enamoró de su estupenda y deliciosa comida, reconociendo que la trucha al curry había sido la mejor del viaje.

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La multinacional ha penetrado con más o menos éxito en Sudamérica :

  1. Argentina: 192
  2. Brasil: 480
  3. Chile: 55
  4. Colombia: 97
  5. Ecuador: 19
  6. Paraguay: 7
  7. Perú: 20
  8. Uruguay: 19
  9. Venezuela: 180

Hay que recalcar que el ritual culinario proviene de una raíz antropológica, más fuerte aún donde existe una cultura tan arraigada y con un componente indígena mayoritario. La mística en uno de los actos más vitales es un verdadero tesoro que debemos cuidar como pueblo, y Bolivia en este caso, merece toda nuestra admiración por haberle torcido la mano a quienes de alguna u otra forma intentan obligar a cambiar los hábitos alimenticios de miles de millones de personas.

Fuente: El país en el que las empanadas tumbaron a McDonald’s (BBC)

 

 

 

 

 

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