
Es fome cuando una ciudad quiere preocuparse de un tema tan importante como la basura pero lamentablemente la falta de infraestructura no lo permite. Si bien la huella de carbono que puede tener una isla como Juan Fernández es mínima si se compara con la de una ciudad como Santiago (en el archipiélago no viven más de 900 personas a diferencia de la Región Metropolitana en la que residen más de 5 millones), de todas formas tiene un impacto sobre su superficie.
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Es por esto que hace alrededor de tres años que decidieron implementar un sistema por toda la isla para separar la basura entre orgánica e inorgánica y para eso pusieron más de 40 puestos a lo largo de Juan Fernández para que todos sus habitantes colaboraran con esta causa con la cual después pretendían hacer compost para la isla y compactar la basura para después mandarla de vuelta al continente.
Para esto se instalaron dos basureros en cada puesto: El verde para los desechos orgánicos y el amarillo para los no orgánicos. Lamentablemente y a raíz de un fuerte aluvión, la máquina para compactar que había en la isla quedó completamente fuera de uso luego de quedar llena de barro y sufrir desperfectos tras temporales, que sumado a la falta de recursos para iniciativas como éstas, la idea simplemente quedó en el aire.
Hoy, los basureros de colores aún están y la gente sigue separando su basura, pero lamentablemente, al final todo va a parar a un mismo lugar en la isla donde se procede a quemarse y luego a ser enterrada.
Y la verdad es que es bastante triste, porque la parte más difícil ya se hizo, que es el hecho de educar a la población a que aprenda la importancia de separar la basura y lo que significa para la isla el hacerlo, mientras que en otras localidades, como en Santiago por ejemplo, hay muchísima infraestructura para el que quiere reciclar y separar la basura, pero muchos simplemente no lo hacen porque les da lata o por pura ignorancia.