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PRMS – 100: un plan sin planificación

El plan regulador sólo busca meter más casas en espacios no integrados y de mala calidad urbana

 

POR JONÁS FIGUEROA

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Cada día queda más en evidencia que nunca se ha hecho cumplir rigurosamente el plano regulador de Santiago, que no se le hace seguimiento, y que las ordenanzas se van modificando por capricho de la autoridad de turno. La Planificación Urbana chilena necesita urgentemente centrarse en la ciudad por sobre la vivienda y esto no significa que la vivienda no sea importante, sino que así como se exige una vivienda bien construída debiera ser obligatorio hacerlo en barrios bien emplazados.

A las tradicionales “plantaciones” de casas carentes de lugar y desarraigadas de urbanidad, que es posible observar en los suburbios de cualquiera de nuestras ciudades, debemos oponer un proyecto urbano acorde con las expectativas de la población y en concordancia con los grandes desequilibrios dotacionales en salud, educación y de otra laya, que exhiben aquellos lugares donde aloja la población más pobre.

La modificación del plan regulador metropolitano de Santiago (PRMS), ya aprobado por una instancia política desconocedora y mal preparada en los principios fundamentales del urbanismo y del ordenamiento territorial del siglo XXI, debió considerarse como la oportunidad propicia para superar las limitaciones que registran los instrumentos de planificación, sustentados hasta ahora en factores y enfoques regulatorios más propios del siglos XIX y XX, que de los que hoy aconsejan las opciones de desarrollo de una ciudad dispuesta a competir con otras capitales de continente, largamente mejor equipadas y con mayores cotas de calidad funcional y ambiental.

El urbanismo viviendista, desprendido de operaciones y estrategias, siempre en pugna con los usos agrícolas del suelo, carente de facilidades y bienes urbanos, debe dar paso a una acción cuyo primer acto signifique preparar el suelo para alojar los nuevos crecimientos, previendo conflictos climáticos y de residuos nocivos dejados por los anteriores usos del suelo; junto a ello, evitando efectos malsanos sobre la salud de los nuevos habitantes.

Imagen 1: Ciudad Q. Zona norte la comuna de Quilicura, altamente sensible al desastre natural por inundación a raíz de los desbordes del Estero Las Cruces y convergencia de esteros de Colina y Lampa. Fuente: Sernageomin..

Prevenir, proyectar y programar -acciones con la P de plan y planificación- la ocupación gradual del suelo de acuerdo con las dotaciones de equipamientos y servicios, resueltas antes que llegue la vivienda, con buenas oportunidades de empleo y actividades económicas, junto con los asuntos relativos a la vialidad y los transportes, apartándose del urbanismo viviendista que tradicionalmente sólo asigna suelo para usos residenciales y deja para después o nunca los bienes de urbanización y los valores de urbanidad. Esta pésima costumbre condiciona y condena desde el principio los nuevos crecimientos, transformándolos en suburbios a medio hacer, extensos y polvorientos, sin las cualidades y atributos que se espera de los nuevos barrios del siglo XXI. Las personas que terminan viviendo ahí no saben que la mala conectividad y la lejanía de comercio y servicios los termina haciendo, a la larga, más pobres.
Esta programación de los usos del suelo y de la resolución gradual de las dotaciones, corregiría el mal endémico de nuestro urbanismo que va dejando en medio zonas sin desarrollo ni destinos, como si de un organismo espasmódico se tratase y cuyo ejemplo es el anterior plan, cuyo remanente de suelo vacío alcanza a las 7 mil hectáreas. Es decir, el 25 % del anterior plan sin desarrollo ni reconversión, dejando terrenos vacíos para la “burbuja” especulativa. A pesar de este remanente de suelo, el nuevo PRMS se funda en la expansión sin límite ni cerramiento de la ciudad, a las puertas de saltar más allá del río Maipo, lo cual es una aberración territorial.
Por ello, la propuesta de modificación de este instrumento de planificación de Santiago, recientemente aprobada por la instancia regional, es un mala decisión política fundada en las demandas que provienen de la industria inmobiliaria, siempre sedienta de suelo de bajo valor con el fin de obtener el máximo rendimiento de sus inversiones, en sectores de baja aptitud urbana, áreas altamente sensibles a las inundaciones, yacimientos de áridos y terrenos con residuos químicos de sus anteriores usos agrícolas.


Imagen 2: Ciudad Q. Plan Regulador Metropolitano de Santiago recientemente aprobado, con clasificación de suelo urbano sobre la zona inundable de la comuna de Quilicura. Fuente: Minvu.

Hay otro tema que no hemos mencionado:  las áreas verdes. La autoridad ministerial valora las áreas verdes en los discursos, pero en la práctica no representan verdaderas piezas de interés urbano en sectores con altos déficits de bienes paisajísticos, ambientales y recreativos. Estas nuevas áreas verdes propuestas no pasan de ser bandejones, franjas de protección vial y forestación de cerros, pastizales lejos de las áreas residenciales y sin ningún aporte a la calidad de vida de los habitantes, sin aporte a  las estructuras resultantes que requieren articularse con la ciudad ya construida. Sobra decir que nadie se molesta en comprobar tampoco si las especies seleccionadas para poblar esas precarias áreas verdes son compatibles con la flora y el sistema climático del valle.
Desde siempre se ha achacado al modelo de crecimiento extensivo y de baja densidad gran parte de los males ambientales y funcionales que padecen los habitantes de la urbe. Si sabemos que le hace mal a la gente ¿Cómo puede ser aceptable que se continúe por la misma senda? La autoridad se deja manejar por el lobby inmobiliario, transformando las técnicas urbanísticas y sus instrumentos en meros promotores de loteos de precarios suburbios, sin ciudad ni desarrollo.
Este PRMS 100 es un plan sin planificación, un instrumento insostenible que repetirá las viejas limitaciones de nuestro urbanismo, sin operaciones que resuelvan los añejos problemas causados por el propio plan regulador y sin las estrategias que requiere el peligroso despoblamiento de las comunas interiores colmadas de usos impropios para las áreas centrales. Con esto van transformando el desconocimiento de las dinámicas climáticas y las capacidades de acogida del suelo en un acto de lesa urbanidad que pasa con la complicidad de los interesados en la especulación fundiaria e inmobiliaria.
Después de los desastres urbanos, largamente vistos en televisión a raíz de los terremotos y tsunamis de Chile y de Japón, las operaciones urbanísticas del siglo XXI requieren más que nunca ser preventivas y estratégicas, condiciones que a la vista de las nuevas áreas urbanas, no cumple este PRMS – 100.
Jonás Figueroa Salas
Urbanista
Santiago, abril de 2011

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