Ya muchas veces se ha hablado aquí en VeoVerde sobre las ballenas, maravillosos y enormes mamíferos marinos que pasan gran parte de su vida sumergidos en las profundidades abisales.
El fin de semana pasado tuve la suerte de ver un par de cachalotes, escuchar como respiran en la superficie y aprender más sobre ellos.
Aquí en Nueva Zealanda se encuentra una de las fosas más prolíficas en vida marina del mundo, la fosa de Hikurangi. Frente a la costa de Kaikoura en la isla sur, la fosa, que llega a alcanzar más de 3 mil metros de profundidad, se eleva bruscamente. Esta geografía marina genera un espacio ideal para que especies de aguas profundas se encuentren cerca de la costa.
Varios proveedores organizan tures de avistamiento de cetáceos, y tienen una tasa de hasta 95% de éxito en avistamiento de ballenas haciendo 3 salidas al día. Y no solo ballenas visitan la costa. Tuvimos la oportunidad de ver a los gigantescos albatros volando o flotando tranquilos sobre las aguas. También juguetones delfines de Fitzroy que nunca dejaron de hacer piruetas alrededor del barco. Y las infaltables focas en todas sus etapas de desarrollo, jugando o echadas perezosas sobre las rocas.
La industria turística de avistamiento de cetáceos genera alrededor de 2 billones de dólares al año y 13 mil empleos. Los turistas no sólo disfrutan del avistamiento sino que aprenden sobre estos mamíferos marinos, ampliando así la conciencia sobre su importancia en el ecosistema.
Es totalmente plausible discutir que la ballena genera mayores ingresos como recurso turístico que alimenticio, especialmente considerando que esta industria está en constante crecimiento.
También es interesante notar que, a diferencia de la industria ballenera, este modelo de turismo involucra a las comunidades de la costa y reparte los ingresos de manera horizontal.