Hay historias que sobreviven al paso del tiempo porque no solo se recuerdan: se sienten. El Rey León es una de ellas. Desde su estreno en los años noventa, esta narrativa sobre identidad, duelo, poder y pertenencia ha acompañado a generaciones enteras, transformándose sin perder su esencia. Su éxito como una de las puestas en escena más poderosas del mundo radica en algo muy claro: logra convertir una historia animada conocida en una experiencia sensorial y emocional profundamente humana.
La versión teatral dirigida por Julie Taymor rompió las reglas del teatro tradicional al integrar máscaras africanas, títeres de tamaño natural y vestuarios artesanales que permiten ver simultáneamente al actor y al animal. A esto se suma una narrativa que desarrolla temas temas como la pérdida, la migración, la búsqueda de identidad y el ciclo de la vida. Todo acompañado por una riqueza musical que incorpora idiomas como zulú, swahili y xhosa. No por nada es el musical con mayor recaudación en la historia de Broadway.
Hoy, esa fuerza vuelve a cobrar vida en el escenario mexicano con interpretaciones que resignifican la historia.
Volver al origen para hablar del presente
En Nueva Mujer conversamos con Majo Domínguez, quien interpreta a Nala, y Carlos Quezada, encargado de dar vida a Scar, dos personajes que en esta puesta adquieren una profundidad distinta, más humana, más política, más poderosa.
“Ha sido un viaje hermoso, lleno de retos y aprendizajes. Esta es mi primera vez en un proyecto de esta magnitud y no es cualquier proyecto: es el musical número uno de Broadway, de Disney. Ha sido fabuloso poder contar esta historia que desde los años noventa ha marcado a tantas personas y que ahora cobra nueva vida en la adaptación de Julie Taymor”, contó Majo.
Para la actriz, la vigencia de esta puesta no tiene que ver con la nostalgia, sino con los temas universales que tocan fibras profundas sin importar la generación o contexto.
“Son temas con los que podemos relacionarnos sin importar la edad o de dónde vengamos: la pérdida de un ser querido, la búsqueda de la identidad, el tener que emigrar, dejar a la familia. Son temas universales que, pase el tiempo que pase, van a seguir resonando en las personas”.
— Majo Domínguez
Uno de los momentos más poderosos para ella es Tierra Gris (Shadowland), un número inexistente en la película animada y que sumó a la puesta en escena. “Es una canción muy fuerte. Habla de dejar el hogar para buscar algo mejor, aun sin saber qué va a pasar. Para mí es muy personal, porque crecí en un entorno matriarcal. Esa bendición que recibe Nala es gasolina para seguir adelante”, confesó.
Además, Majo destacó que Julie Taymor le dio una mayor perspectiva de género a la historia.
“Nala es un personaje muy emblemático, pero también representa un punto importante de cambio y se convierte en un referente. En esta puesta se le da más peso a los personajes femeninos y e eso sirve como inspiración para las niñas que vienen a ver la función, para que la vean como un referente de fortaleza, feminidad y resiliencia, y es algo que me gustaría mucho que se llevaran, especialmente las niñas y las mujeres”.
— Majo Domínguez
El villano que refleja nuestras sombras
El villano Scar, interpretado por Carlos Quezada, uno de los grandes referentes del teatro musical en México, también se transforma en esta puesta.
“Lo interesante del teatro es conectar la parte humana con el personaje. Scar no es solo maldad: es alguien roto, que busca ser aceptado y amado, pero no sabe cómo. Esa complejidad se refleja incluso en lo visual: “Mufasa es redondo, como un sol. Scar es anguloso, quebrado. Todo en él habla de fractura”.
— Carlos Quezada
Esa profundidad lo vuelve inquietantemente cercano. “Scar quiere el poder y comete actos terribles para conseguirlo. Pero si lo pensamos, eso pasa en la vida real. Es un reflejo de decisiones sociales y políticas que impactan comunidades enteras”, señala Carlos. El musical, dice, no subestima al espectador: lo invita a reflexionar.
Ambos coinciden en que detrás de la aparente ligereza del espectáculo hay una disciplina brutal: entrenamiento físico, cuidado vocal, fisioterapia y un trabajo emocional constante.
Al final, el mensaje es claro. El Rey León no es solo un espectáculo visual impresionante. Es una experiencia que habla de comunidad, memoria, amor y responsabilidad. “No por nada es el musical número uno del mundo”, concluyó Carlos. Por eso, volver a tener esta puesta en México después de una década es una fortuna irrepetible: una invitación a compartir en familia una historia que sigue tocando fibras y dejando huella.