Hay historias que llegan justo cuando las necesitamos. Especialmente esas que hablan de cierres, de balances incómodos y de decisiones postergadas. Las películas y series sobre cerrar ciclos suelen sentirse como un golpe de realidad, pero también como un abrazo: nos recuerdan que cambiar el rumbo es posible, que siempre se puede volver a empezar y que decir adiós a lo que ya no nutre también es una forma de cuidado. Los años nuevos pertenece a esa categoría.
Creada por Rodrigo Sorogoyen junto a Sara Cano y Paula Fabra, esta miniserie española de 2024 funciona como un retrato generacional del amor moderno y del paso inevitable del tiempo. Su propuesta es tan sencilla como potente: contar la historia de una pareja durante diez Nocheviejas consecutivas. Nada más. Y nada menos.
¿De qué va Los Años Nuevos?
La serie sigue a Ana (Iria del Río) y Óscar (Francesco Carril) desde que se conocen al cumplir 30 años hasta que llegan a los 40. Cada episodio transcurre únicamente durante una Nochevieja distinta, lo que convierte al cambio de año en un espejo emocional. No vemos todo lo que pasa entre uno y otro episodio, solo los momentos clave donde el pasado pesa y el futuro se vuelve pregunta.
Esa estructura es uno de los grandes aciertos de Los años nuevos. En lugar de apoyarse en giros espectaculares, la historia se construye a partir de silencios, gestos mínimos y conversaciones que parecen cotidianas, pero que cargan con años de expectativas, frustraciones y deseos que ya no coinciden.
La precariedad laboral, las mudanzas constantes, el dinero, la maternidad como duda y no como mandato, y la dificultad de imaginar un futuro estable atraviesan la relación sin necesidad de subrayados.
El amor aquí no es idealizado. Es un vínculo que avanza y retrocede al mismo tiempo, atrapado entre lo que fue y lo que ya no logra ser. La serie observa con precisión cómo el enamoramiento se transforma en convivencia, cómo la pasión convive con el desgaste y cómo el compromiso deja de ser una promesa romántica para convertirse en una negociación diaria.
El fin de año como ritual emocional
Ver Los años nuevos durante esta temporada tiene un impacto especial. Cada episodio conecta de forma directa con ese ritual tan humano del 31 de diciembre: mirar atrás, cuestionar decisiones y proyectar lo que viene.
Uno de los aprendizajes más poderosos es aceptar que el amor no es estático. La relación de Ana y Óscar demuestra que amar no siempre significa quedarse, y que a veces crecer implica soltar. La serie habla del valor de lo cotidiano, de cómo las grandes historias no se construyen solo con momentos extraordinarios, sino con pequeñas elecciones que se repiten día a día.
Presentada en el Festival de Venecia y disponible actualmente en Movistar Plus+ y MUBI, Los años nuevos no es una serie para devorar sin pensar. Es una experiencia para ver con calma, quizá en silencio, y dejar que haga su trabajo: recordarnos que cada final también puede ser un comienzo, incluso cuando duele. Porque a veces, cerrar ciclos no significa perder, sino abrir espacio para una vida más honesta.