Durante más de tres décadas, Biby Gaytán y Eduardo Capetillo han sido una de las parejas más observadas y cuestionadas del espectáculo mexicano. Su historia comenzó bajo los reflectores, creció frente a las cámaras y se consolidó lejos del ruido mediático, en una vida familiar que ambos han protegido con celo. Hoy, cuando los rumores vuelven a circular con fuerza, la pareja ha decidido hablar desde un lugar distinto: el de la memoria, la honestidad y la convicción de un amor que ha sabido resistir el juicio público.
Un flechazo que marcó el inicio de todo
Mucho antes de convertirse en sinónimo de matrimonio sólido, Biby y Eduardo fueron dos jóvenes que se encontraron en el momento exacto. Al recordar ese primer impacto, Capetillo no duda en nombrarlo como amor a primera vista. “De mi parte sí (hubo amor a primera vista), desde que la vi dije: ‘Qué mujerón’… me dejó impresionado”, confesó el actor al recordar ese instante que cambiaría su vida. Tenían poco más de 17 años y ningún plan concreto de matrimonio, pero sí una certeza emocional que con el tiempo se volvió proyecto de vida.
Ese enamoramiento creció rápido y culminó en una boda que hizo historia en la televisión mexicana. En 1994, mientras Biby estaba embarazada de su primer hijo, México entero fue testigo de su enlace. Un evento tan mediático como intenso, lleno de presión y expectativas. “Fue un evento evidentemente mediático, con mucha presión para nosotros…”, recordó Eduardo, consciente de que su historia personal se había convertido también en un espectáculo público.
Amor, familia y decisiones que incomodaron
Con los años llegaron los hijos, cinco en total, y también las preguntas incómodas. La más persistente: la pausa profesional de Biby Gaytán. Durante años, su ausencia de los escenarios alimentó la narrativa de un matrimonio desigual, donde ella habría sacrificado su carrera por imposición. Sin embargo, Biby ha sido clara al respecto y lo ha dicho sin rodeos: “La verdad es que tenemos un matrimonio completamente normal, con altas, bajas y de todo, pero nos queremos y seguimos luchando…”.
Esa normalidad, tan poco atractiva para el espectáculo, ha sido interpretada muchas veces como algo sospechoso. Eduardo ha sido etiquetado como controlador; ella, como una mujer que cedió demasiado. A esto se sumaron episodios polémicos, rumores de infidelidad y lecturas exageradas de su vida privada. Pero lejos de confrontar cada señalamiento, la pareja optó por el silencio y la distancia.
Renovar votos lejos del ruido
Quizá uno de los gestos más reveladores de su forma de amar ocurrió lejos de las cámaras. Al cumplir 25 años de casados, Biby y Eduardo decidieron renovar sus votos en privado, acompañados solo por sus hijos y su círculo más cercano. “Renovamos a los 25, pero fue algo privado en la capilla del rancho, muy bonito para nosotros y para nuestros hijos…”, compartió el actor, dejando claro que su relación no necesita validación externa.
Ese acto íntimo contrasta con la boda televisada que marcó su inicio y funciona como una metáfora de lo que han construido: una historia que empezó en público, pero aprendió a sobrevivir en lo privado.