La temporada navideña suele traer consigo momentos de brillo, tradiciones y despliegues de lujo en la agenda de la realeza británica, pero este año ha tenido un matiz especial: la reaparición de Kate Middleton en una de las galas más esperadas, luciendo un look digno de un cuento de hadas y despertando, a su vez, inquietud entre sus seguidores por su visible delgadez.
El motivo de la cita no era menor. El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, y su esposa, Elke Büdenbender, se encuentran de visita oficial en Reino Unido tras haber estado en España la semana pasada.
Para honrar su llegada, los príncipes de Gales inauguraron una jornada marcada por la diplomacia, los rituales reales y un banquete de Estado que cerró la noche con majestuosidad. Desde temprano, el rey Carlos III y la reina Camila supervisaron los preparativos del que sería el último evento de este tipo en el año, decorado con un imponente abeto de más de siete metros y miles de luces que envolvían el castillo de Windsor en un aura festiva.
A las ocho y media, hora local, los invitados hicieron su entrada en el majestuoso salón de banquetes. Pero fue la llegada de los príncipes de Gales la que acaparó titulares.
Con un elegante vestido y una gran tiara: Kate Middleton deslumbra en Windsor
Kate Middleton, una vez más, logró detener el tiempo. La princesa deslumbró con un vestido azul firmado por Jenny Packham, una de sus diseñadoras de cabecera, que la envolvió en un halo de elegancia líquida.
El diseño, de corte sirena, se ajustaba a la cintura y fluía con una naturalidad casi cinematográfica. El escote palabra de honor, sutilmente drapeado, y la espalda parcialmente descubierta aportaban un toque moderno sin perder sofisticación.
El tejido, completamente cubierto de diminutas lentejuelas, hacía que cada movimiento de Kate Middleton se transformara en destellos de luz, como si la princesa hubiese salido directamente de un baile encantado.
No tardaron en aparecer comparaciones en redes: “Parece Cenicienta en versión real”, “Nunca había estado más etérea”, “Un look perfecto para cerrar el año”, comentaban usuarios fascinados.
Pero si el vestido fue una declaración de glamour, la verdadera sorpresa vino con la tiara. Kate Middleton estrenó por primera vez la histórica tiara Oriental de Rubíes, una pieza creada en 1853 y rara vez vista en público.
Su diseño, inspirado en arcos orientales que rodean flores de loto, combina oro, diamantes y rubíes que resaltaron de forma espectacular contra el azul del vestido.
Este gesto fue leído por expertos como un guiño a la procedencia alemana del príncipe Alberto, quien diseñó la pieza en honor a la reina Victoria. A ello se sumaron pendientes tipo candelabro pertenecientes a la reina Isabel II, además de insignias reales que reafirmaban la solemnidad de la noche.
La reina Camila, por su parte, optó por la conocida “Tiara de la Abuela”, una joya con un fuerte valor sentimental en la familia real, acompañada por una gargantilla de zafiros de mediados del siglo XIX.
La delgadez de Kate Middleton generó preocupación en redes
Sin embargo, no todo fueron elogios. Muchos fans expresaron preocupación por la figura cada vez más delgada de la princesa, un tema que se ha repetido en apariciones recientes.
Si bien, su presencia fue impecable y su sonrisa constante, la conversación en redes también se movió hacia su evidente pérdida de peso.
Aun así, la noche dejó claro que Kate Middleton conserva esa mezcla de encanto, elegancia y magnetismo que convierte cada una de sus apariciones en un evento global.
En medio del revuelo por su figura, muchos recordaron que la Princesa de Gales continúa recuperándose tras los problemas de salud que enfrentó este año, un proceso que la mantuvo alejada de los reflectores durante meses.
Su regreso gradual a los compromisos reales ha sido interpretado como un poderoso mensaje de resiliencia: lejos de ocultarse, la princesa ha optado por mostrarse serena, comprometida y firme, reafirmando por qué se ha convertido en un símbolo de fortaleza e inspiración.