El esperado estreno mundial de Wicked: For Good en Singapur, que debía ser una celebración de fantasía y brillo, terminó convirtiéndose en un momento de terror para Ariana Grande. La cantante y actriz, quien da vida a Glinda en la película, fue sorprendida en plena alfombra amarilla por un hombre que corrió hacia ella y la sujetó con fuerza, sin su consentimiento, ante las cámaras y los presentes.
Las imágenes, que rápidamente se viralizaron en redes sociales, muestran cómo el individuo (identificado como Johnson Wen, conocido por irrumpir en eventos de celebridades) logró acercarse lo suficiente para tomar a Ariana por los hombros, mientras ella intentaba zafarse visiblemente asustada. Su compañera de reparto, Cynthia Erivo, reaccionó de inmediato: se interpuso entre ambos y le gritó al hombre, bloqueando su avance hasta que la seguridad intervino.
El acto de protección
Erivo, quien interpreta a Elphaba, no dudó un segundo en ponerse al frente. Su reacción fue aplaudida por miles de usuarios que destacaron su valentía y la conexión genuina que mantiene con Ariana desde que iniciaron las pruebas de Wicked. Desde entonces, ambas han compartido una amistad sólida, marcada por el apoyo mutuo y una complicidad que va más allá del set de filmación. A pesar de ello, en redes sociales surgieron comentarios minimizando la gravedad de la situación, algunos incluso calificando la reacción de Erivo como “exagerada”. Pero, ¿en qué momento se volvió exagerado defender a alguien de un ataque? Este incidente no fue una simple “interrupción de fan”, sino un acto de acoso. Un hombre irrumpió en un espacio público controlado y tocó a una mujer sin su consentimiento. Es una agresión, y debería nombrarse como tal.
No es una exageración: es acoso
Ariana Grande ya ha hablado antes sobre el impacto del trauma en su vida, recordando el atentado de Manchester en 2017, donde 22 personas perdieron la vida durante uno de sus conciertos. “No creo que alguna vez sepa cómo hablar de eso sin llorar”, dijo Ariana en su momento.
Este nuevo episodio, aunque muy distinto, evoca la vulnerabilidad a la que las figuras públicas, y en especial las mujeres, siguen expuestas. Y es que detrás de los flashes y el glamour, hay un patrón preocupante: la constante invasión a la intimidad de las artistas bajo la justificación de la “admiración”.
El problema es cuando esa admiración cruza la línea del respeto
Cuando se normaliza el acercamiento físico, el acoso o la invasión de espacio personal como parte del “precio de la fama”. Entre mujeres, nos salvamos. El gesto de Cynthia Erivo trasciende la anécdota. Representa algo mucho más profundo: el reflejo de una solidaridad femenina instintiva. En un mundo donde tantas veces se nos enseña a “no exagerar”, a “aguantar” o a “no hacerlo más grande de lo que es”, ver a una mujer interponerse entre otra y un agresor es un recordatorio poderoso: entre nosotras, nos protegemos.
En tiempos donde el acoso sigue siendo minimizado, este episodio nos recuerda que no hay gesto pequeño cuando se trata de poner límites. Que la valentía no solo está en hablar o denunciar, sino también en actuar con humanidad frente a la vulnerabilidad ajena.