Después de varios meses de actividades oficiales por separado, la princesa Leonor y la infanta Sofía volvieron a encontrarse en Gijón. El reencuentro ocurrió en plena recta final de la formación militar de la heredera al trono, a bordo del buque escuela Juan Sebastián Elcano. La cita, lejos del protocolo habitual, incluyó una cena en la tradicional sidrería Casona de Jovellanos, donde ambas compartieron momentos distendidos con compañeros de la Armada.
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Las imágenes del encuentro recorrieron rápidamente los medios y redes sociales, captando la complicidad, cariño y conexión que caracteriza a las jóvenes royals. Sin embargo, lo que debía ser una celebración familiar cargada de ternura y orgullo se vio empañada por los comentarios crueles sobre su aspecto físico.
Las hermanas Borbón reciben crueles críticas
Leonor, de 18 años luce porte y serenidad; Sofía, de 17, proyecta naturalidad y seguridad. Para muchos usuarios en redes sociales, nada de eso fue suficiente. Lo que acaparó la conversación no fue el gesto fraternal, ni la madurez de dos jóvenes que representan el futuro de la monarquía española.
“¿Qué les pasa? Se ven demacradas”, “¿Están enfermas?”, “Leonor está más rellenita, ¿no?”, “Sofía parece que no come”, se lee en redes sociales. Las comparaciones ofensivas, los juicios sobre sus cuerpos y las especulaciones sin fundamento volvieron a demostrar la presión desmedida que sufren las figuras públicas femeninas, incluso cuando apenas están saliendo de la adolescencia.
Mientras las critican, las hermanas se direccionan por buen camino
Resulta especialmente irónico que estas críticas surjan en medio de una etapa en la que Leonor, como parte de su formación militar, ha enfrentado durísimas exigencias físicas y académicas: maniobras con munición real, simulacros de combate y entrenamientos constantes durante semanas en altamar.
Sofía, por su parte, acaba de concluir otro curso en el internado UWC Atlantic College en Gales, una experiencia internacional que refuerza su preparación integral y vocación de servicio. Ambas jóvenes han demostrado estar a la altura de sus roles institucionales, y lo han hecho con discreción, esfuerzo y sin perder su cercanía natural.
Que aún así sean reducidas a un puñado de fotografías y comentarios sobre su peso, habla más del entorno que de ellas.
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Cuerpos reales, expectativas irreales
La obsesión por la imagen perfecta sigue haciendo estragos. Que incluso la familia real no esté exenta de esta vigilancia estética constante solo demuestra cuán arraigada está la cultura del juicio físico. Y peor aún: estas críticas se lanzan contra adolescentes, dejando claro que ni la educación, ni el rol institucional, ni la discreción bastan para frenar la crueldad del escrutinio digital.
Afortunadamente, Leonor y Sofía parecen tener los pies en la tierra, el respaldo de sus padres y una relación sólida entre ellas. Su presencia pública no busca impresionar por lo superficial, sino por su preparación, su entrega y su madurez.
Mientras tanto, convendría que como sociedad hagamos lo mismo: cambiar el enfoque, dejar de mirar con lupa lo que no importa, y celebrar lo que sí. Porque en un mundo que necesita referentes auténticos, lo último que deberíamos hacer es someter a dos jóvenes comprometidas a la tiranía de los filtros y las expectativas irreales.