Netflix se ha consolidado como un espacio que apuesta por series sensuales, con narrativas arriesgadas, personajes complejos y tramas que exploran los límites morales sin recurrir a lo vulgar o lo predecible. La miniserie Dilema (What/If) es un claro ejemplo de cómo el gigante del entretenimiento fusiona sensualidad y drama para atraer al espectador, manteniéndolo al borde de la incomodidad y la fascinación.
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Creada por Mike Kelley (Revenge), Dilema se adentra en terrenos delicados al explorar hasta dónde están dispuestas a llegar las personas por alcanzar el éxito y cómo una sola decisión puede alterar radicalmente el rumbo de sus vidas. En medio de este juego moral, la serie plantea un escenario que, aunque recuerda a clásicos cinematográficos como Una propuesta indecente, introduce nuevos matices sobre poder, ambición y deseo.
Una propuesta irresistible

La historia gira en torno a Lisa Donovan (Jane Levy), una joven emprendedora que lucha por mantener a flote su startup biotecnológica dedicada a salvar vidas infantiles. Sin embargo, la falta de financiamiento amenaza con destruir su proyecto. En medio de esta crisis aparece Anne Montgomery (Renée Zellweger), una enigmática y poderosa inversora que le ofrece 80 millones de dólares a cambio de una única condición: pasar una noche con el esposo de Lisa, Sean (Blake Jenner), un exbeisbolista convertido en paramédico.
Lo que podría haber sido una premisa simplista se convierte en un estudio sobre la moralidad y la ambición. ¿Qué tan lejos está dispuesta a llegar una persona por cumplir sus sueños?
Renée Zellweger: el alma de la serie

Uno de los mayores aciertos de Dilema es la elección de Renée Zellweger como Anne Montgomery. Con una interpretación fría y calculadora, la actriz logra dotar de profundidad a un personaje que fácilmente podría haber caído en la caricatura. Anne no es solo la antagonista de la historia; es la fuerza motriz que desencadena los conflictos éticos y emocionales que enfrentan los protagonistas.
Sin embargo, la serie no está exenta de fallas. El guion cae en lugares comunes y algunos diálogos buscan forzar giros dramáticos que no siempre resultan creíbles. Escenas como la de Sean cantando una balada pop mientras se desviste ejemplifican cómo ciertos momentos rozan lo absurdo, desviando la atención de la tensión principal.
Sensualidad medida y un trasfondo ético

Si bien Dilema apuesta por escenas cargadas de tensión sexual, estas no buscan ser explícitas ni caer en lo gratuito. La sensualidad se utiliza como herramienta narrativa para exponer el poder y la manipulación, sobre todo en las interacciones entre Anne y los protagonistas. La serie logra mantener un equilibrio entre lo provocador y lo elegante, ofreciendo al espectador una experiencia inmersiva sin recurrir a recursos fáciles.
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La propuesta de Dilema no radica únicamente en su trama escandalosa, sino en la reflexión sobre las implicaciones éticas detrás de las decisiones humanas. En un contexto donde el éxito empresarial y la estabilidad financiera pesan sobre la moral personal, la serie cuestiona los límites entre lo correcto y lo necesario.
¿Vale la pena verla?
Dilema no es la producción más refinada de Netflix ni la más innovadora en términos narrativos, pero cumple con el objetivo de enganchar al espectador desde el primer episodio. Su atractivo radica en la combinación de drama, suspenso y una sensualidad cuidada que no eclipsa el trasfondo ético de la historia.
Para quienes disfrutan de tramas que exploran la complejidad humana y los dilemas morales, esta miniserie representa una opción interesante dentro del catálogo de Netflix. Sin embargo, aquellos que buscan narrativas más sutiles y elaboradas podrían encontrarla predecible en ciertos momentos.