La película de Disney, Encantada, estrenada en 2007 con la participación de actores de la talla de Amy Adams y Patrick Dempsey, marcó a toda una generación con su correcta combinación de romance, comedia y drama.
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En ella, nos quedamos cautivadas con la historia de Giselle, una princesa que está a punto de contraer matrimonio cuando es desterrada por una reina malvada y termina en el Manhattan moderno donde los finales felices no son frecuentes.
Desorientada y confundida, un abogado divorciado comienza a ayudarla, haciendo surgir una historia de amor poco común, que a día de hoy sigue robando suspiros y que tiene a muchos motivados por ver la segunda parte que ya está en grabaciones.
Lecciones que nos dejó Encantada y que la hacen muy especial
Hay que vivir con una cuota de fantasía
Uno de los mayores contrastes entre ambos protagonistas es que Giselle cree en los cuentos de hadas y en la belleza de las pequeñas cosas, mientras que Robert es en exceso pragmático, desconfiado y mal humorado.
En definitiva, la princesa es un gran recordatorio que pese a que la vida se ponga cuesta arriba, hay que verla con optimismo, luchar por el verdadero amor, cumplir los sueños y apreciar a quienes nos rodean con amabilidad.
El amor real es imperfecto
Asimismo, una de las escenas más divertidas de la cinta es cuando ella descubre sus emociones humanas, como la rabia que le provoca la obstinación de Robert.
En efecto, ella pasó de querer a su príncipe encantado de cuentos a aterrizar su versión del amor y decidir estar con alguien distinto a ella, pero que la hacía feliz, incluso aunque hubiesen diferencias de vez en cuando.
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Está bien cambiar de opinión
En el mismo sentido, Giselle dejó de ver su vida en Andalasia y prefirió quedarse en la tierra al lado de su amado y la pequeña Morgan. De hecho, al final se transforma en una mujer emprendedora y propietaria de una empresa muy exitosa.
Parte de crecer y evolucionar como personas es también darse cuenta cuáles son los sitios, relaciones y caminos de vida que en realidad nos benefician y nadie debería hacernos sentir mal por nuestras decisiones de autocuidado.