A quién te llevarías a una isla desierta
Una película española que nos movió todo sobre la transición de los jóvenes a la vida adulta.
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1.- Las amistades pueden fallar
A veces creemos que todas las personas que hoy en día a están a nuestro alrededor son eternas. Que siempre estarán en nuestras vidas, y no concebimos una vida sin ellos. Pero como nos enseñó A quién te llevarías a una isla desierta, esto no siempre es así.
Algunas veces, no por maldad, fallamos como amigos o nos fallan terriblemente. Hay cosas que no se pueden borrar, pero siempre se podrá perdonar. Hay caminos que se separan, y terminas adaptándote a ello.
2.- Tampoco el amor es perfecto
Vemos algunas parejas, y no entendemos cómo puede ser tan perfectas. Nunca sabemos que hay detrás de ellas, y no es nuestro lugar juzgarlas. El amor duele en ocasiones, te falla, y te deja el corazón roto.
¿Sorpresa? Los corazones también sanan por más profunda que sea la herida. Muchas veces no tenemos esa historia heroica con la que todos soñamos, y eso está bien también. Los sueños personales son igual de importantes.
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3.- Siempre habrá caminos para seguir tus sueños
Podemos ver cómo una de las protagonistas no consigue la fama como actriz que alguna vez soñó. Pero sí la estabilidad que deseaba, y con ella logró otro camino para conseguir lo que tanto anhelaba.
Puso un teatro para que nuevos actrices y actores consigan cumplir sus metas, y ella pueda liberarse de vez en cuando. Siempre hay cabida para transformar aquello que queremos, y adaptarlo a nuestro presente.
4.- También para encontrar otros sueños
La vida adulta no es nada sencilla, ni mucho menos es como nos lo plantearon en un inicio. Es mucho más complicado, y lo que decíamos de jóvenes íbamos a lograr se transforma. A veces es mucho mejor, como le sucedió a Martha, otras simplemente es distinto.
Eso también está bien, y no tendríamos por qué torturarnos si la vida se sale de nuestro principal esquema.
5.- Algunos caminos se reencuentran
No sabes a quién te reencontraras en un futuro, y no está padre tener rencores. No importa cuánto te hayan herido, la vía más simple siempre será el perdón. Mejor quedémonos con los buenos recuerdos, y enterremos los malos.
Esto no quiere decir, de ninguna manera, que reincorpores a esas personas a tu vida nuevamente. Es tú decisión, y nadie te puede juzgar.