Espectáculos

Pellejerías de una separada: Horas de ocio. Por Leo Marcazzolo

En el pasado yo tenía múltiples formas –muchísimo más creativas– para matar el ocio.

 

PUBLICIDAD

Imagen foto_0000002220140514080020.jpg

Mientras espero el inicio de una película, comienzo a pensar en cómo administrar mi ocio. La película que veré se llama «Agosto». Sé que será de ese tipo de películas desgarradoras, que a una la dejan mal. Un poco más infeliz de lo que ya estaba. Mientras la espero, observo el deambular humano. Es fácil cuando se anda sola. La gente te cree sin opinión. Una niña le dice a su madre que quiere un Iphone. La niña no tiene más allá de ocho años. Reclama como si fuera sindicalista. La madre se lo niega con la cabeza. Tres veces seguidas se lo niega igual. Finalmente le grita que no tiene plata. La niña le dice que la fabrique. La madre le contesta que es «bipolar». La hija quiere renunciar a ser su hija. La madre quiere renunciar a ser su madre. Nada nuevo bajo el sol. La vida es altamente peligrosa.

Mirar a la gente de esa manera, es aburrido. En el pasado yo tenía múltiples formas –muchísimo más creativas– para matar el ocio. Comienzo a hacer un recuento. 1983. 8 años. Verano. Casa de mi mamá. Temperatura ambiente: 32 grados. Horas de ocio disponibles: 4. Actividad para sortearlas: bautizar chinitas. Exigencias del juego: una alta dosis de morbo, riesgo, picardía y mucha mala fe. Elementos para jugarlo: chinitas aturdidas por el calor, un bowl lleno de agua para ahogarlas y un palito de fósforo para que floten.

Lo primero es hacer un barrido general para capturar chinitas. Lo segundo es meterlas al agua y dejarlas patalear para ver cuánto resisten. Lo tercero es tirarles un palito de fósforo como salvavidas. Lo cuarto es ver si acaso son capaces de entender que el palito de fósforo es un salvavidas. Lo quinto: ver si pueden sobrevivir. Lo sexto: bautizar a las sobrevivientes con nombres tales como Wendy, Cindy o Anastasia. Hito del juego: 24 bautizos en tres horas. Enseñanza positiva: nula.

1994. 20 años. Invierno. Paseo peatonal del barrio universitario de República. Temperatura ambiente: 17 grados. Horas de ocio disponibles: 4 horas pedagógicas, equivalentes a 3 horas normales. Actividad para sortearlas: jugar con mi amiga Paty al «¿A quién descuerarías?». El juego requiere de: una alta dosis de creatividad, morbosidad y mucha mala fe. El único elemento que se necesita –y que por lo demás se hace absolutamente imprescindible– es una banca para sentarse y una manga permanente de gente para pelar. Lo primero es ubicarse en un lugar altamente estratégico para captarlos. Lo segundo es contar con información altamente confidencial que aporte a la chimuchina. Lo tercero es ser lo suficientemente boca tarro para soltarla. Lo cuarto es iniciar el juego, ubicando al ser más NN de todos, para después preguntarle a mi amiga Paty qué puede decir de él o ella. Lo quinto es tratar que mi amiga Paty no tenga nada que decir del susodicho/a,  y ganarle por default. Hito: haberle ganado más de cuarenta veces. Enseñanza positiva: nula.

2009. 35 años. Primavera. Mi pieza. Situación: posición horizontal en mi cama con ocho meses de embarazo. Parqueada. Temperatura ambiente: 23 grados. Horas de ocio disponibles: 2. Actividad para sortearlas: buscar lo peor de nosotros mismos en la televisión. El juego requiere de: una alta dosis de tolerancia al mal gusto, una sustancial falta de empatía humana, y una natural inclinación por lo subnormal. Sólo se necesita un televisor con cable. Lo primero es escoger un programa que reúna dichas características. Lo segundo es tratar de encontrar la belleza en donde no la hay (mientras uno más la busca, más se ríe, porque no la encuentra). Lo tercero es tratar de comentar el programa con alguien que no sea el perro. Hito: haber hallado una conversación –en tiempo real– entre la mujer barbuda con su hija barbuda en el talk show de Geraldo. Enseñanza positiva: siempre puede haber alguien que esté peor que uno. Eso es lo que te entrega el ocio.

PUBLICIDAD

Tags


Lo Último