Espectáculos

Valentina Vargas entre Chile, Hollywood y París: “Todo lo que es creación no tiene fronteras”

Por Pilar Huilcaleo Mateluna

Se fue de Chile a los 17 años, y conquistó sueños que tal vez ni siquiera llegó a soñar. Ha rodado 24 películas entre París y Hollywood, y seis series para la TV francesa. Su nombre se hizo conocido a nivel mundial por su participación en la película de Jean Jacques Annaud, «El nombre de la rosa» (1986), basada en el clásico libro de Umberto Eco, donde compartió pantalla con actores de renombre, como Sean Connery y Christian Slater, entre otros. Ha sido dirigida también por Luc Besson, Sam Fuller, y por chilenos como Miguel Littin. Es llamada «la última musa» del prolífico y brillante Raúl Ruiz, y ha compartido set con Catherine Deneuve, Rupert Everett, Nastassja Kinski, Milla Jovovich y Malcolm McDowell, entre muchos otros.

Habla cinco idiomas, y tiene departamentos en Estados Unidos, Chile y Francia. Ha desarrollado su veta musical junto a artistas de talla mundial, y transita entre Chile y Hollywood por compromisos laborales y pasiones personales, que incluyen la activa defensa del medioambiente, los ecosistemas y el ecoturismo, tarea que desarrolla en el proyecto Fundo Aventura, en Los Andes, donde hay un valioso patrimonio natural y cultural, herencia de familia.

Pese a su currículum impecable, ella se mueve suave y sencillamente por el mundo. A sus 49 años –que no evidencia por ningún lado– esta talentosa chilena que encarna muy bien eso de «nadie es profeta en su tierra» se mueve con calma, mide sus palabras y pone límites con la mirada. No habla de su vida personal, porque asegura que «la vida privada me la reservo para mí, es lo único que tengo». Reconoce que aún cuando se alcancen las máximas alturas de un oficio, el dolor es inevitable. «La vida es súper frágil, y por ello es un regalo maravilloso que hay que apreciar», reflexiona cuando recuerda que a sus papás los perdió de golpe, en un accidente automovilístico a uno y por un ataque repentino a otro. Ella estaba al otro lado del planeta. Y sabe que tan brillante carrera tiene un costo: estar muchas veces sola.

Fuiste la última musa de Raúl Ruiz, ¿cómo fue trabajar con él?
Un lujo; después de él, cualquier cosa. Yo lo había topado en París y le había pedido trabajo. Le dije «me encantaría trabajar contigo». Esa vez nos fuimos a tomar unos vinos; él, siempre encantador, me dijo «mira, ahora no tengo nada, pero apenas salga algo te llamo». Y en uno de mis viajes a Santiago me invitó a almorzar al Ritz y me dijo «te vengo a rescatar de las catacumbas». Él era muy amoroso, muy encantador, y con una creatividad… Esa parte juguetona, como de niño, que al crecer a muchos se nos olvida, esos matices que hay que seguir cultivando, porque si no nos ponemos muy serios, él lo tenía. Era brillante.

Tienes una trayectoria brillante en el extranjero, ¿cómo comenzó todo?
Creo que en mi vida hay un factor suerte muy grande, y un ángel que me lleva a los lugares más insólitos. Cuando comencé acá en Chile era muy indisciplinada, trabajaba en el teatro Camilo Henríquez y rápidamente me despidieron.

¡¿Por qué?!
Porque me colgaba de las cortinas, era muy indisciplinada. De ahí me fui a París con una beca de maquillaje. Mis padres eran bien reticentes a que me fuera. Al llegar hice varios cursos de actuación, de maquillaje, de danza. Tenía 17 años.

¿Cómo fue llegar a los 17 años a París?
Espectacular. Los mejores años de mi vida. Tengo recuerdos increíbles. Allí conocí a Dominique Besnardt, un agente de casting que hoy día es un gran productor. Y él me hizo barrer las calles de París haciendo muchísimas fotos, haciendo castings. Ahí empieza mi historia con «El nombre de la rosa», que fue mi primera película… Jean-Jacques Annaud me habló de la posibilidad, que debía dejarme crecer los pelos del cuerpo, que necesitaba un personaje de determinada manera. La producción se cayó como tres veces hasta que encontraron financiamiento. Al retomar habían tres chicas: una italiana, una francesa y yo. Yo era la única que no «calzaba», que no tenía tantas credenciales como las otras. Pero tenía tantas ganas, me había identificado tanto con ese personaje, que me resultó. Muchos años después Jean-Jacques me confesó que al principio tuvo dudas de tomarme, por las manos que tengo: son delgadas y largas. Menos mal que no me dijo nada y todo fluyó. Mi casting director se convirtió en agente en Art Media, una de las agencias más importantes en París, y empecé a hacer películas. Así comenzó todo.

¿Cuáles son las claves que te ayudaron a lograr cosas tan potentes?
Creo que el factor suerte fue preponderante. Y que sentía pasión por la actuación; me gustó poder encarnar diversos personajes, y traté de no hacer siempre lo mismo. Tuve suerte de haber hecho comedias, todo un espectro de matices y colores que para mí, para un actor, es maravilloso.

¿La belleza abre puertas?
Sirve harto. ¡Claro que la belleza abre puertas! Pero creo que lo central tiene que ver con otras cosas. Soy una mujer sensible e intensa, y de armas tomar. Y cuando quiero algo, voy, peleo y lo consigo. Si no hay ganas en la vida, no hay nada. Creo que lo importante es desplegar los sueños que todas tenemos adentro, lo que tienes ganas de hacer; si no la vida se convierte en desierto.

¿La fama ha sido un anhelo?
Siempre pienso que es bueno mantenerse en una postura más sencilla; soy low profile, prefiero ser una persona verdadera a una no tanto. Fíjate en las personas más sencillas: pueden ser «mega star», he trabajado con muchas, y son verdaderas, de corazón, no tienen nada que probar…

¿Cuál es el costo de ser famosa, realizar 24 películas, grabar discos y trabajar con los grandes?
La soledad, los momentos solos.

¿Te pesa la soledad?
Sí, pesa la soledad.

¿El amor de pareja es importante en tu vida?
Sí, muy importante.

¿Has sido feliz en pareja?
A veces sí, a veces no.

¿Tienes pareja?
Por ahí tengo mi parejita, algún enamorado.

¿Sentías nostalgia de Chile? ¿Fue difícil vivir fuera tantos años?
Siempre sentí nostalgia de Chile. Mi familia siempre fue muy aclanada. No pasaban dos días que no llamaba a casa y venía al menos dos veces al año a ver a mi familia: Navidad, Año Nuevo. Pero era duro volver. Me llevó como un par de depresiones entender lo que cuesta que las cosas se den acá, cuesta entender el «chaqueteo», cuesta entender que te digan «sí», pero es un no.

Transitas de la danza a la actuación y la música…
Encuentro que todo lo que es creación no tiene fronteras. La gente trata de encasillar y decirte «tienes que ser esto o aquello», pero uno como persona tiene todo adentro. Y es bueno, porque siento que una cosa lleva a la otra. Si estoy pintando un cuadro, me puede salir una canción de esa pintura. Creo que está todo interligado. De todos modos me considero una actriz que canta. No es que de pronto deje de ser actriz para ser cantante. No, mi base es ser actriz y canto, como la Milla Jovovich, con la que estuve en mi última película «Faces in the Crowd». También me inspiré con ella, porque canta, tiene sus discos en Internet. En un guión hay una familia y uno se acomoda a lo que una historia dice; la música, en cambio, expresa todo lo tuyo. Todas las vivencias que conllevan a escribirla.

¿Cómo llegas a hacer música?
La música es algo que me ha acompañado toda mi vida; en mis momentos de soledad, de tristeza, la música –desde chica– fue mi compañía. Siempre he tenido la virtud de escuchar dos notas y saber qué canción es, de saberme todas las letras. Toco guitarra y compongo con ella. A veces voy caminando, me pasa cuando estoy acá en el campo, que voy por la montaña y salen melodías. Tengo una grabadora con la que ando y que ocupo para no perder eso que surge. Trabajé con John Anderson, del grupo Yes, quien me enseñó este método. Pienso que las canciones ya están todas escritas y uno simplemente las canaliza y las «baja»… Por eso pueden surgir en cualquier lado.

De componer para ti, das el gran salto y grabas un disco…
Quería hacer un disco, y alguien me comentó de un productor muy conocido en Los Ángeles, California, y partí. Era un mundo totalmente distinto a París. En Los Ángeles tuve otras agencias. Creo que energéticamente sintonizaba más conmigo, porque tiene montañas, está junto al mar, el aire es más fresco, está Hollywood. París es París, la ciudad te absorbe. Uno llega a París y cuesta irse, la ciudad te atrapa.

¿Fue difícil adaptarse a otro ritmo de trabajo?
Hablo francés e inglés. Cada vez que uno habla un idioma, toda la cultura se da vuelta y te hace pensar como esa cultura. Y uno se va a Hollywood y no es que me vuelva gringa, pero al hablar comienzo a pensar así. He hecho películas en distintos idiomas y la lengua te da esa perspectiva, para encarnar los personajes.

¿Cómo fue Los Ángeles?
Como venía de París no me consideraban latina, sino francesa… Tenía un poco carita de Ana Frank. A ellos les gustaba. Y en medio de eso conocí a un productor que me desafió. «Bueno –dijo– ¿quieres grabar una canción o quieres saber de veras lo que es hacer un disco?». De ahí empezó todo un proceso de componer y sacar lo que uno tiene en el interior.

¿A qué le cantas?
Mi música, además de ser Rock and Pop, es un Crossover, es también música étnica. Y las letras hablan de temáticas que a todos nos convocan: el llamado a lo salvaje, a la naturaleza, la felicidad, el poquito de sol que uno puede tener dentro. Hablan del agua, de nuestras montañas, de nuestra naturaleza que hay que cuidar… Cosas importantes. En noviembre del año pasado vine a protestar por los avances de la minería cuando se convierte en depredadora. Yo estoy comprometida con la conservación del agua, de la tierra, ¡es fundamental!

En tu página destacas varias causas que abrazas…
Sí, para mí es muy importante. Con Olca (Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales), por ejemplo, tuvimos un evento en el Cine Arte Alameda, donde se explicó bien, con una bióloga, qué estaba pasando con los glaciares. Y la idea es que la gente tome conciencia del daño que implica descuidarlos. Porque la minería toma en cuenta mucho el punto de vista económico, pero no piensan qué les vamos a dejar a nuestros hijos. Y esto toca la cuenca de Santiago, y en todos lados. Mi disco está totalmente ligado con esta causa. De hecho el video del primer single de mi último disco lo grabamos acá, en el Aconcagua. Además, siempre me han gustado los animales, de chica que ando a caballo, los perros son mis mejores amigos y encuentro que es maravilloso poder estar en contacto con los animales. Dicen muchas cosas, por eso es súper importante protegerlos, aprender de ellos.

Los artistas suelen comprometerse con temas sensibles…
Es que eso llena la vida, además creo que son temas con los que hay que comprometerse. Debemos preocuparnos de cosas legítimas, cuando la naturaleza es de todos, cuando todos la necesitamos. Son cosas importantes por las que hay que pelear.

¿En qué crees?
Creo en Dios, y creo que Dios no tiene religión. Creo que Dios es uno para todos, con diferentes nombres para distintas personas. Me considero una persona espiritual, con conciencia. Practico yoga, meditación, para mí es importante estar conectada, si estoy conciente de mi corazón y estoy atenta al resto, puedo dar amor. Si estoy mal no voy a poder hacer nada. Y eso es importante para todo ser humano, para encontrarse y ser feliz. Todos queremos disfrutar esta vida y estar concientes, ayudar, porque acá llegamos en pelotitas y nos vamos en pelotitas… No nos llevamos nada, ni sabemos cuándo nos vamos.

¿Has sido feliz?
Sí, igual tengo mis días… Soy un ser humano. Pero trato de que sean los menos. La felicidad es un trabajo diario. Es una decisión. «¿Quiero estar bien o mal?». Así se construye, creo.

Eso de «nadie es profeta en su tierra», ¿te identifica?
Es bastante real para mí. Es potente, pero por suerte existen los otros países. Pero de todos modos, qué rico venir a mi país y disfrutar las cosas simples y exquisitas, y luego volver a trabajar.

¿Cómo te imaginas de anciana?
Me imagino enseñando yoga, mirando el horizonte, tranquila. Enseñando otras cosas. Cambiando de rubros… La sanación es algo que me encanta. No soy bruja, pero puede ser que tenga algunos dones de sanación, y me gustaría compartirlos más adelante.

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