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Las plañideras y el arte de llorar penas ajenas

Pagar a lloronas en un funeral es una curiosa tradición milenaria que refleja el culto universal a la muerte.

Las plañideras o mujeres que se les paga por llorar en los funerales han existido desde tiempos ancestrales, es una tradición que griegos y romanos heredaron de los hebreos, y que se presume se originó en Egipto.

Cuando alguien fallecía se contrataban a mujeres para que lloraran e hicieran público el lamento y el dolor de la familia; entre más importante o acaudalado era el difunto, más plañideras acudían al funeral. En aquellos tiempos, además de llorar, solían llevar un jarrón donde depositaban sus lágrimas como una demostración del estatus de la persona fallecida y el hondo dolor que provocaba en sus allegados.

En Latinoamérica, esta costumbre se desarrolló a partir del siglo XVII volviéndose una actividad donde el precio, así como estatus del difunto, se elevaba dependiendo del número de mujeres contratadas y la intensidad del llanto y los gritos.

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Otra de las razones por las que se contratan mujeres para llorar en los funerales, consistía en que las lágrimas liberadoras confortaban a quienes vivían el dolor que la muerte les dejaba, y las plañideras acompañan a los vivos lamentando su pérdida y dándoles apoyo moral, así como augurar un afortunado camino espiritual al alma que se dirige a otras dimensiones.

En algunas comunidades rurales aún se acostumbra pagarle a mujeres que lloren y recen a un difunto; tradición que se presume, se hereda de madres a hijas.

Actualmente, en el contexto del día de muertos el 2 de noviembre, cada año en la ciudad de San Juan del Río, Querétaro (México) se lleva a cabo un concurso de plañideras en el Museo de la Muerte, donde cada concursante hace su mejor papel en el arte de llorar a un personaje público, participando desde auténticas lloronas hasta jóvenes actrices teatrales.

Alguna vez leí un relato, en el que la mujer ganadora de uno de estos concursos sorprendió al jurado con un llanto verdadero y conmovedor. Cuando se le entrevistó, la participante declaró que con sólo acordarse de la vida difícil que había llevado desde niña hacía brotarle su dolor y sufrimiento a través de copiosas lágrimas.

A pesar de que esta tradición ya está en desuso, es conveniente conocer cómo a través de la historia y en la mayoría de las culturas miles de mujeres se han prestado a llorar las penas ajenas cuando se pierde a un ser querido, haciendo de “las lloronas” algo más que una leyenda en lo que a la concepción de la muerte se refiere; un tema por el que siempre ha existido una interesante fijación universal.

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