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El lado B del embarazo: la inevitable guerra hormonal, por etapas

No es un estado rosa como se pinta; más bien, nuestra personalidad se polariza, pasamos del llanto a la euforia, y podemos convertirnos en una desconocida para otros. ¡Que nadie te critique! Ser mamá es un proceso lleno de exigencias.

 

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Por Carolina Palma F.

No pretendemos resaltar el cambio hormonal que incide en los estados emocionales, y que son la excusa perfecta de algunos para decirnos ciertas pesadeces. Pero a veces –muy pocas, por lo demás– les podemos dar la razón, especialmente si estamos embarazadas. Todo es normal, muy normal, si consideramos que cambia la forma de vivir y, por qué no decirlo, el cuerpo, la gran preocupación femenina, que se ve alentada por un estereotipo perfecto, creado por la visión masculina del mundo, claramente.

La forma de enfrentar este proceso cambia según las circunstancias y momento de la vida en que nos ocurre, pero existen fases similares en todas nosotras, debido a las hormonas que se liberan, que no son pocas: gonadotropina coriónica humana (HCG), que sólo aparece en el embarazo y es la culpable de las náuseas y vómitos del primer trimestre; estrógeno, que estimula el crecimiento del útero; progesterona, que estimula el desarrollo de las glándulas mamarias en la producción de leche y ayuda a que el embrión se implante, entre otros beneficios, y lactógeno de la placenta humana (HPL), que estimula las glándulas mamarias mientras se preparan para la lactancia.

Conversamos con Sylvia Díaz Araya, sicóloga de la División de Obstetricia y Ginecología UC, quien nos aseguró que los cambios físicos se ven reflejados en lo emocional, sí o sí.

Primera etapa: irritabilidad

Desde el momento de la noticia, y dependiendo cuál es su situación emocional –si el embarazo fue planificado o no, si el apoyo de la pareja es suficiente y de su tipo de persona lidad– dependerá la evolución. Y al suceder los cambios físicos, también irán sucediendo algunos cambios emocionales. En estos tres primeros meses, quizás la hormona HCG juegue una mala pasada porque, como dijimos antes, aumentan las náuseas y vómitos, que afectan inmediatamente el estado anímico.

«En el primer trimestre destacan una necesidad de atención mayor a la habitual, irritabilidad, somnolencia y ansiedad por la posibilidad de aborto. En este intento de adaptación necesaria para estos nuevos cambios, se movilizan recuerdos y afectos antiguos que se necesitan recrear para establecer un vínculo con el hijo que lleva en el vientre. Se debe tener presente que muchas veces estos cambios, deseados o no, pueden ser difíciles de manejar».

Segunda etapa: bienestar

Aquí se suele decir que viene el gran respiro, porque la guagua se «afirmó»; reina la calma, y desde ese lugar se puede fantasear con su llegada. «El vientre comienza a crecer, se pueden sentir los movimientos fetales, lo que intensifica la sensación de comunicación con el hijo que está por nacer e implanta de forma más tangible y visible la idea de que ocupa un lugar cierto en la familia. En general se vive de forma más positiva».

 

Tercera etapa: ansiedad

Está marcada por la falta de sueño debido al vientre abultado, junto con otras contrariedades como pies hinchados, que la ropa normal nos queda pequeña y otras superficialidades, pero que las mujeres sabemos bien que afectan un poco nuestra autoestima. Pero finalmente pasan a cuarto plano, la verdad.

«El tercer trimestre se considera de más ansiedad, ya que se acerca el momento del parto y pueden aparecer algunos temores frente a la salud del hijo. Es en esta etapa donde podría aparecer una depresión, teniendo en cuenta que entre el 50 y 80% de las mujeres sufrirá de tristeza materna o baby blue o post parto blue».

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