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Bullying o matonaje: cómo reconocer en tu hijo a la víctima o a un agresor

Cada cierto tiempo vuelve a la palestra debido a casos que conmocionan a la opinión pública. Es fundamental que tanto las familias como los colegios tomen conciencia de la dimensión de este fenómeno, para desarrollar planes efectivos para su control y manejo.

 

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Imagen: Getty

 

Nuevamente el caso de un menor fallecido nos conmueve. Y aun cuando no hay antecedentes claros al respecto, lo cierto es que la acusación del padre del pequeño que falleció tras enterrarse un lápiz en un ojo, quien asegura que el niño era víctima de Bullying, tienen nuevamente el tema en la palestra.

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Pareciera que el abuso de poder dentro del colegio experimentara un sostenido aumento. Cuando un alumno o un grupo maltrata a un compañero de forma reiterada y en un período prolongado, se requieren acciones que no sólo ayuden y brinden apoyo a la víctima, sino también al agresor.

 

El doctor Alejandro Maturana, psiquiatra infanto-juvenil de la Clínica Psiquiátrica del Hospital Clínico Universidad de Chile, explica que «uno de los elementos centrales del bullying escolar es la «ley del silencio», donde todos ven la violencia pero nadie quiere meterse en nada. Las víctimas se sienten tremendamente amedrentadas, y por lo tanto, no están en condiciones de decirlo, y los victimarios obviamente no lo hacen, mientras las personas que observan esta situación se mantienen en silencio por el mismo temor a ser víctimas».

 

Distintos tipos de bullying: los ataques físicos son los más comunes entre hombres (como golpizas, empujones, etc), mientras que en mujeres suelen predominar las agresiones verbales (insultos, amenazas, burlas, etc.) y de aislamiento (marginar al otro). En definitiva, existe una violencia activa y pasiva, que se manifiesta en distintas edades, aunque con mayor predominancia en la niñez y adolescencia, con un impacto igual de fuerte, sea en el plano físico o psicológico.

 

A diferencia de otras épocas, el matonaje actual se nutre de las nuevas tecnologías, por lo que las agresiones encuentran nuevas plataformas como los celulares (llamadas y mensajes de texto), correos electrónicos o redes sociales como Facebook y Twitter.

 

El agresor: si bien no existe un perfil único, es habitual que el victimario haya vivido previamente situaciones de violencia o de vulneración de sus derechos, ya sea por maltrato intrafamiliar, u otros tipos de abusos. En muchos casos, estos menores realizan una especie de planificación, donde se piensa en cómo dañar al otro, y que en muchas ocasiones sigue una línea psicopática, de premeditación.

 

«Se busca la destrucción del otro en favor de cierto grado de placer y satisfacción personal, y por lo tanto, es muy raro que un chico que es buen estudiante, con buenas relaciones sociales y familiares, sea un victimario, salvo que finalmente termine siendo victimario por ser o temer ser víctima», agrega el doctor Maturana.

 

¿Cómo es la víctima?: la mayor parte de las veces se trata de un chico o chica vulnerable, quien puede presentar dificultades de diversos tipos, ya sean dificultades para defenderse y poner límites, o algún problema físico o mental.

 

Asimismo, puede generarse una dinámica envidiosa que provoca la confrontación entre niños o grupos que compiten por espacios o popularidad, o incluso por características y atributos de algunos, como suele suceder con niñas atractivas que reciben agresiones por envidia.

 

El especialista de la Clínica Psiquiátrica de la U. de Chile sintetiza que «la vulnerabilidad de las víctimas tiene que ver en algunas ocasiones con trastornos del ánimo o del desarrollo, y los victimarios son chicos con antecedentes de violencia, maltrato, y  a veces son chicos que tienen un trastorno en la línea más disocial o psicopática».

 

¿Qué escenarios favorecen el bullying?: si bien hay factores como la edad, sexo, familia y conductas de riesgo, también existen ambientes escolares más favorecedores del bullying que otros. Un establecimiento altamente competitivo desde el punto de vista cognitivo, en desmedro de la parte emocional de jóvenes en pleno desarrollo, fomenta este tipo de conductas.

 

«Es súper importante entender que la ‘ley del silencio’ es lo que muchas veces mantiene el bullying, por eso estos temas hay que abrirlos a la comunidad escolar, la cual está formada por niños, profesores, administrativos y apoderados», recomienda el doctor Maturana.

 

Es fundamental considerar la adversidad psicosocial en la cual se encuentra insertos niños y jóvenes. La pobreza, vulnerabilidad social, carencia de oportunidades, familias mal constituidas, violencia intrafamiliar, menor acceso a la educación y todas las realidades que dificultan la vida de los menores cumplen un rol preponderante en la aparición de conductas violentas.

 

Problema social: para el psiquiatra infanto-juvenil, fenómenos sociales como la intolerancia, discriminación, desintegración social y la poca solidaridad facilitan que episodios de bullying ganen terreno, más aún cuando priman recintos educacionales que parecen funcionar aislados de otros y promoviendo una alta competitividad.

En ese sentido, el doctor Maturana indica como uno de los principales responsables «la poca visión de que la educación no solamente tiene una dimensión cognitiva, sino que hay una dimensión emocional y afectiva que es central que no se trabaja, y que tiene que ver con construir una relación entre alumno y profesor, y la relación entre los chicos también.»

 

Más allá de identificar a los culpables, es esencial brindar apoyo a la víctima y al agresor, así como  crear soluciones, fortaleciendo la tolerancia, solidaridad y habilidades sociales en los niños desde pequeños. No sólo los colegios son responsables de llevar a cabo estas tareas, sino también las familias de los alumnos.

 

«Hay que entenderlo como una política país, como una cosa que es de todos «-señala el psiquiatra infanto-juvenil, quien recalca que –»mientras más escondamos la situación, el bullying va a perpetuarse».

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