La primera vez que supe de la existencia de Teresa Wilms Montt, fue gracias a ‘Teresa’ (2009), una película dirigida por Tatiana Gaviota y transmitida por el canal público de Chile. Su historia… me voló los sesos.
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Ella era de abrir las ventanas así tuviera que quebrar los vidrios”
Curiosamente sólo algunos sabían de su existencia. Curiosamente su película tampoco llegó a ocupar un lugar en las grandes carteleras. Curiosamente hasta entonces, poco o nada se había hablado de esta rupturista e intensa poeta chilena.
Abriendo ventanas
El 8 de septiembre de 1893 y bajo el amparo de una ultra conservadora familia de Viña del Mar, María Teresa de las Mercedes Wilms Montt vino al mundo para gritar en versos y protestar con vida, contra una retrograda y machista sociedad.
Para la época Wilms Montt se convirtió en un aborrecido ejemplo de rebeldía. A los 17 años y sin la aprobación de sus padres, se casó con Gustavo Balmaceda, con quien tuvo dos hijas, sin embargo, las necesidades literarias que invadían la cabeza de Teresa, quien ya había comenzado a publicar trabajos y a desenvolverse en el mundo bohemio, donde exhibía una “preocupante” adhesión hacia ideales de emancipación femenina, el anarquismo y la masonería, nunca fueron comprendidas por Gustavo, quien envuelto en los celos y en el alcohol, inició una tortuosa y violenta relación que duraría cuatro años.
Durante este episodio, Teresa mantuvo un romance secreto con un primo de su esposo. En 1916, Gustavo descubrió unas cartas que delataban la traición, razón por la que convocó al tribunal familiar para decretar el enclaustramiento inmediato de Teresa en el Convento de la Preciosa Sangre, un lugar para enderezar a las “descarriadas”.
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Rompiendo Vidrios
La tutela de las hijas fue dada a la familia Balmaceda Valdés y Teresa quedó sumergida en el encierro y el castigo religioso, plasmando su dolor con tinta y un primer intento de suicidio. Hasta que en junio del mismo año, cuando el mismísimo fundador del creacionismo, el poeta Vicente Huidobro, la ayudó a escapar a Argentina.
Su belleza e inteligencia no demoró en deslumbrar a los grupos intelectuales argentinos, tampoco a los parisinos. Ambiente en el que se desenvolvió durante sus últimos años.
Días antes de la Navidad de 1921 y con las entrañas mutiladas, Teresa no aceptó vivir tan sólo del recuerdo de sus hijas y se quitó la vida. Con tan sólo 28 años, sus últimos escritos fueron: “Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda cono nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había”.
Una muerte simbólica claro, donde misil y gatillo fueron simples metáforas de una deceso ocurrido mucho años antes.
El juicio social, la represión femenina y el desprendimiento de su cordón umbilical, fueron los verdaderos asesinos de Teresa Wilms Montt, una mujer que supo conjugar la palabra autenticidad, gritar y recitar toda su pasión e intensidad. La perra, la puta, la santa, heroína por estos días… pero jamás apta para señoritas.
“Soy Teresa Wilms Montt… y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer. Es difícil ser mujer en este mundo. Tú lo sabes mejor que nadie. Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida. Destilé mujer. Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.
Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.
Cuando me dejaron sola, di compañía.
Cuando quisieron matarme, di vida.
Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.
Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.
Cuando trataron de callarme, grité.
Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada por mi familia y la sociedad.
Nací cien años antes que tú y sin embargo te veo igual a mí.
Soy Teresa Wilms Montt, y no soy apta para señoritas”.