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“Mi hija adolescente tiene anorexia”: ¿cómo darse cuenta a tiempo y enfrentar el problema?

Casi un 3% de las chilenas jóvenes sufre de anorexia nerviosa, y la cifra se duplica cuando se incluyen adolescentes “sanas” con conductas alimentarias anormales o con una preocupación excesiva por el peso corporal. Según el Ministerio de Salud, 3.321 casos son atendidos en clínicas de rehabilitación, sin contar aquellos sin atención médica. ¿Causas? El bullying sicológico en los colegios, y la maldita moda.

 

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Por Karen Uribarri G.

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En las últimas décadas se ha visto un aumento importante en la incidencia de los trastornos alimentarios en la población adolescente. Y es que la pubertad y adolescencia son etapas de significativos cambios físicos y sicológicos en los que la construcción de la propia imagen es de gran importancia.

Las niñas se ven enfrentadas a un desarrollo físico sexual disarmónico y desproporcionado incluso en sus inicios, los que se contradicen duramente con esta cultura de la delgadez que inyectan los medios de comunicación y la moda en general. Y el consiguiente deseo de imitar a las modelos pareciera estar favoreciendo el incremento de estos trastornos de la imagen corporal.

Es tan así que, según el Departamento de Pediatría de la Universidad Católica, los trastornos del apetito son por ello más prevalentes en las sociedades occidentales industrializadas y en niveles socioeconómicos medio y alto, aunque pueden ocurrir en todas las clases sociales. En cuanto a la edad promedio de la presentación de estos problemas, lo frecuente es que sea cercano a los 14 años, justo en la adolescencia.

¿Cómo identificar que algo pasa?

No es muy simple descubrir elementos de alerta en nuestros hijos cuando debemos estar fuera de casa trabajando la mayor parte del tiempo. Pero la adolescencia no suele ser una etapa simple en la vida de los jóvenes, por lo que se requiere el doble de atención para no dejar pasar señales que podrían ser claves.

«Lo primero es distinguir un trastorno que deba preocuparnos, de una atención normal por la apariencia física. Una que se enmarca en el desarrollo de una autoestima relativamente normal, un autoconcepto realista en lo físico, y una alimentación suficiente, sana y nutritiva, incluso aunque se esté a ‘dieta'», explica el sicólogo Andrés Musalem.

Según el profesional, se debe poner atención a una combinación de factores, entre los cuales algunos puntos importantes de observar son:

– Deseo incontrolable de adelgazar: la baja de peso se logra fácilmente, a veces reforzado por la familia y el grupo de pares, quienes admiran la fuerza de voluntad de la adolescente para hacer una dieta.

– Ritos alimentarios: Además de la restricción alimentaria, estas pacientes pueden ‘jugar’ con los alimentos sobre el plato o trozarlos en formas diminutas; pueden además almacenar el alimento en la boca y posteriormente, en forma clandestina, expulsarlo. La mayoría elude comer en familia o en situaciones públicas.

– Interés exagerado por la alimentación.

– Amenorrea: Ocurre en todas las pacientes. En un 25% de los casos esta precede la baja de peso. En el hombre hay una pérdida de interés sexual.

– Vómitos y uso de laxantes. Algunas pacientes se auto-provocan vómitos, ingieren laxantes y/o diuréticos.

– Contacto con sus pares: Generalmente los pacientes se aíslan de su grupo de pares. Estos les permite evitar la confrontación respecto al peso y alimentación, y por otro lado puede ser una manifestación de baja autoestima.

– Apatía. La pérdida de peso progresiva está generalmente acompañada por una apatía sobre el aspecto de su cuerpo.

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