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No sólo la psicología y la sexología se ocupan del sexo. La ciencia y la medicina también arrojan nueva luz sobre una de las actividades humanas más importantes, complejas, placenteras, y con mayores implicaciones en la vida de las personas y sus relaciones sociales, como demuestran las últimas investigaciones.
Viene desde hace miles de años
Ya se conocía que los antecesores de los seres humanos modernos y los neandertales mantuvieron relaciones sexuales. Ahora acaba de descubrirse que el cruce entre esas dos especies inteligentes favoreció nuestra evolución y nos hizo más fuertes.
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Según investigadores de la Universidad de Stanford (EU) el sexo con los neandertales y otros parientes cercanos, el homínido de Denisova, introdujeron en el genoma humano moderno unas variantes de los genes HLA, que reforzaron nuestro sistema inmunológico en su lucha contra los agentes patógenos.
El estudio del genoma de los neandertales, que desaparecieron hace alrededor de 30,000 años, ha revelado que entre un 2 y un 4 por ciento del ADN de este grupo está presente en el código genético de cualquiera de los homo sapiens, es decir nosotros.
Cerebro y orgasmos
El placer que experimenta la mujer activa diferentes partes de su cerebro, por lo que disfruta de distinta manera dependiendo de si se estimula el clítoris, el cérvix o la vagina, de acuerdo a un trabajo de científicos de la Universidad de Rutgers (EU) que han fotografiado, mediante resonancia magnética, las reacciones cerebrales que ocurren durante la excitación femenina.
Según este trabajo, las primeras caricias encienden una zona del córtex sensorial y rápidamente las señales se extienden al área límbica, vinculada a las emociones, el comportamiento y la memoria a largo plazo. El cerebelo y el córtex frontal se activan en los segundos previos al orgasmo, y casi todo el cerebro se vuelve muy activo cuando se alcanza el máximo placer.
Mediante un sistema de imágenes similar, denominado escáner PET, un estudio dirigido por el neurólogo Gert Holstege, del Centro Médico de Groninga, (Holanda) ha comprobado que durante el orgasmo femenino, normalmente, se desactiva el hemisferio izquierdo del cerebro y se activa el derecho.
Según Holstege, muchas mujeres no son capaces de alcanzar el clímax porque durante el acto sexual no pueden desactivar del todo su hemisferio cerebral izquierdo, que es el encargado de procesar la información de forma lógica y analítica, lo que conlleva que no se «liberen» del todo del «obstáculo» de sus pensamientos.