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Turismo para disfrutar del miedo: conoce el lugar de Chile incluido en esta tenebrosa guía

Imagen: Reproducción/Agencias

Cementerios, cuevas, hoteles misteriosos, edificios malditos o casas endemoniadas se dan cita en 99 lugares donde pasar miedo, una terrorífica guía repleta de adrenalina, en la que el autor ha vivido la experiencia antes que nosotros y nos cuenta sus sensaciones sumergiéndose en la historia.

«Los grandes gurús del turismo obvian el misterio en sus guías, a pesar del gran aliciente que tienen unos viajes en los que el miedo está controlado», explica el autor, con una experiencia de viajero impenitente al mundo de las sombras desde su más tierna adolescencia.

«Me interno en sitios de belleza impresionante», señala Fernández Bueno, que complementa su guía con leyendas e historias documentadas del lugar, además de informar sobre cuál es la mejor ruta y el momento más apropiado para acceder a cada terrorífico destino.

La guía relata qué llevó a un humilde pescador mexicano a vestir su casa de horribles muñecas con la creencia de que lo protegerían contra la ansiedad o por qué el bosque japonés Aokigahara surge como un talismán demoníaco que atrae a cientos de suicidas al año.

Un lugar de Chile 

También explica a qué le temen los nativos de la isla de Pascua cuando cae la noche, o qué oculta la fantasmagórica ciudad subterránea de los apestados de Edimburgo, o por qué determinados castillos continúan asociados a la estilizada figura de un vampiro.

Esta guía de viajes responde también a la pregunta sobre qué oculta el Stanley Hotel, fuente de inspiración del genio del terror Stephen King para escribir «El resplandor», o la historia de la Winchester Mistery House, enorme mansión que su dueña ampliaba constantemente para evitar los espíritus y que se dejó de construir cuando ella murió.

También habla del Santuario de La Balma, en la localidad española de Castellón de la Plana, al que acudieron en el pasado entre 15 mil y 20 mil personas para ser exorcizadas, llevados a rastras por sus familiares, que los ataban de pies y manos y los metían a trompicones en la ermita; en realidad, eran enfermos de distintas dolencias nerviosas.

«Su visita en la actualidad, en donde existe también una hospedería, produce cierto temor al visitante, sobre todo si se pasea al anochecer por ese fantasmagórico lugar», asegura el autor.

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