Espectáculos

El porqué del éxito de “Soltera otra vez”: 6 verdades que nos remecen

Terminó esta teleserie que logró cautivar a tantas chilenas con historias livianas, pero que nos identifican en diálogos, realidades o personalidades. La destacada sicóloga Michelle Thomas nos entrega razones claras de esta “adicción televisiva”, que se relacionan con nuestra propia vida y trancas.

Por Carolina Palma F.

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«Álvaro», «Cristina», «Monito», «Turco», «Susy» y todos sus amigos se transformaron en personajes cercanos, queribles, odiables y hasta cuestionables para los fanáticos de la teleserie «Soltera otra vez». Mientras las mujeres nos emocionamos con los diálogos, reímos y comentamos, nos sorprende que algunos hombres no entiendan nada y consideren que «estamos locas» o que es «demasiado básica». En fin…, el punto es que logró entretener y, lo mejor, hacernos sentir parte de una gran historia.

¿Qué nos mantuvo cautivas? ¿Qué tan real fueron sus historias? ¿De verdad existen tantos «pasteles»? ¿Es un reflejo de la sociedad chilena? Para responder estas preguntas convocamos a la destacada sicóloga, directora Académica Centro de Estudios de la Sexualidad Chile, y experta en relaciones de pareja, Michelle Thomas. Ella no sólo nos entrega las razones del éxito, sino que explica las verdades que mostró la producción de Canal 13. Presta atención, porque con sus explicaciones puedes sacar «tus trapitos al sol» y hasta comprender por qué tienes problemas de pareja. ¿Lista?

«Para explicar mejor lo que pasa voy a describir una condición que vivimos TODOS y TODAS las personas. Cuando nacemos, y a medida que vamos creciendo, desarrollamos en el vínculo con nuestros cuidadores primarios (madre, padre, nanas, abuelos, hermanos) nuestra forma de relacionarnos con quienes nos rodean. Aprendemos a amar, involucrarnos, confiar, o no. Esto es lo que se denomina apego, y determinará la forma en que reaccionaremos frente a la cercanía y la lejanía con nuestras figuras importantes a lo largo de la vida. Este apego podrá ser seguro o inseguro, dependiendo de cómo nos hayan cuidado desde pequeños, de cómo nos hayan sostenido, amado.

Los apegos seguros son personas que se vinculan libremente con los otros, sin desconfianzas, con posibilidades de establecer relaciones sanas, honestas, amorosas. Los apegos inseguros, por su parte, se dividen entre los que desconfían constantemente y están siempre cuestionándose qué tanto los quieren, y los que no se permiten cuestionarse si son queridos, ya que temen profundamente no serlo (ambivalentes y evitativos).

Evidentemente estas son generalizaciones y, por supuesto, hay mezclas, pero a grandes rasgos funciona así. Culturalmente nuestro país tiende a generar (por decirlo de alguna forma) mujeres con apegos ambivalentes (siempre pataleando por llamar la atención y confirmar que las aman) y hombres con apegos evitativos (temerosos del compromiso, reactivos ante cualquier pérdida de espacio, incapaces de verbalizarlo y que tienden a la infidelidad como vía de escape, no por no amar, sino por bajar la presión a la relación). Los apegos seguros los dejo afuera porque en general tienden a generar buenos vínculos, relaciones duraderas, empatía con las necesidades de la pareja, etcétera. Como dato, las parejas más conflictivas y difíciles de conciliar son aquellas entre apegos ambivalentes y evitativos».

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Según Thomas, respecto a la serie existen 6 puntos clave:

1. Así es la vida de muchas mujeres pasados los 30 años

¿Estamos pasando por un punto en que las mujeres pasados los 30 años están solteras, separadas, buscan hombres, y estos todavía no maduran?

Evidentemente, hay hombres que no maduran con la rapidez que quisiéramos. Algunos se han quedado pegados en la adolescencia tardía creyendo que siguen siendo interesantes sin ningún tipo de responsabilidad, y otros no se sienten capaces de comprometerse, por miedo. ¿A qué? Al fracaso, a no ser capaces de generar un vínculo real, a confiar, miedo a amar. No porque no quieran, sino simplemente porque no saben hacerlo. Y los que han sido capaces de tener relaciones vienen con una historia detrás (traumas, separaciones, quiebres, dolores, hijos, ex) por lo que también se hace difícil entablar relación con ellos (por ejemplo «Álvaro», el vecino). La verdad es que hay que asumir que después de los 30 todos tenemos nuestro equipaje, y lo llevamos a cuestas.

Y las mujeres, cuando llegamos a los 30, comenzamos a vivir diferentes procesos. Por una parte empezamos a tener la sensación de que nuestro reloj biológico se activa, queramos o no ser madres nos encontramos de frente con el imperativo social que nos pone constantemente frente a la pregunta «¿y cuándo?» (con o sin pareja), lo que nos angustia y muchas veces nos hace elegir por apuro y no por amor. Además, muchas mujeres hoy están más enfocadas que antes en sus logros profesionales, lo que las lleva a concentrarse en sus profesiones, descuidar sus relaciones o posponer la vida familiar. Teniendo en cuenta eso son mujeres independientes, autosuficientes, que pueden darse gustos, no dependen de una figura masculina y son mucho más exigentes al entablar una relación. Buscan un compañero en todos los ámbitos (económico, emocional, amistad), y nuestros hombres aún no están listos para ser compañeros; siguen siendo hijos o padres, la igualdad aún está al debe en general.

Es más difícil aún para las separadas, porque deben reinsertarse en un contexto social que muchas veces les es desconocido; han estado mucho tiempo fuera de las pistas,  ahora es tiempo de reingresar al mercado y hay diferentes reacciones frente a eso. Algunas creen que nunca más van a encontrar a alguien, ya que siempre hay mujeres más bonitas y más jóvenes, y otras simplemente se permiten hacer cosas que antes no habrían hecho por estar en pareja.

2. Chicas, ¡quién no ha sido gorreada!

¿Cuál es la reacción de nosotras cuando hemos sido gorreadas? ¿Cuáles son los sentimientos que afloran que nos diferencia de ellos? ¿Qué es lo que debemos pensar para no caer en un hoyo profundo?

Depende del gorreo, de cómo te enteras, de cómo estaba la relación cuando ocurre la infidelidad. Por lo general las mujeres tienden a sentirse traicionadas y heridas en su estima. La infidelidad trae mucho dolor y desconfianza. Muchas comienzan a preguntarse qué hicieron mal, dónde estuvo su error, qué pudieron haber hecho para evitarlo, si pudieron ser más atentas, preocupadas, si se hubiesen puesto las pilas antes… Pero todo esto no tiene mucho sentido si no va acompañado de un real análisis de lo que cada uno ha entregado o no en la relación. La infidelidad ocurre porque algo en la pareja no va bien, independiente de si uno de los dos es el que presenta más problemas o tiende a tener conductas más destructivas a la relación. Si esto es así deberíamos tratar de pensar qué pasa con el integrante de la pareja que acepta ese tipo de conductas o que ignora las señales –inequívocas muchas veces– de que no está todo bien en la pareja.

Para poder salir de ese momento debemos pensar que hay algo que no hemos hecho bien, pero que independiente de eso la infidelidad no puede ser la puerta de salida o el escape de la olla a presión. Para eso debemos estar muy seguras de nosotras mismas y entender que, si bien podemos cometer errores, no es motivo para ser engañadas, aunque el otro evidentemente tiene sus razones y motivaciones.

Como recomendación, lo importante es analizarse a fondo y ser capaz de enfrentarse honesta y abiertamente a la situación. Nunca dejar pasar las cosas sin conversarlas o trabajar para solucionarlas; lo peor que podemos hacer frente a una infidelidad es hacernos los locos, ¡porque va a volver a ocurrir! Lo importante es que realmente hayan actos que reparen el quiebre que ese engaño ha producido en la relación. Es normal que las parejas tengan desencuentros, incluso que en un momento de crisis uno de los dos mire hacia el lado o cometa un error, pero luego se debe reparar, con amor, confianza y honestidad, tratando de no volver a cometer los mismos errores y poniendo las alarmas cuando se necesite para que no vuelva a ocurrir.

3. En algún minuto, ¡queremos vivir la vida loca!

¿Las mujeres vivimos el duelo con fiestas o de forma más interna? Después de llorar la pena, ¿ podemos tener sexo por «deporte» o aún nos falta?

Muchas mujeres viven el duelo del término de una relación a través de las fiestas o «permitirse ser» luego de un tiempo en pareja. Sobre todo si hemos tendido a dejar de hacer muchas cosas que antes de la relación nos permitíamos. En Chile hay una cultura muy marcada a formar parejas indiferenciadas, parejas más bien simbióticas en donde hay poco espacio para ser y hacer diferente al otro. Cualquier cosa puede ser entendida como poco interés, poco compromiso, preferencia por los amigos, por otros intereses, e incluso tienden a no expresar sus reales emociones u opiniones acerca de diversos temas, creyendo que diferenciarse implica no amar suficiente.

Muchas veces el salir de estas relaciones da pie para poder tomarse un break y hacer aquello que realmente queremos (¡como si eso estuviera prohibido cuando estamos en pareja!). Mi experiencia es que las mujeres que son capaces de hacer un proceso más profundo salen mucho más fortalecidas, mucho más enteras y en mejor pie para poder establecer una relación que no caiga en los mismos patrones que la anterior.

Evidentemente podemos tener sexo porque si, porque nos gusta, porque es rico, pero cuesta mucho no involucrarse con el otro porque la relación sexual es un encuentro de cuerpos, de  emociones, de piel y de hormonas que se liberan y crean vínculos. Al tener orgasmos las mujeres liberamos oxitocina, que es la hormona del vínculo, del apego, del amor, así es que si tenemos un amigo con ventaja lo más probable es que naturalmente nos involucremos emocionalmente, es lo que nuestro cerebro recepciona. Lo antinatural es que esto no suceda y eso es lo que psicológicamente o relacionalmente hacemos, nos defendemos y nos distanciamos, nos cuestionamos y no nos permitimos amar.

4. Nos atraen los «chicos malos», y peor: queremos cambiarlos.

¿Por qué nos atraen los «malos»? ¿Aparece el instinto materno? ¿El hombre «malo» realmente puede cambiar? ¿¡Cómo!?

¡No sé si realmente los chicos malos son tan malos! Creo que en el fondo son pequeños niños asustados de sufrir y que les rompan el corazón. ¿Por qué nos atraen? Porque la mayoría de las mujeres está siempre tratando de validarse, de sentirse amada, importante, tiende a insegurizarse frente a los hombres más indiferentes y, por lo tanto, trata de reafirmarse consiguiendo lo que parece más difícil e inalcanzable. Si sumamos a esto que el deseo se mueve hacia aquello que no me pertenece, que no poseo, los hombres más indiferentes despiertan en nosotras esa necesidad de posesión que es natural en cada ser humano y, sobre todo, en nosotras. Piénsenlo en términos de ropa: ¡ese chico malo es la chaqueta más cara de la tienda o los zapatos que amo, pero no puedo comprar! Es aquello que cuesta.

Algo de instinto materno hay también en la relación en el sentido que planteo. Los chicos malos son pequeños niños sufrientes, carentes de amor, que van por el mundo tratando de encontrar aquello que nunca está (sensación de sentirse amados como necesitan serlo) porque no lo buscan en el lugar adecuado: ellos mismos. Ahí se despierta esa función materna en cada una de nosotras que clama por entregarles ese amor, mostrarles que hay alguien que realmente se preocupa por ellos, que no necesitan buscar más. Lamentablemente ellos buscan donde no hay, y nosotras queremos darle a quien no va a recibirlo. Pésima combinación.

5. Todas queremos amigas súper poderosas.

¿Las mujeres actuales son diferentes a las de hace 40 años? ¿Somos más amigas, más compañeras que antes? ¿Cómo es usualmente nuestra amistad?

Creo que somos distintas. Hace 40 años el grupo de mujeres estaba al interior de las familias. Las mujeres compartían, criaban, vivían en familias aclanadas. Abuelas, madres, hijas, tías, primas, hermanas, todas bajo un alero, y había mucha unión en torno a la familia. Ahí se compartía, se confiaba, se reía y lloraba.

La salida de la mujer a trabajar ha hecho que esto se dificulte, ya no tenemos una red de apoyo tan importante y nuestras madres, hermanas y primas trabajan y no podemos apoyarnos tanto. Hoy las amigas han venido a reemplazar un poco a esa familia. Son las figuras femeninas con las que compartimos, conversamos, reímos y lloramos porque estamos mucho más sintonizadas, por pega, por grupo de pertenencia (colegio, universidad, amigos, etcétera).

Creo que es imprescindible tener amigas, confiar, creer en ellas, sentirse segura y protegida entre pares, compartir historias, reafirmar nuestra identidad y ser nosotras mismas. Lo que suele suceder a esta edad es que en la medida que las amigas van cambiando de situación sentimental o siendo madres van cambiando las prioridades y dejan de estar tan presentes. Consejo: ¡siempre tomarse un tiempo para volver a ser sólo amiga! Los Happy Hour, las juntas a tomar té, los almuerzos entre amigas son imprescindibles para poder tener una vida sana.

6. El «club de Toby» es intocable.

¿Por qué los hombres esconden que  van a lugares como un café con piernas? Para que una relación funcione, ¿hay que darle ese espacio «de junta» con amigos? ¿Cuál es el límite?

Esto responde a lo de las parejas indiferenciadas. Creemos que el otro tiene que querer, gustarle y sentir lo mismo. Se nos olvida que antes de ser nosotros somos tú y yo. Muchas mujeres no entienden la necesidad de los hombres de tener encuentros con otros hombres sin que ellas estén presentes. ¡Absurdo! Es lo mismo que juntarse con la mejor amiga y el pololo al medio.

Así como nosotras necesitamos de nuestro grupo de contención femenino, ellos también requieren sentirse reafirmados por sus pares. Qué mejor que el café con piernas, el bar, el topless, para hacer el ejercicio de competir con otros machos por la atención de una hembra. Con la pareja no se puede entrar en esa dinámica, pero con otras mujeres, sí. La mayor parte de los hombres sólo establece estas dinámicas por validación y por reafirmación de su virilidad. Nuestra cultura ha perdido sus ritos, y de alguna forma ellos se las ingenian para seguir manteniéndolos.

Chicas, ¡el club de Toby es totalmente necesario, imprescindible para la relación de pareja! El deseo sólo surge en la diferencia con el otro (en lo que no es mío), por lo tanto, las parejas muy pegaditas, sin espacios propios, terminan por agotar la cuenta corriente del deseo sexual. Y sin deseo somos sólo dos buenos amigos viviendo juntos.

El límite es personal; conversen, lleguen a acuerdos, negocien. Lo importante es que los dos queden contentos con los compromisos que adopten. ¡Esa es la clave! ¡Que al final de la negociación los dos ganen!

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