Llegamos junto a mi colega Eva Acosta a su casa en Samborondón, con una fachada similar a la Casa Blanca en Washington DC, y la encontramos en medio del proceso mágico de la producción. Mientras la maquillaban, también peinaban esa cabellera rubia que enmarca sus intensos ojos azules, y comencé a preguntar.
Fue una entrevista sin filtros, capturada en el espejo mientras sus gestos cambiaban del glamour a la reflexión profunda. Pude ver de cerca su piel fresca, un reflejo de la disciplina que me confesó: la mantiene fuerte por su pasión por el deporte, el ayuno y la alimentación saludable.

Verla en acción me confirmó que su vida no es solo política, sino una clase magistral de propósito. Ella muy emocionada me decía que, si bien cierra el año “contenta, agradecida” por las bendiciones familiares y el buen desempeño de su hijo Daniel, el torbellino del poder conlleva una carga emocional única.
“Tengo que confesarte Gabriela, que sí, me estresa un poco, ¿verdad? Porque soy parte del proyecto político, pero además de eso soy su madre”. Este es el delicado y poderoso “doble rol” que asume con una entereza inquebrantable.

Mientras se probaba un vestido envuelto en brillantina violeta - como los colores del partido de su hijo- para la lente de Joshua Degel, la conversación fluía entre la adrenalina del set y la seriedad acerca de su rol legislativo. Contó de su trabajo en la Comisión de la Salud, una extensión natural de su propia filosofía de vida. Su meta es ser “un puente” para ayudar a tomar decisiones que “van a cambiar su futuro para bien,” demostrando que su compromiso va más allá de un cargo; es una vocación de servicio.
Observé a detalle sus looks: zapatos impecables, vestidos elegantes y accesorios sencillos que destacaban con precisión en cada outfit. Su elegancia es un reflejo de su enfoque: discreto, pero impactante. Al probarse una combinación en su gimnasio de casa, compartimos el momento en que me confió su brújula moral, el mismo consejo que da a su hijo. ¿Qué le dice Annabella al Presidente de la República del Ecuador?: “Hijo, haz las cosas correctas, siempre haz lo correcto. Rodéate de gente buena, de gente que tiene principios y valores…” Para ella, la clave del liderazgo radica en rodearse de la mejor calidad humana.

La política se desvanecía un instante para dar paso al retrato más íntimo. En medio de los flashes, me habló de Daniel Noboa, en su faceta más humana. Sangre de su sangre, asegura que es un hombre “muy, muy familiar,” que dedica su escaso tiempo libre “totalmente a sus hijos, a su esposa, a su hogar”. Es un detalle que, a simple vista, puede parecer trivial, pero que para ella es fundamental: “un hombre que está bien en su hogar es un hombre que va a ser un gran Presidente.”
Subrayó con especial afecto el papel de la Primera Dama, Lavinia Valbonesi. La describió como un soporte esencial, “un apoyo fundamental,” una persona que está pendiente “en el día a día de todo lo que le pasa a él y del cuidado de sus hijos”. Esta visión de familia, donde el apoyo mutuo es la base, es un mensaje de unidad crucial que resuena profundamente en nuestra sociedad.

Nuestra conversación me llevó a entender que la unidad no es solo un deseo, sino la tradición central de la familia Noboa Azín en las festividades. Me explicaba la importancia de la misa de Nochebuena y cómo ha adaptado la ceremonia de los regalos, realizando la apertura ahora “antes de las 12 de la noche” para sus nietos.
Esos momentos, me recordaba con voz suave, son una escuela de vida. “Tú tienes que crear eso para que ellos lo vean y lo repitan. Osea, si ellos no ven eso, es difícil que después le vayan a dar la importancia”. En su mirada azul, vi la certeza de una madre que educa con el ejemplo, sembrando valores que perdurarán más allá de cualquier cargo público.

Me despedí con la imagen de una mujer fuerte y serena. Si Annabella pudiera pedirle un deseo a Santa le pregunté cuál sería ese, y dijo que le rogaría por la unidad y el amor de la familia, “que se mantenga pese a todas las circunstancias”. Una petición que, al final, es un deseo para todo el Ecuador, un país bajo el mando de su hijo Daniel.
Terminábamos la producción de fotos, su mensaje final a los ecuatorianos se sintió como una promesa personal: “Cuenten conmigo en el futuro, en el próximo año, que yo estaré ahí pendiente, trabajando por la salud siempre, velando por que se aprueben en la Asamblea leyes justas en la salud y en el deporte. Que vean en mí a una amiga, a una aliada, a una persona que siempre estará pendiente de ellos”. Y es precisamente ese equilibrio entre la fuerza física y el corazón de madre lo que la convierte en una aliada incondicional en los proyectos que se vienen para todo el país.

