No hay diciembre en Ecuador sin villancicos. Desde que inicia el mes, las casas, escuelas, plazas y parroquias se llenan de melodías que evocan ternura, fe, alegría y nostalgia. Los villancicos son mucho más que canciones: son un puente entre generaciones, un recordatorio afectivo de que la Navidad también se construye desde lo colectivo. Según la tradición oral ecuatoriana y recopilaciones difundidas por parroquias de Quito, Cuenca, Riobamba y Ambato, los villancicos han acompañado la novena del Niño Jesús por décadas, conservando un espíritu cálido y profundamente familiar.
La novena: una tradición que se canta
La novena del Niño Jesús, celebrada del 16 al 24 de diciembre, es uno de los rituales navideños más importantes del país. Niños, jóvenes y adultos se reúnen cada noche para rezar, compartir, agradecer y, por supuesto, cantar. No importa si se está afinado o no: lo esencial es participar.
Los villancicos cumplen un papel clave porque dan ritmo a la oración, conectan emocionalmente a quienes asisten y convierten cada encuentro en un momento comunitario que se disfruta con devoción y humor.
Los clásicos de los clásicos: 9 villancicos infaltables en la novena
Si bien cada familia tiene sus favoritos, hay un grupo de villancicos que, históricamente, nunca faltan. Son los que más se piden, los que más se recuerdan y los que más rápido desencadenan sonrisas. Según la tradición popular ecuatoriana y los repertorios utilizados en novenas de parroquias como El Belén (Quito) y El Sagrario (Cuenca), estos son los nueve villancicos infaltables:
- “Campana sobre campana” – Un clásico que anuncia con alegría el nacimiento de Jesús.
- “Noche de Paz” – El himno universal de la serenidad navideña.
- “Los peces en el río” – Querido por su ritmo alegre y letra memorable.
- “El burrito sabanero” – El preferido de los niños, imposible no cantarlo.
- “Dulce Jesús Mío” – Uno de los más tradicionales en la novena ecuatoriana.
- “Tutaina” – Una melodía festiva que une a voces de todas las edades.
- “A la Nanita Nana” – Una melodía tierna y arrulladora que conmueve a grandes y pequeños.
- “El Tamborilero” – Famoso por su ritmo marcado y su mensaje de ofrenda sincera.
- “Salve Reina y Madre” – Un canto mariano tradicional muy presente en hogares devotos.
Estos villancicos forman parte del corazón musical de diciembre. No solo se cantan: se viven.
Un puente emocional entre generaciones
La magia de los villancicos está en su capacidad de unir a las familias. Abuelos enseñan letras antiguas, niños inventan coros nuevos, y todos, sin excepción, participan. En muchos hogares, los villancicos son parte del ritual de armar el pesebre, preparar la mesa, cocinar pristiños o esperar a los invitados.
Su importancia radica en que activan la memoria afectiva del país, evocando momentos de infancia, celebraciones pasadas y sensaciones de pertenencia.
Ritmos y sabores ecuatorianos
Aunque muchos villancicos son universales, en Ecuador han ganado una identidad propia: se los interpreta con guitarras, tambores, panderetas, rondadores y hasta marimbas en la Costa. Cada región les da un color especial, demostrando que la música navideña también es un reflejo de la diversidad del país.
Una tradición que sigue viva
A pesar de los cambios tecnológicos y las nuevas tendencias musicales, los villancicos conservan su lugar privilegiado en diciembre. Se transmiten en colegios, comunidades, festividades del Pase del Niño y celebraciones familiares que continúan renovándose sin perder la esencia.
Porque, al final, cantar villancicos es un recordatorio de lo que realmente importa en Navidad: unirse, agradecer, recordar y celebrar.

