El Centro Histórico amaneció con un aire especial este martes. No fue una ceremonia más: fue un homenaje a cuatro décadas de trabajo silencioso, constante y profundamente humano. La Fundación Reina de Quito recibió la Mención de Honor “Marieta de Veintimilla”, una de las condecoraciones más significativas que entrega el Concejo Metropolitano a quienes transforman la ciudad con acciones concretas y un corazón comprometido.
El reconocimiento fue propuesto por la concejal Analía Ledesma, quien destacó la trayectoria de una institución que, desde hace 40 años, ha encendido luces de inclusión en miles de familias. Y no se quedó corta: recordó que la Fundación ha sido hogar, escuela, soporte emocional y motor social para personas con síndrome de Down, así como un ejemplo nacional e internacional de servicio comprometido.
“Hace cuatro décadas, un pequeño grupo de mujeres creyó que la labor de una Reina debía trascender el tiempo. Así nació esta Fundación: con visión, disciplina y un inmenso amor por nuestra ciudad”, celebró María Teresa Donoso, presidenta de la Fundación.

Una historia que empezó con un sueño y se convirtió en legado
Durante la sesión del Concejo, Ledesma repasó los hitos de la organización, entre ellos la creación del Centro Terapéutico “Aprendiendo a Vivir”, cuya construcción inició en 1993. Aquella obra, dijo, es “sin lugar a dudas la mayor contribución de la Fundación a la comunidad quiteña”, pues abrió un espacio seguro y especializado para trabajar el desarrollo cognitivo, motriz y del lenguaje de cientos de niñas, niños y jóvenes.
Este centro no solo es un edificio: es un símbolo de esperanza. Es el lugar donde las familias encuentran acompañamiento, donde los profesionales trabajan con una mística profunda y donde día a día se demuestra que la inclusión no es un discurso, sino una práctica sostenida.
Ledesma también enfatizó que este reconocimiento honra a directivas, funcionarias, voluntarias, terapistas y a todas las personas que, durante décadas, han puesto su tiempo, talento y corazón al servicio de quienes más lo necesitan.

Una ceremonia llena de emoción, aplausos y sueños compartidos
Al acto asistieron la presidenta de la Fundación, María Teresa Donoso; la directora ejecutiva, Sofía Arteta; la actual Reina de San Francisco de Quito, María Emilia Sánchez; así como las exreinas Doménica Jarrín y Angie Vergara. Todas ellas, junto a autoridades municipales, compartieron un momento cargado de gratitud y alegría.
El reconocimiento fue entregado por el alcalde Pabel Muñoz, quien definió esta mención como “un justo homenaje a 40 años de trabajo por la ciudad capital”.
La voz de Sofía Arteta fue una de las más emotivas de la jornada. Dijo que recibir este reconocimiento es “un profundo motivo de gratitud y reflexión” y que no se trata solo de aplaudir la labor institucional, sino de honrar a cada persona, familia y voluntario que ha creído en la inclusión. “Para mí, como directora, este homenaje simboliza la fuerza de un Quito que se construye desde la empatía”, afirmó.
Sus palabras resonaron en el salón: “Recibir este reconocimiento reafirma nuestro compromiso de seguir ampliando oportunidades, acompañando a nuestras familias y caminando al lado de las personas con síndrome de Down y de todos los grupos que necesitan ser vistos, escuchados y apoyados. Cuando Quito se une, transforma”.

Por su parte, María Teresa Donoso expresó que “servir a Quito es un compromiso que nunca se detiene”, recordando que la Fundación ha sido, durante estas cuatro décadas, un puente entre la solidaridad y las necesidades de la ciudad.
Más que un premio: un recordatorio de lo que Quito puede lograr
La Mención “Marieta de Veintimilla” no solo reconoce una trayectoria institucional. Celebra la persistencia de una ciudad que se atreve a ser más inclusiva, más generosa y más consciente de su diversidad.
La labor de la Fundación Reina de Quito revela que los cambios verdaderos empiezan en las pequeñas acciones: una mano que enseña, una palabra que motiva, un espacio que acoge. Y que con trabajo, continuidad y comunidad, esos gestos pueden convertirse en 40 años de impacto.
Hoy Quito aplaude a una Fundación que ha sabido reinventarse, sostenerse y avanzar sin perder la esencia: servir con alegría y con amor.

