En Guayaquil, hablar de tradición, sabor y resiliencia tiene un nombre propio: Francesca Ferrero, la mujer detrás del éxito de MoroGrill.
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En el mes de las fiestas guayaquileñas, la propietaria celebra el aniversario de su restaurante y revela a Nueva Mujer la historia que la llevó de los consultorios a la cocina, convirtiendo un plato de su infancia en el icónico “Sartenazo Guayaco”.
Francesca es el ejemplo perfecto de la “madera de guerrero” guayaquileña. Aunque se graduó como Médico, una coyuntura personal y política en 2007 truncó su posgrado, forzándola a reevaluar su camino.
Sin embargo, no partía de cero: desde los ocho años, la pasión por la gastronomía había sido una herencia familiar, ayudando en la cevichería de su madre durante dos décadas.
“Yo me gradué de doctora, ejercí... pero cuando quitaron los posgrados y yo tenía un bebé muy pequeño, no podía irme a hacer mi especialidad, y eso hizo que yo incursione en la gastronomía”, cuenta Francesca.
Su trayectoria profesional es un tapiz de pasiones: incursionó como nutricionista deportiva en el Club Sport Emelec (en la época de Sampaoli), mantuvo su práctica médica e incluso obtuvo una maestría en gerencia hospitalaria.
El nacimiento del “Sartenazo”
La semilla de MoroGrill se sembró entre 2015 y 2016, cuando Francesca notó una ausencia en el panorama culinario de Guayaquil. “No había oferta, no habían realmente como que restaurantes grandes o bonitos como para comer la comida típica”, recuerda. Buscando replicar esa experiencia íntima y sabrosa de las huecas o la olla de su abuela, concibió un concepto que era, al mismo tiempo, tradicional y disruptivo.
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“¿Por qué no comer así como yo como? Es mi experiencia de llegar a las tradiciones, a los corazones”, reflexiona. Así, en 2016, nace la idea del Sartenazo: la fusión perfecta de moro con menestra y carne servida en un sartén de hierro, un guiño al cuchareo hogareño y a los sabores del carbón que, según ella, se estaban perdiendo.
MoroGrill abrió sus puertas al público el 2 de octubre de 2017, un mes que ahora celebra doblemente su cumpleaños y el de su restaurante. El Sartenazo rápidamente se convirtió en su plato insignia, un fenómeno que trasciende fronteras: “Hoy por hoy, no solamente en Guayaquil, también está en otras partes de Ecuador, y ha salido... hablan del sartenazo guayaco, y para mí, en verdad, es un honor, porque es un plato creado por mí”, cuenta.
Liderazgo femenino y resiliencia
Francesca ha demostrado una notable resiliencia como empresaria, especialmente durante la pandemia, un momento que, paradójicamente, usó para crecer: “La pandemia a nosotros nos ayudó a crecer... yo como médico sabía que eso iba a durar mucho tiempo, y tenía que hacer algo para poder resistir”, detalla. En ese periodo, incluso fundó la Asociación de Restaurantes Guayas para ayudar a su gremio.
MoroGrill, que emplea a 33 personas, es una empresa con claro enfoque de género: el 65% de su equipo está conformado por mujeres, y la empresa se enorgullece de ser una “familia”, celebrando ya más de ocho “bebés MoroGrill.”
“Yo soy como que digamos la parte creativa, la cara bonita de la marca, pero ellos (el equipo) son el motor y el corazón principal de mi local,” confiesa.
Sus valores de liderazgo se centran en el propósito, la felicidad y la disciplina, asegurando que su equipo entienda que el cliente es el motor principal y que cuidar la empresa es cuidar su propio futuro.
El sueño es cruzar fronteras
Actualmente con dos locales (uno en Guayaquil y otro en Samborondón), Francesca mira hacia el futuro con ambición. Su plan de expansión a corto plazo incluye llegar a Quito y Cuenca, esta última por su “vitrina de turismo internacional”.
Su visión, sin embargo, es global. “Mi sueño en realidad... es poder llevar la marca a otras partes, a otras ciudades, y a otros países, para que conozcan de qué estamos hechos los ecuatorianos,” afirma.
Piensa en mercados como España (Barcelona o Madrid) y Estados Unidos (Nueva York o Florida), enfocándose en donde la cultura y las familias ecuatorianas ya tienen raíces profundas.
Para ella, la clave es mantener la autenticidad y el sabor de hueca. “Creo que la gente quiere, merece los sabores tradicionales, ya, de hueca. Por ejemplo, el arroz con menestra y carne tiene más de 300 años comiéndose en Guayaquil”, relata.
Su alma de ‘guerrera guayaquileña’
Al reflexionar sobre su propia historia, el mensaje de Francesca a otras mujeres es claro y universal: encuentra tu propósito.
“Mi consejo para otras mujeres y para todo el mundo: es que encuentres tu propósito, que una carrera no te define, un cartón no te define”, sentencia. “Si tú encuentras esa felicidad y te dedicas a eso, vas a ser exitoso indistintamente en donde estás. Hay que vivirla siempre al máximo y lanzarse“.
La historia de Francesa es un testimonio vivo del espíritu “canchero, resiliente y camellador” que define a la madera de guerrero de Guayaquil.