Cuando pensamos en la economía, solemos imaginar bancos, fábricas, comercios o ministerios. Pero hay un motor silencioso que sostiene la vida de millones de personas y que pocas veces aparece en las estadísticas: el Trabajo No Remunerado (TNR). Cocinar, limpiar, cuidar a niños, adultos mayores o personas con discapacidad, comprar víveres o hasta organizar actividades comunitarias… todo eso tiene un valor económico gigante, aunque nunca llegue como depósito al bolsillo.
PUBLICIDAD
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) acaba de revelar en sus Cuentas Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares (CSTNRH 2019 y 2023) que este trabajo representó nada menos que el 21% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2023. Dicho de otra forma: si se pagara por esas tareas, el aporte sería de 24.964 millones de dólares, superando a industrias tan fuertes como el comercio (16,1%) y la administración pública (7,4%).

Una economía que late dentro del hogar
El informe del INEC es claro: el TNR no es un “complemento” de la economía, sino su base. Sin él, simplemente no habría posibilidad de que el trabajo remunerado se sostenga. Cocinar o cuidar a un niño no solo garantizan el bienestar inmediato, sino que también aumentan la productividad de las personas que sí reciben un salario.
El dato es revelador: por cada 100 dólares en sueldos pagados en 2023, hubo un equivalente a 58 dólares en trabajo no remunerado. En 2019 esa relación era de 55, lo que muestra que este aporte invisible no deja de crecer.
Las tareas que más pesan (y no aparecen en la nómina)
Si desmenuzamos la producción del TNR por actividades, aparece un gigante: los hogares privados con servicio doméstico, que concentran el 63,3% del valor generado. En esta categoría, la cocina se lleva la corona, pues el 51,3% del TNR corresponde a actividades culinarias.
Aquí salta una brecha que todavía nos acompaña: el 84,7% de quienes cocinan sin paga son mujeres, frente a un 15,3% de hombres. No es de extrañar entonces que, aunque todos disfrutamos de una mesa servida, la carga de trabajo recaiga en ellas.
Otras actividades clave son el entretenimiento y recreación (12,6%) y los servicios sociales y de salud privados (11,7%), que también dependen, en gran parte, de la entrega silenciosa de las familias.
PUBLICIDAD
Brechas de género: una deuda pendiente
El boletín deja un mensaje fuerte: aunque los hombres participan más que antes en el trabajo doméstico, la desigualdad sigue siendo profunda.
- En el trabajo doméstico no remunerado para el propio hogar, las mujeres aportaron el 75%, frente al 25% de los hombres.
- En la preparación y servicio de comida, la diferencia es aún mayor: 84,7% mujeres y 15,3% hombres.
- En el cuidado de miembros del hogar, ellas ponen el 72,7% y ellos el 27,3%.
El único espacio donde la balanza es un poco más pareja es el trabajo voluntario en instituciones sin fines de lucro, donde la participación es 59,3% de mujeres y 40,7% de hombres.
Esto muestra que, mientras las mujeres sostienen la vida cotidiana en los hogares, los hombres participan más en actividades comunitarias. Una pista cultural sobre cómo se distribuye aún la idea de “responsabilidad” frente al cuidado.
Un ahorro invisible para todos los hogares
Otro hallazgo impactante es el “ahorro” que significa el TNR. En 2023, el valor de este trabajo representó el 35% del gasto de consumo final de los hogares. Dicho simple: por cada 100 dólares que las familias gastan, hay un ahorro implícito de 35 dólares gracias a tareas que no pasan por el mercado.
Ese dinero invisible no está en ninguna billetera, pero hace que los hogares funcionen, que las niñas y niños crezcan, que los adultos mayores reciban atención y que la comunidad se sostenga.
Reconocer para transformar
El gran desafío ahora es que estos números no se queden solo en un boletín técnico. Reconocer que el TNR equivale a una quinta parte de la economía nacional debería llevarnos a políticas públicas que promuevan una distribución más justa entre hombres y mujeres, así como sistemas de apoyo que valoren y dignifiquen a quienes dedican su tiempo a estas labores.
Porque, si lo pensamos bien, la próxima vez que alguien limpie, cocine o cuide, no está “ayudando”, está produciendo riqueza. Una riqueza silenciosa, pero imprescindible.