En el dinámico epicentro de la moda guayaquileña, hay figuras destacadas no solo por el arte que plasman en las prendas, sino por la historia que hay detrás de ellas. En este vibrante escenario, donde cada diseño es una expresión de creatividad, la diseñadora Graciela Campuzano se alza como un referente inspirador de la resiliencia.
PUBLICIDAD
Reconocida por su estilo y dedicación, nos sorprende ahora porque ha redefinido el concepto de fortaleza. Hace apenas un año, la vida le presentó un desafío inesperado con el diagnóstico de fibromialgia, una condición que podría haberla doblegado.
Sin embargo, Graciela, con una fuerza admirable, ha transformado la adversidad en un poderoso motor creativo, demostrando día a día que es posible no solo sobrellevar los retos, sino florecer en medio de ellos, creando con pasión y regalando sonrisas a pesar de cada puntada.

Un sueño tejido desde la infancia
Durante un ameno diálogo en su taller ubicado en una plaza comercial de vía a la Costa, Graciela compartió detalles importantes que han marcado su vida. Su conexión con el mundo de la moda no es reciente; es una vocación que la acompaña desde sus primeros recuerdos.
“Desde siempre quise ser diseñadora. Desde siempre me rodeé en el mundo de las telas”, revela con una sonrisa. Sus juegos de niña no eran los convencionales; con papel periódico y agujas, creaba patrones para sus muñecas de papel, cosiendo a mano, un arte que le fue transmitido por su abuela y su madre.
“Mi mamá, uno de los primeros regalos que me dio fue una máquina de coser de juguete, pero que prácticamente cosía”, rememora, trazando la línea invisible que la llevó a tener su propia marca y tienda.
El camino no fue fácil. La sociedad a menudo menospreciaba la profesión de diseñadora. “A las diseñadoras por lo general te catalogan como costurera. Y tus padres te dicen, eso no es una profesión”, comparte Graciela sobre los prejuicios que enfrentó.
PUBLICIDAD
Pero su convicción era inquebrantable: “Si tú estás segura de lo que tú quieres hacer, de lo que tú quieres lograr, y el objetivo y las metas que tú te trazas, sigues en esa línea”.

Esta tenacidad la llevó a estudiar otra carrera, para luego sumergirse por completo en el sector de la confección, alcanzando el puesto de gerente de producción en una fábrica y logrando la máxima calificación como proveedor de calidad. Sin embargo, el anhelo de su propia marca persistía. “Luego de que pasé de ser gerente de producción, dije no, es hora de poner mi marca. Y empezar de a poco. Empezar de abajo”.
En 2015, con su liquidación laboral como único capital, y priorizando el registro de su marca, Graciela dio el salto. Su logo, una libélula, es más que una imagen; es un símbolo tatuado en su piel y en su filosofía de vida. “La libélula te inspira la elegancia y el ligero vuelo libre que tiene. Nuestra marca celebra la belleza del cambio, la autenticidad y la fuerza interior. La libélula es un símbolo de transformación y renovación”.
Para ella, representa “cambios, es renovación. Continuamente. Es creer en ti continuamente”.
La moda con esencia latina y alma personalizada
El taller de Graciela se estableció en casa, un refugio donde la creatividad toma forma. “Puse el taller en casa, conseguí una persona que me haga la moldería, que me haga muestras y empezar a hacer prototipos de escalados como para que la prenda te quede bien, le quede a todas las mujeres. Porque las latinas tenemos un tipo de cuerpo totalmente diferente”, explica. Confecciona desde la talla XS hasta la XL, y si una prenda no se ajusta, la personaliza. “Si tú vienes acá a mi showroom y no te quedó una prenda, yo confecciono tu medida”.
Su enfoque es integral: “Siempre tengo un asesoramiento integral. Desde el maquillaje al peinado, todo. Accesorios que pueden usar”. Aunque no incursiona en la alta costura, su especialidad es la ropa “urbano chic”, versátil para diversas ocasiones, desde una salida nocturna hasta un cóctel.

La fibromialgia: un desafío que fortalece el espíritu
La conversación toma un giro personal cuando Graciela aborda su diagnóstico de fibromialgia. “Mira, es una enfermedad que afecta mucho, se puede decir, todo el sistema”, describe. La pregunta inevitable surge: ¿cómo lidia con esta condición y mantiene su ímpetu creativo?
“Cuando yo hablé con el reumatólogo que fue el primero que me diagnosticó fibromialgia, yo le dije, doctor yo no tengo esto, y me dice, mira Graciela, esta enfermedad no es como la artritis, no es como el lupus, es una enfermedad muy joven porque tiene 30 años, máximo 40 años, pero no ha sido investigada”, relata. A pesar de la incertidumbre médica, Graciela encontró una perspectiva diferente. “Tengo tanto, en la vida, tanto que agradecerle a Dios, que hasta le agradecí mi enfermedad, le dije Dios gracias, porque me das una enfermedad que no es degenerativa”.
Reconoce que hubo un “antes y un después”. Si bien el diagnóstico inicial no la impactó de inmediato, el peso psicológico llegó después. “Me bajoneé después, ¿por qué? porque a veces uno psicológicamente sientes como culpa".
Sin embargo, su “vocecita” interior le recordaba: “Tienes que salir adelante, tienes que seguir tus proyectos, tienes que ponerte tus metas cortas y largo plazo, no puedes dejarte vencer porque la enfermedad llegó, tú ábrele las puertas, ya llegó, te tocó abrir las puertas”.
Vivir con propósito, a pesar del dolor
Graciela no esconde que vive con dolor. “Mi esposo me dice amor, yo no sé cómo tú haces cómo puedes estar con dolor y yo le digo me tomo la pastilla, me entretengo, a mí me apasiona lo que hago entonces me olvido”, confiesa.
Ha aprendido a adaptar su rutina, programando citas médicas y encuentros con clientes a partir del mediodía para mitigar los efectos del insomnio y la fatiga que a menudo acompañan a la fibromialgia.

Su fuerza de voluntad es asombrosa. A pesar de la enfermedad, juega pádel dos horas, va al gimnasio y se mantiene activa. “El doctor me dice, una persona que sufre de fibromialgia no puede jugar pádel, usted lo que puede hacer es yoga. Le dije doctor yo puedo lo que quiero lograr”, desafía con determinación.
Su capacidad para superar el dolor la lleva a reconocer: “Es increíble cómo los seres humanos tenemos la capacidad de vencer y de superar cualquier obstáculo cuando queremos, cuando lo queremos, querer es poder”.
Incluso con dolores intensos en la espalda que la han obligado a inyectarse, Graciela no claudica. “Yo no dejo de venir acá”, afirma. Su asistente, Arianita, es un apoyo crucial, ayudándola en tareas que pueden ser limitantes, como alcanzar objetos en altura o planchar prendas.
Un mensaje de esperanza y acción
Graciela Campuzano tiene un mensaje claro para aquellas mujeres que, aun estando físicamente sanas, se sienten estancadas o enfermas por diversas circunstancias.
“Yo me visto, me arreglo, yo me hago mis propios peinados, yo me maquillo, voy a jugar pádel, no me puedo perder el fin de semana sin estar con mi abuelita que es mi madre, no puedo estar sin estar con mis nietos en familia”.
Su vida es un recordatorio constante de que la justificación para rendirse, incluso en su caso con una enfermedad crónica, no es una opción cuando se elige vivir con propósito. “Obvio que ha habido días que sí he dicho mi cuerpo tiene que descansar y ese día descanso pero descanso media jornada”, puntualiza, mostrando que el equilibrio es clave, pero nunca la inactividad total.
Graciela es un faro de inspiración. Su historia no es solo la de una diseñadora de moda, sino la de una mujer que, con cada puntada y cada paso, teje un lienzo de esperanza, demostrando que la verdadera belleza reside en la fortaleza del espíritu y la capacidad de sonreír a pesar del dolor.
Su vida es una oda a la resiliencia, invitándonos a recordar que cada mujer tiene una historia, y el poder de escribirla con sus propias manos, sin importar los desafíos que se presenten.