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“Mi hijo no quiere comer”: Si este es tu caso ¡lee aquí!

 Imagen foto_0000002220150622092831.jpg Una de las situaciones que nos genera más desesperación en la relación con nuestros pequeños es cuando no quieren comer; tanto así que muchas mamás se sienten responsables de la situación como para decir: «no ME come» . Como si nosotras nos pusiéramos en juego en este gesto, y como si para ellos dejáramos de tener relevancia con el rechazo a la comida.
Y claro, el primer lazo que disfrutamos con ellos es el de la alimentación, mediante ésta generamos el primer vínculo de amor y de soporte emocional (la lactancia). Sin embargo, es importante que la situación la intentemos mirar con tranquilidad para evitar dificultades que podrían generarse por la tensión y la angustia que provoca. La primera vez que nuestro hijo no quiere comer, o rechaza un alimento, lo tomamos como una situación difícil pero nos bancamos sus vicisitudes; el problema se desencadena cuando se hace recurrente. Te das cuenta que no le gusta el choclo ni el arroz, no come verduras ni frutas, etcétera, mientras todo el entorno te susurra que todo esto (que no come) es lo esencial para su desarrollo, crecimiento y salud. Obviamente nos sentimos culpables, malas madres, poco capaces, y estamos a punto de colapsar. Tranquilas, eso es lo más importante es este proceso de motivar a los niños a alimentarse.
Primero, debemos diferenciar si nuestro hijo no come porque está enfermo o por algún mal hábito. Cuando los niños están enfermos se notan decaídos, no quieren jugar, se ven molestos y suelen llorar sin estímulo aparente. Si nuestro hijo no está en esas condiciones, nos quedamos tranquilas y podemos gritarle al mundo que no come «de todo» porque está recién generando el hábito alimenticio –que parte a los 6 meses– y que nos tomaremos con calma y tiempo la tarea de la consolidación de éste, para no generar ansiedad en ellos que posteriormente podría acarrearles algún trastorno alimenticio. Pues claro, si la respuesta a la negativa de nuestro hijo a comer es violencia (física o emocional), éste podría llevarse a la adultez este sentimiento y asociar la comida a situaciones incomodas o ansiosas, deviniendo en patologías como obesidad o anorexia, entre otras.
Entonces, es importante que estemos tranquilas frente a la inapetencia de nuestros hijos y los acompañemos con cariño, comprensión y paciencia (la «ciencia de la paz» dicen por ahí).
Debemos establecer una rutina, con horarios y lugares que sean comunes a la hora de la comida. Si bien hay sabores que pueden no gustarle, probaremos con alternativas a éstos. Seremos creativas; tenemos el don desde mucho antes, así es que debemos ponerlo en práctica: canciones, platos de formas interesantes, haremos formas con los alimentos (arvejas de ojos, zanahorias como nariz, etcétera). Todo para que la experiencia de la comida sea atractiva.
Desde mi experiencia es fundamental comer con ellos, tendemos a solamente «darles» la comida, y nuestros pequeños no nos ven comer felices. Entonces, si es posible, vamos a sentarnos con ellos, llenaremos nuestro plato ojalá con una comida similar y disfrutaremos del momento.
Lo fundamental es mantener la calma; si te sientes angustiada o tienes ganas de llorar cuando vas a darle de comer, es mejor que cedas el paso al papá o a algún familiar significativo que esté más tranquilo y pueda apoyarte. Ya que una actúa distinta, claramente, cuando se encuentra afectada emocionalmente, y esto lleva a dinámicas que podrían rigidizarse entre madre e hijo.
Es importante saber que, a veces, la inapetencia también se da por la falta de alguna vitamina o mineral, hierro o zinc. Por eso, en ocasiones, los pediatras recetan tónicos que contienen estos elementos.
Recapitulemos entonces:
Mantener la calma, tratar a los niños con cariño.
Establecer rutinas.
Presentar los alimentos de manera entretenida.
No obligar a comer (a ti tampoco te gusta que te obliguen a comer).
Consultar en caso de persistencia del síntoma.
*Jamás agredir a nuestros hijos física ni psicológicamente (esto acarrearía más problemas que un período de inapetencia).

 

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