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Rosácea: Qué es y las claves para mantenerla a raya

Enrojecimiento, bultos rojos, estallido de los capilares faciales, hinchazón y marcas en la nariz, son algunos de los síntomas –de menos a más– que caracterizan a esta afección de la piel muy común en adultos, que si bien no es posible curar, se puede mantener controlada.

 

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Por Francisca Cafati De Giorgis.

Sonrojarse con frecuencia puede ser considerado un signo de timidez; sin embargo, puede ser también una alerta que delata una enfermedad crónica de la piel: la rosácea. Como sus síntomas iniciales con frecuencia se confunden con una quemadura de sol, alergia o acné, muchas personas no se percatan de que sufren esta afección que, si no se trata a tiempo, puede agravarse. «Si el paciente se automedica o usa productos tópicos inadecuados, como jabón corriente, cremas grasosas que le tapen los poros o con alcohol o perfume, la rosácea va a empeorar», advierte el doctor Walter Gubelin, dermatólogo y director médico del Centro Dermatológico Skin Med. Es una patología que causa estrés y afecta la calidad de vida por la apariencia que puede tener cuando es severa. De ahí la importancia de que sea diagnosticada y tratada a tiempo por un especialista.

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«La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel del rostro, en que se puede encontrar diversa sintomatología como rubor paroxístico (flushing), enrojecimiento (eritema) facial persistente, papulopústulas (espinillas) y telangiectasias (pequeños vasos sanguíneos visibles en la piel). En algunos casos incluso puede afectar los ojos», explica el doctor Andrés Figueroa, dermatólogo de Clínica Avansalud y miembro de la Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (Sochiderm). Afecta principalmente a adultos entre 30 y 50 años, y suele presentarse con mayor frecuencia en mujeres de tez blanca. Es tan común que se estima que más de 40 millones de personas en todo el mundo la padecen.

IMPACTO SICOSOCIAL

La rosácea puede comenzar como un enrojecimiento en las mejillas, nariz o frente, el cual puede ir o venir. A veces puede comprometer el cuero cabelludo, orejas y ojos. Quienes la padecen frecuentemente experimentan escozor y ardor en la piel. Con el tiempo este enrojecimiento puede ser más persistente y comienzan a aparecer vasos sanguíneos visibles, pueden desarrollarse pápulas y pústulas (protuberancias y granos), y en casos muy severos puede hincharse la nariz y llenarse de granos por el exceso de tejido.

Sin importar el grado, lo cierto es que tiene un impacto sicológico negativo en quienes la sufren. Debemos considerar que «nuestra apariencia es nuestra carta de presentación. El cómo nos vemos y lo que deseamos proyectar de nosotros nos identifica y define. Por ende, si frente a nuestros pensamientos nos sonrojamos –como sucede con la rosácea– situaciones como hablar en público, enfrentar un conflicto o pedir un favor se pueden transformar en un verdadero desafío», afirma Constanza Zúñiga, sicóloga de Clínica Avansalud.

Está claro, la rosácea «afecta las relaciones sociales, familiares, amorosas y laborales, ya que se produce una mayor inseguridad, aislamiento, vergüenza, ansiedad, depresión y una serie de dificultades a nivel emocional», agrega la sicóloga Mónica López, especialista en sicología positiva, directora del Instituto del BienEstar y creadora de Sanarte.cl. «Existe un perfil de personalidad que tiende a tener altos niveles de autocrítica, inseguridad, perfeccionismo, autoexigencia, baja tolerancia a la frustración, una mayor necesidad de ser aceptado por los otros y, por ende, más tendencia a complacer y dificultad para establecer límites», agrega la profesional.

Por eso se recomienda que cuando la rosácea interfiere con las actividades cotidianas, la atención dermatológica esté acompañada de apoyo sicológico. Mónica enumera algunos aspectos que deberían abordarse:

* Disminuir el estrés y la ansiedad: Aprender técnicas de relajación, organización de horarios, trabajo en exigencias, aprendizaje para establecer límites que nos cuiden. Trabajo en gratitud, generosidad y autocuidado.

* Desarrollar autoestima positiva: Conocer fortalezas y desarrollar la «mejor versión de ti mismo». Si tú te valoras, es más fácil que te sientas más confiado y seguro en las interacciones con otros, además de poder desplegar lo mejor de ti. Trabajo en el perdón y compasión.

* Entrenamiento en habilidades sociales: Desarrollar habilidades comunicacionales y sociales que permitan la interacción fluida con otros, manejando asertivamente la curiosidad o juicios hacia la rosácea, desarrollando más confianza en sí mismos y en los demás.

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