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Por Angélica Salas
Pensando en este tema, no pude evitar acordarme de un personaje de la teleserie «Sucupira»: la «Olguita Marina». Mujer casada, enamorada y fiel, que cada cierto tiempo desaparecía de su casa, abandonaba a su marido con paradero desconocido y por tiempo indefinido, aduciendo que «le venían unos ahogos» que la hacían partir no más. Lo cierto es que la realidad está llena de casos no tan extremos, pero no por ello menos dolorosos.
Qué horror cuando todo parte con un «tenemos que hablar». A mí me han tiritado hasta las rodillas en esos expectantes minutos, seguidos de «estuve pensando que tal vez sea mejor separarnos por un tiempo, necesito pensar». Es como si estuviesen jugando «1, 2, 3 momia es» con nuestro corazoncito.
Esto de quedarse congelado en el espacio es un limbo difícil de sobrellevar que, sépanlo, debería tener sus reglas.
Veamos algunos casos de ambas partes, y la opinión de una terapeuta al respecto, que nos sirva para dilucidar si existe alguna especie de «etiqueta de los breaks».
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Sin ti me falta el aire. Y contigo… ¡también!
«Llevaba 3 años con mi polola, y sentía que me presionaba para que le pidiera matrimonio o que al menos nos fuéramos a vivir juntos. Yo estaba trabajando hace poco y en mi cabeza tenía la idea de irme de la casa de mis papás, vivir solo un rato y de ahí ver. No quería terminar con ella porque de verdad la amaba…, pero me tenía harto con tanta presión, y como que ese mismo comportamiento me sembró en la cabeza la necesidad de pedirle un tiempo. Le pedí 3 meses. Lloramos mucho, sufrimos. Pero el tiempo pasó y menos mal que lo hice, porque ahí me di cuenta que si bien la quería mucho, era principalmente acostumbramiento. Terminé finalmente con ella, y no me arrepiento para nada. Creo que hoy estamos mejor así», Fernando Palacios, 31 años.
Any Hutter, sicóloga clínica y terapeuta familiar de la Universidad Católica, con más de 30 años de experiencia, es categórica al referirse al momento en que se decide esta separación. «Antes de tomar una decisión como ésta, ojalá que la persona entienda que se corre el riesgo de que el break sea eterno. Hay que estar segura(o) que la relación no te está haciendo bien hoy, que hay falta de alegría, mucha rutina, sensación de ahogo y de no extrañar la presencia del otro», sentencia.
Ok. Efectuado ese diagnóstico, la especialista se refiere a las intenciones que motivan esta acción: «Hay gente a la que le cuesta cortar con el otro y usa este artilugio como un previo para justificar el deseo de irse de un modo más gradual, creyendo que podría resultar menos doloroso».
Podríamos decir que es una muerte lenta.
«Yo vivía una doble relación. Digo doble porque sabía que no íbamos para ningún lado, y él creía que sí. Él estaba más enamorado de mí que yo de él, entonces era bien evidente que se esforzaba mucho y yo sólo reaccionaba a todos sus buenos gestos. Era de esos tipos que se preocupaba de cada detalle: que mi comida favorita, que la flor, que los masajes…, como un geisho (¿existe eso?). Entonces me partía el alma pensar en todo lo que sufriría cuando terminara con él. Y ahí fue que usé esto de pedir un tiempo, echándome toda la culpa (‘no eres tú, soy yo’), para ver si así aplacaba un poco su tristeza. Pero entendió al tiro la verdad y fue él quien me terminó», Carolina Suazo, 28 años.
Pillín, pillina
Any Hutter explica que también «muchas veces se puede esconder un caso de infidelidad o necesidad de probar, de tantear otro tipo de relaciones, para luego poder comparar y así ver si lo que une es afecto o costumbre. Socialmente este comportamiento está más aceptado para los hombres que para las mujeres, si bien tiendo a pensar que ha disminuido esta diferencia, porque hoy ellas no están tan dispuestas a aceptar esos deseos de investigación in situ por parte del hombre. O también ellas se sienten con más libertad de hacerlo».
«A mí las veces que me ha tocado pedir tiempo, originalmente ha sido porque tengo dudas de si será la persona adecuada para mí. Cuando todavía no estoy seguro, cuando tengo motivos para terminar, pero no son suficientemente contundentes para dejar hasta ahí la relación. Creo que la idea es ver qué tanto se extraña: de alguna manera es como una prueba a uno mismo en la posibilidad de estar solo y ver qué haces con esa libertad. He tenido éxitos y fracasos, estos últimos al final se convirtieron en el primer paso para terminar la relación. También depende de la edad. Por ejemplo, si todos tus amigos están carreteando y tu relación se empieza a deteriorar, la alternativa de volver con tus amigos se hace atractiva. No necesariamente para un hombre un break significa meterse con otra mujer, y un touch & go no es un elemento que te haga evaluar si regresar o no a los brazos de tu novia en stand by», Miguel Escanilla, 37 años.
Si te pidieron un tiempo o pediste uno, y entre medio apareció una tentación, lo más honesto sería terminar la relación «madre», porque ya hay un tercero de frentón que en efecto hizo que la balanza se inclinara hacia el fin.
«Lo que no se debe hacer –continúa Hutter– es embalarse en otra relación, pues además de dañar a quien fue tu pareja por X tiempo, existen grandes posibilidades de generarse mucha confusión y sentimientos de culpa a uno mismo» aclara.
Y nada de andar empleando la frase esa «un caballero no tiene memoria» si el susodicho se metió con otra en estos minutos de congelamiento sentimental. La regla corre para los dos lados porque «no hagas lo que no te gustaría te hicieran».
Al finalizar el break, es importante sincerar si hubo involucramiento colateral, porque después de esto lo que se define es la continuidad o no de la relación, con un dato no menor que es la confianza hecha pedacitos.
1,2,3 momia…, ¿pero por cuánto tiempo?
Se supone que un break es tomar distancia para reflexionar sobre la relación.
Es un momento en que se debe evaluar qué pesa más en la pareja: si las cosas buenas o las malas.
Y hay que tener un cuidado extremo en esto de poner en la balanza, porque a veces, con el dolor de la separación temporal, una tiende a nublarse, a idealizar y/o satinizar, y a olvidarse de las partes perfectas o terribles que te hicieron pedir esta instancia.
«Se debe ser objetivo, porque a veces se empieza a extrañar igual. Pero aquí hay que tener ojo, porque lo que se echa de menos es la compañía y no el afecto, y por costumbre uno cae en esto» complementa Hutter.
La terapeuta especifica que el break se define como temporal, solo un período, y el tiempo lo debe definir la pareja en conjunto. Recomienda no más de 3 meses, porque ya después pasa a ser ruptura de frentón.
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