Cuidar tu piel no tiene por qué ser complicado ni costoso. Una rutina sencilla, constante y adaptada a tu tipo de piel puede marcar la diferencia en cómo se ve y cómo te sientes. Aquí te compartimos una guía práctica para empezar hoy mismo.
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Comienza por la limpieza: en la mañana y noche, lava tu rostro con un limpiador suave que respete el equilibrio natural de tu piel. Esto remueve impurezas, sudor y restos de maquillaje.
Luego, aplica un tónico o agua micelar para refrescar, seguido de un suero con beneficios específicos (antioxidantes, hidratantes o despigmentantes según tu necesidad).
No olvides la hidratación. Aunque tengas piel grasa, tu piel necesita agua. Usa cremas ligeras o geles hidratantes, según tu tipo de piel.
El protector solar es imprescindible cada mañana, incluso si no sales de casa. Ayuda a prevenir manchas, envejecimiento prematuro y daños por luz azul.
Por la noche, repite la limpieza y opta por tratamientos regeneradores o específicos para tus necesidades.
Recuerda: lo más importante es la constancia. Una rutina práctica es la que puedes seguir todos los días.
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