Colombia

#Opinión Locutores como el de Tropicana muestran por qué Colombia sigue siendo tan subdesarrollada

Los programas de la mañana reproducen con impunidad todo tipo de violencias, estereotipo e ignorancia y hablan de la pésima radio que se hace en el país.

“Muérete con tu presidente”: Locutor de Tropicana insultó en vivo a compañera de cabina y tildó a Petro de “bandido, narcotraficante” (Archivo y redes sociales)
“Muérete con tu presidente”: Locutor de Tropicana insultó en vivo a compañera de cabina y tildó a Petro de “bandido, narcotraficante” (Archivo y redes sociales)

Francisco Paco Ramírez es de esa especie de locutores de radio en Colombia que, como todos los dinosaurios que quedan en los medios y los colombianos están condenados a oír cada mañana, mantienen al país en subdesarrollo cultural absoluto.

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No solamente por su misoginia y sus abusos contra su compañera: al igual que muchos de sus compañeros, que se creen vacas sagradas en los medios colombianos, gracias a ellos más que desprestigiados, su desinformación, su poca argumentación y su poco profesionalismo han dejado a la profesión en el pasado y en su peor punto de reputación en Colombia, siendo replicante de caprichos ególatras, pero sin el deber de informar o aportar algo más a la conversación de un país que políticamente siempre ha merecido más, pero que gracias a ellos se mantiene en la ignominia y en la violencia en todo sentido.

No solo Tropicana: la radio de la mañana en Colombia es de la peor calidad existente

Se ven en las emisoras de todos los géneros. El inaguantable de Alejandro Villalobos, paquidérmico, quien generó violencias y estereotipos contra las K- Popers, por ejemplo, también es una prueba de lo que es la “radio juvenil” y todas las radios en la mañana: compendios de chistes machistas, misóginos, racistas y clasistas como forma de “sátira”, casi siempre con un humor barato, ramplón y mediocre, donde se sigue desinformando y generando imaginarios de un país que muy a su pesar, ha cambiado.

Pero para los dinosaurios (la mayoría hombres, aunque hay mujeres que no se quedan atrás en su pésimo ejercicio periodístico) es como si el país que votó por Petro, así les pese, que tiene minorías y colectivos que ya tienen voz propia, no existiera: para ellos todo parece de teflón.

Es por eso que pueden seguir insultando a sus compañeras, haciendo entrevistas la mar de mediocres y subestimando su inteligencia. Incluso acosándolas, como se vio con lo que pasó en Radiónica, que gracias a fuertes denuncias y a la presión de las redes pudo hacerse algo.

Pero esto no pasa en el periodismo colombiano actual, donde hay tantos de ellos que dicen y hacen cosas con impunidad y nada les pasa, a pesar de que muchos no confíen en ellos y los desprecien por faltar a su labor.

Hijos de su generación, jamás han hecho nada por actualizarse. Creen tener la última palabra, creen ser infalibles, cuando hay voces en Youtube, TikTok, y en los podcasts mucho más jóvenes o más lúcidas (generalmente ambas) que son mejores lectoras e intérpretes de una realidad tan compleja como la colombiana y que les han quitado el público que no tiene que condenarse a oir su racismo, su clasismo y su anacronismo, así como su mediocridad, todas las mañanas.

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Claro, también hacen lo que quieren. ¿No recuerdan lo que le pasó a Alberto Salcedo, el cronista denunciado por varias mujeres (esta servidora incluida) por acoso y abuso sexual? Lo premiaron con un programa de... radio, precisamente.

Ellos, los dinosaurios, que imprimen de sesgos, caprichos, abusos y ligerezas una profesión en la que muchos jóvenes aún caen incautos, porque saben que aportarían con su voz a una mejor construcción de sociedad. Y a un mejor ejercicio de una de las profesiones que alguna vez en Colombia tuvo algo de prestigio y orgullo, pero que gracias a ellos, sobre todo, sigue cayendo más bajo, como en un abismo sin fondo.

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