Chile

#12AñosNuevaMujer: Voluspa Jarpa, el pacto tácito de las mujeres

Con una sólida carrera, inclinada hacia la reflexión en torno a los traumas presentes en la historia reciente de América Latina, representará a Chile en la 58ª Bienal de Venecia, una de las exhibiciones más importantes del arte contemporáneo.

A Voluspa Jarpa la adolescencia le llegó en un momento donde se sentía extranjera. Vivía en Sao Paulo y miraba de lejos cómo en Chile se luchaba por llegar a la democracia. Ávida por sentirse parte en un proceso social que concentraba la atención del mundo, decidió venirse a estudiar a nuestro país. Postuló a Periodismo en la Universidad de Chile, pues sentía que era casi una utopía que sus padres le costearan una carrera en otro país, peor aún si era arte. Al enterarse de su opción, su madre, sorprendida le preguntó por qué no estudiaba arte, algo que hacía desde niña. Remó contra la burocracia universitaria y logró cambiarse de carrera. “Me ayudó a entender lo que realmente quería”, reconoce.

Siempre le gustó dibujar y pintar. Ya a los 15 años comenzó a estudiar en talleres. Con esa claridad llegó a Chile. Acá comenzó a abordar el arte y el trauma, temáticas que se cruzan. “El trauma es un problema de lenguaje, básicamente. Creo que la necesidad de denuncia y establecerla como método de justicia simbólica. Señala los límites de la justicia”, explica, refiriéndose puntualmente a la coyuntura del movimiento feminista, que remeció con fuerza todas las esferas de la sociedad.

Más allá del arte, hoy ve otras instancias que sirven para ampliar y explorar esa idea. Una de esas son las asambleas de mujeres que ocurrieron durante el mayo feminista, instancias donde las estudiantes podían compartir testimonios de una forma mucho más más cercana a la experiencia real que ante la justicia formal. Sin la exigencia de la prueba, ni la re victimización que ocurre cuando se repite una historia una y otra vez.” Las chicas ahora están ampliando el lenguaje”, destaca.

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Encuentra en la rabia un impulso creativo muy fuerte, lejano a lo paralizada que la puede hacer sentir la tristeza, especialmente, pues su trabajo se relaciona con la visibilización de procesos sociales e históricos difíciles. En esa misma lógica, encuentra a las mujeres creadoras capaces de administrar la rabia y la violencia, aclarando que de ninguna forma eso justifica que la sufran.

“Cualquier mujer, haga lo que haga, ha tenido que sortear la violencia para lograrlo, reaccionando sin paralizarse. Y tiene que ver también con la emancipación: una siente rabia cuando puede sentir rabia”.

Más allá de esa fuerza creativa, no le gustaría que otras pasaran por eso: “Preferiría que las mujeres en el futuro pudieran no vivirlo. Que pudieran enojarse por cosas que tengan que ver con la sociedad en general; no con el hecho de ser un grupo muchas veces mayoritario, pero desplazado”, enfatiza.

Del momento actual destaca no sólo las nuevas instancias de denuncia, sino que además la energía que se produce en los distintos encuentros entre mujeres. “Es como si estuviéramos haciendo un acuerdo de colaboración”, dice alegre, compartiendo que desde que quedó seleccionada para la Bienal, distintos grupos de mujeres se han juntado con ella para celebrar.

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