Chile

Juanita Ringeling: “A veces me cuesta mucho creerme el cuento”

Hace casi dos años vive en Los Ángeles, California, donde descubrió sus fortalezas y enfrentó sus mayores miedos e inseguridades. También se sorprendió con nuevos gustos, y ahondó más aún en el cuidado del medioambiente ¿Conoces su #desafíoceroplastico?

Hace casi dos años vive en Los Ángeles, California, porque cumplía con importantes requisitos: tiene mar, se habla inglés y existe una industria que le permite seguir desarrollándose en la actuación. No pudimos entrevistarla en su última visita al país, así es que tuvimos una profunda conversación telefónica. Juanita Ringeling (32) siempre ha viajado mucho, tanto de forma personal como por trabajo, pero nunca había vivido en otro país, y no quería quedarse con la intriga. “Me cuesta ver para adelante, entonces no había visualizado mi vida aquí. Hay días difíciles, pero en el balance general me siento muy agradecida, privilegiada de haber logrado vivir fuera del país, con sus pros y contras. En términos laborales estaba en un buen momento en Chile, y esto significó un frenazo actoralmente. Tengo que empezar todo de nuevo, pero me da espacio para hacer muchas cosas que antes no podía por tiempo”, reconoce.

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Además de asistir a audiciones y trabajar en proyectos personales, acaba de terminar la filmación de “Bubble”, un cortometraje dirigido por Vicente Manzano; recientemente fue nombrada embajadora de LA Waterkeepers y, junto a Ríos to Rivers, formó parte de la experiencia de intercambio entre jóvenes del Baker y Pascua, y del río Klamath.

En su corta visita a Chile, no paró: filmó el piloto para un programa de viajes con la misma productora con la que hizo “Carnaval”, de 13C; se presentó con la obra “Conejo blanco, conejo rojo”, en Teatro Mori Parque Arauco, y grabó dos campañas publicitarias. Así, no se detiene, va y viene. ¡Qué afortunada! “Hay una presión social súper fuerte. Mi familia y amigos me preguntan mucho por qué me fui. Algunos me preguntan de quién me enamoré, y yo les respondo ‘¡de nadie!’. Estoy acá porque decidí mudarme y todavía siento que no cerré el círculo como para devolverme”, confiesa.

¿Te sientes más libre en Los Ángeles?

Sí, acá me siento más libre en muchos sentidos. En Chile estoy más armada, tengo mejores conexiones porque llevo diez años trabajando, tengo a mis amigos, mi familia. Pero acá he podido descubrir muchas cosas de mi misma que, cuando uno está en la vida frenética de trabajar sin parar, y además con una familia súper achoclonada, no tienes tiempo, no te das espacio para la soledad. En Los Ángeles he descubierto qué cosas me gustan, como que amo el desayuno por sobre todas las cosas (ríe). He tenido más tiempo para leer, para investigar, volver a escribir; más tiempo para trabajar en diferentes causas sociales y medioambientales. No solo colaboro, sino que me he involucrado profundamente con ellas. Todo esto me ha hecho poner en una nueva cadena de prioridades las cosas.

¿Y cómo queda el ego después de andar casting tras casting? ¿Te has cuestionado mucho?

Mudarse es redefinir el ego, el “yo”. Cuando se llega a un lugar donde tienes que presentarte desde cero, uno descubre qué es lo que sale de uno. Con tus amigos de toda la vida uno es quien es sin mirarse ni cuestionarse mucho, pero acá es como una nueva presentación en sociedad. Uno se da cuenta cómo te das a conocer, qué capturan de ti. Ha sido increíble mirarme desde afuera, desde estas nuevas miradas. Por otro lado, en términos laborales, en mi carrera uno trabaja muy compenetradamente con el “yo”, y empezar a hacer audiciones en un idioma que no es el mío, en una industria que desconozco, con negativas frecuentes, que quede en la terna final para finalmente no quedar, te hace replantearte millones de cosas. ¿Qué tan buena soy?, ¿debería hacer otra cosa? ¿No es este el idioma? El trabajo con mis inseguridades, que siempre las he tenido, se ha manifestado de manera mucho más profunda.

Qué bueno que lo digas. Uno piensa que alguien como tú, regia y talentosa, no debe tener inseguridades.

De hecho, de las cosas que estoy trabajando es superar mis inseguridades, creerme el cuento. Tengo un asunto con el perfeccionismo con el cual hay que ser cuidadosa, porque te puede llevar a cierta insatisfacción casi crónica. Siempre pienso que no estoy haciendo lo suficiente, que no estoy dando lo suficiente. Al repetirte esto te vas convenciendo de que deberías estar haciendo algo más, logrando más. Así es que una de las formas en que lo estoy trabajando es desde la gratitud al universo por todo lo que me ha dado, pero también la gratitud por lo que he logrado… Agradecer. Las cosas no son sólo suerte, el lugar donde estoy ha sido por trabajo, y a veces me cuesta mucho creerme el cuento. Siempre me he definido por el hacer, me pregunto cuántas cosas estoy haciendo.

Allá vino el cambio.

Cuando llegué a Los Ángeles me di cuenta que tenía que definirme por el ser y no por el hacer. Lo que he logrado hasta el momento no es por suerte ni coincidencia, he sido muy machaca toda la vida, pero tengo el miedo constante de que no voy a lograr nada más, porque siempre quiero estar haciendo mucho. Eso estoy aprendiendo a balancear, a definir quién soy, a controlar la inseguridad, mirar el futuro con menos ansiedad. ¡No es un camino fácil!

No es fácil y dura toda la vida. Me da la sensación de que muchos están en eso…

Es que es importante trabajarse espiritualmente, hacerse preguntas. Al trabajar tanto, estar en muchos proyectos, que sigo haciéndolos porque no podría vivir sin ellos, uno tiene la falsa sensación de que la vida está sucediendo y que uno está a su ciento por ciento, pero no necesariamente. Es bueno detenerse, revisarse. Me hizo bien volver a escribir. En eso estoy ahora y desarrollando el músculo de la gratitud, ser agradecido siempre.

¿En estos dos años surgió la urgencia de agradecer?

Siempre he sido agradecida de la vida, de caminar por el bosque, de surfear, de mi familia, pero tengo una tendencia muy fuerte a deprimirme, aunque no lo parezca, y es difícil lidiar con eso porque los bajones de energía te inhabilitan un poco. Parte de mi miedo de estar sola acá, después de vivir seis años en pareja, era cómo iba a lidiar con mis etapas más depresivas, con mis bajones, y lo he sorteado súper bien y es en parte por forzarme a que la gratitud esté sobre todo. Siempre soy agradecida, pero cuando estás deprimida cuesta verlo. Después viene además culparse por no estar agradecida. Trabajar la gratitud ha sido una buena forma de lidiar con esta tendencia a la nostalgia.

¿Has tenido la necesidad de ir a un especialista por estos periodos depresivos?

He tenido pasajes muy oscuros en mi vida donde he tenido que hacer terapias. Hay momentos en que he lidiado mejor con esas situaciones, y en otros he tenido muchos ataques de pánico, entre otras cosas, y ha sido difícil, pero hoy lo tengo súper manejado y me pone muy contenta.

¿Te ha ayudado tener mayor conciencia de cómo nos alimentamos, del medioambiente?

Mi conexión con la naturaleza, que viene desde siempre, es en parte mi gran fortaleza. Esta gratitud, todo lo que me mueve en términos medioambientales, sociales y alimenticios, es mi forma de devolver los momentos felices que me ha dado la vida. Por ahí me metí en los temas alimenticios, porque la producción de alimentos, la agricultura, creo que es lo que nos puede salvar o aniquilar como seres humanos en este planeta. Quiero ser una consumidora responsable. Somos una sociedad empoderada que marcha por miles de causas, levantamos la voz por nuestros derechos y sueños, usamos las redes sociales para criticar a los empresarios, políticos, leyes, etcétera. Pero la parte que nos toca a nosotros, que se relaciona con nuestra forma de consumir, pareciera que nadie está dispuesto a cambiar.

¿Qué hacemos?

La forma de devolver, de ser lo más crítico y responsable, es siendo un consumidor informado y dejar de darle espaldarazos a empresas y cadenas de producción nocivas. Buscar alternativas, apoyar las iniciativas que promueven la economía circular. En general no estamos dispuestos a cambiar los hábitos, y esa es mi cruzada.

Has hecho grandes cambios: disminuiste el uso de plástico y tu alimentación también cambió; casi no comes carne.

Estoy en un proceso por intentar ser consciente de mis hábitos, saber a qué cadena de producción le doy mi plata. Un tema son los desechos, los residuos que deja lo que uno compra, pero también importa saber cuál es su huella anterior y qué pasará cuando lo deje usar. El objeto consumido no existe sólo desde que llega a mis manos, y la basura no desaparece cuando se la lleva el camión. Lo otro tiene que ver con los alimentos; me pregunto de dónde vino, que hace en mi cuerpo y en el medioambiente.

¿Qué barreras encontraste?

¡Hay un periodo donde pareciera que no puedes comprar nada! Pero también te das cuenta de que puedes vivir con mucho menos. Nunca he sido consumista, pero en términos alimenticios uno puede tener mucho menos. No vivo cero plástico, pero ahora soy muy consciente de la basura que genero (se acerca a su basurero mientras hablamos); no la boto hace una semana, y tengo cuatro cosas. El resto está en el reciclaje y el compost, que lo llevo a un centro de compostaje que está cerca de mi casa. He reducido mucho mi cantidad de desechos. Además, las cosas que compro, trato de saber de dónde vienen; por ejemplo, las verduras las compro a agricultores locales que no ocupan químicos ni pesticidadas. Intento comprar local, a granel y con ingredientes sanos para mí y el medioambiente.

Se habla del capitalismo verde. ¿Debemos tener cuidado con comprar todo lo orgánico, los súper alimentos, el marketing?

Sí, creo que hay que tener mucho cuidado. Hay mucho green washing, y tampoco hay que crear estas necesidades falsas de un aparente mundo más verde o sustentable por consumir este súper alimento o súper ingrediente. Mientras más comida cruda tengamos como base de nuestra alimentación, es mejor. ¡Más comida local, de la estación y sin empaque! Tengo menos desechos porque casi todo lo que está en mi refrigerador son verduras y frutas.

Azúcar no consumes…

No consumo hace mucho, y no me hace nada de falta. Es difícil cambiar los hábitos, pero una vez que los cambias es muy fácil. ¡Somos animales de costumbre! Además, el dulzor se encuentra de forma natural y deliciosa en muchos productos, uno no necesita comer productos empaquetados o procesados todos los días. Por supuesto que algunos días sí, muchas veces uno está corriendo y necesita algo rápido. Bueno, de hecho por eso hicimos unas barritas de cereal llamadas Soul Bar. Estas barritas partieron porque estaba cansada de dar vuelta las etiquetas, sobre todo de barritas vendidas como “saludables”, y que todos los ingredientes sean impronunciables o inentendibles. Lo encuentro muy injusto para todos, para Chile, que tiene el segundo mayor índice de obesidad infantil de Latinoamérica.

¿Qué contienen las barritas?

No quería ingredientes que se tuvieran que guglear para saber qué son; quería que los ingredientes estuvieran clarísimos. Nos fue difícil porque la mayoría de las barras, para preservarse, inflarse, tienen otros ingredientes. Finalmente logramos hacer tres versiones de estas barritas crudas, veganas. No tienen conservantes, aditivos ni colorantes, y tampoco azúcares añadidas. La receta está abierta en el envase y, de hecho, fomentamos que, si la gente las puede hacer en su casa, las haga (se venden en @fitbitechile, @aldeanativa, @allnutrition, @salcobrand).

¿Te gustaría seguir creando este tipo de productos?

Es un tema que me mueve, pero entre menos alimentos procesados existan, mejor. Obviamente la Soul Bar es una contribución para el país, porque nos alimentamos mal, pero sé que estoy generando un nuevo empaque, otra cadena de producción. Me gustaría seguir relacionada con la alimentación saludable, quizá en algo que tenga que ver con el fomento de ferias libres, promover agricultores orgánicos y locales, economías circulares…

Viajaste a Juan Fernández por un proyecto con NatGeo. ¿De qué se trata?

La comunidad del archipiélago, con la colaboración de NatGeo Pristine Seas (y previo apoyo de Oceana), fueron los grandes impulsores del Parque Marino en Juan Fernández, aprobado en enero pasado. En el marco de la proclamación de esta gran zona marina protegida, que es del porte de Italia, se me convocó a continuar con el #desafioceroplastico en la Isla. El desafío consistía en compartir mi propia cruzada para cambiar mis hábitos en relación con los desechos, y la invitación a quien quisiera sumarse. Sistematicé un poco el camino, explorando las barreras y entregando tips para hacer el cambio más fácilmente.

¿Funcionó?

Rápidamente se armó una gran comunidad virtual y el desafío tuvo notoriedad. Muchas personas quieren hacer cambios y simplemente no saben por dónde empezar, y para eso hicimos un conversatorio con la comunidad de Robinson Crusoe. Así que estamos trabajando en cómo implementar un manejo sustentable de desechos en la isla. Si bien se recicla un poco, el primer paso es disminuir lo más posible todo lo desechable, luego trabajar en reutilizar y luego, si quedan desechos, reciclar. Tenemos el sueño que Juan Fernández se transforme en un ícono de la sustentabilidad, y creo que es muy posible. ¡Todo el que se quiera sumar es más que bienvenido!

¿Te ves próximamente en teleseries?

La verdad es que no me visualizo en teleseries. Estoy barajando posibilidades, porque tampoco me voy a quedar aquí en Estados Unidos toda la vida, y tengo que analizar proyectos que me den más estabilidad. Las teleseries no son algo que me llame por ahora. Sí voy a estar en televisión, en un proyecto más grande; los proyectos de programas de viaje me entusiasman mucho porque son más míos de principio a fin, tengo injerencia en la ruta, guión, la edición, entonces me entusiasman mucho. Lo que sí quiero hacer es actuar… Echo mucho de menos actuar, así es que tengo que evaluar las propuestas y ver de qué manera es mejor volver, dónde, cómo. Tengo dos proyectos de teatro que estoy barajando, pero ninguno cerrado.

La industria de la televisión se ha visto envuelta en muchas polémicas. Personalmente, ¿te sentiste acosada en algún momento en el medio?

No, nunca me he sentido acosada o abusada. Tuve momentos en que uno dice “esto no está bien”, pero yo sabía dónde estaba y estuve dispuesta a ver hasta dónde quería llegar ese personaje. Tenía 19 años, sabía dónde estaba y claramente no llegué donde él quería. Como en toda industria, siempre hay alguna persona que puede generar una situación que no es adecuada en un ambiente laboral. Como mujer, he tenido la capacidad de decir “hasta aquí”.

Cumpliste 32 años hace pocos días, ¿la vida se va complicando o simplificando?

Más bien van cambiando las prioridades. Las cosas que antes te preocupaban ya no te preocupan. Siempre vienen otras preocupaciones o complicaciones, creo que la vida en sí misma tiene ciertas complejidades, pero hay que tener fe en que las cosas se solucionan de una manera u otra. Esa intensidad que se tiene a los 20 años, cuando se piensa que las cosas malas son el fin del mundo, cambia. Ahora uno sabe que pasan cosas terribles, que puedes pasar un pésimo momento, sentir mucho dolor, pero en el fondo sabes que va a pasar. Más que más simple, existe la convicción de que la vida sigue no más.

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