PUBLICIDAD
Dejar su huella en la historia, vivir una vida interesante, formar parte de algo grande, crecer y desarrollarse; en definitiva cambiar el mundo que les rodea, no sólo ganar dinero y “establecerse”, son las características propias de esta generación que hoy se toma el mundo para cumplir sus deseos más profundos. Razones pueden ser muchas: han sido marcados por importantes crisis económicas a nivel mundial, miran con poca credibilidad el actual sistema financiero y político, han visto a sus padres trabajar sin descanso por una casa y una forma de vida que no era tan ideal y que no comparten…
Son quienes no están dispuestos a trabajar 12 horas diarias durante 20 o 30 años en una misma compañía… ¡No! Salen a recorrer, enfrentar y conocer el mundo para crecer y desarrollarse; trabajan para vivir, no viven para trabajar. Inician negocios propios que pueden manejar desde un celular gracias a las tecnología y redes sociales que manejan a la perfección, o se asocian con amigos para emprender en lo que quieren. Con un perfil muy diferente al de sus precedentes, todos estos cambios son mucho más evidentes en nuestro género, el femenino, porque en este proceso quedan en el olvido modelos que marcaron a las generaciones previas, como el de madre y esposa, privilegiar a la familia y siempre a los demás, posponiendo los propios sueños e intereses. Salir al mundo obliga, al menos, a posponer por un tiempo esos roles.
Las millennials son las que optan por escapar de la ciudad, dejar familia, afectos y redes sociales para lanzarse al mundo a encontrarse consigo mismas, a trabajar por otros, a descubrir, a dejar la zona conocida de confort en pro de descubrir qué les depara la vida. El libro de Elizabeth Gilbert basado en su propia experiecia, “Eat, pray, love” (“Comer, rezar, amar”) –cuya exitosa versión fílmica protagonizó Julia Roberts– es un buen ejemplo.
Vivir por los sueños propios es la consigna de quienes han apostado por este tipo de vida. Como las barreras geográficas son cada vez menos limitantes, las posibilidades aumentan, y la facilidad de las comunicaciones les permite estar “permanentemente” conectados con todo lo que está pasando y el mundo en general.
Sin miedos
Solange Miller, coordinadora de psicología de Clínica Bicentenario, desde su experiencia ve que estos cambios de forma de vida se hacen cada vez más recurrentes. “En la consulta los pacientes generalmente se quejan de las condiciones laborales. Es decir, de bajos salarios, extenuantes horas de trabajo, estrés y de las pocas oportunidades de salir de vacaciones y de tener tiempo para si mismos. Por ello surgen otras alternativas, como los emprendimientos, que se presentan como una oportunidad de ser independientes, de organizar sus horarios a gusto, de poder vacacionar cuando desean y, por supuesto, de ojalá ganar más dinero”.
Sobre el desencanto del modelo laboral tradicional, explica que “se ha perdido el interés por estar largos períodos de tiempo en un mismo lugar de trabajo cuando no hay expectativas de surgir, mejoras en el salario, o porque simplemente no existe la oportunidad de desarrollo o crecimiento”. Como se trata de una generación fuertemente marcada por la inmediatez y los resultados, no hay lugar para el aburrimiento y el estancamiento. Se buscan y se hacen nuevas oportunidades y alternativas. “La búsqueda por hacer algo que realmente guste y satisfaga las expectativas es un motor importante y atractivo para esta generación, por lo que los jóvenes no tienen miedo a dar el paso y hacer cosas distintas”.
PUBLICIDAD
Como consecuencia de esto, formar una familia, por ejemplo, no es una prioridad. “En algunos casos, las personas y parejas se proyectan solas en el futuro. El objetivo de vida se centra más en viajar, emprender, cumplir sueños y metas, donde tener una casa propia e hijos no forma parte del plan. Lo más importante para ellos es crecer, desarrollarse y tener la oportunidad de cumplir sus deseos”, señala Miller.
Las mujeres se preocupan por ser profesionales e independientes. “No tienen ningún problema con proyectarse solas, porque hay más libertad para optar y elegir. La búsqueda de la felicidad ya no se centra en contar con un marido, hijos, casa, mascota y un auto, sino que en desarrollarse, crecer y poder decidir con libertad qué es lo que quieren hacer”.
Los investigadores subrayan entre las características de los millennials la falta de madurez, el individualismo, las altas expectativas, la confianza en sí mismos, una autoestima inflada y la necesidad de comodidad, pero también destacan rasgos como la capacidad de adaptarse a nuevas condiciones, cambiar de hábitat y de trabajo, crecer rápidamente y resolver varios problemas simultáneamente.
Claudia Díaz es publicista, tiene 27 años y cuenta que “rayó” cuando vio el filme de la Roberts, “Comer, rezar, amar”. Con la película terminó de confirmar que quería salir a conocer el mundo. Trabajó durante 1 año únicamente ahorrando para viajar. No fue a Italia, India y Tailandia, pero sí estuvo en Australia y Grecia, dos destinos que desde pequeña soñaba conocer. Fueron los dos meses mejor “invertidos”, dice. Conoció mucha gente e hizo amigos con los que mantiene contacto hasta hoy. Ahora se prepara para ir a trabajar en un crucero durante seis meses. Ese es su próximo objetivo: conseguir trabajos del tipo work and holiday, para viajar y conocer el mundo. No tiene ningún interés en seguir el modelo tradicional que sus padres le inculcaron incansablemente, sin éxito. “Todavía mi familia no se acostumbra, pero yo no transo. Quiero hacer y vivir mi vida como me parece. Además puedo hacerlo, soy joven y no tengo compromisos que me aten a un lugar determinado, y tampoco me interesan por el momento. Mis papás sueñan con nietos, pero casarme y tener hijos claramente no está entre mis planes”.
Vesta Lugg
Vesta (22) –quien acaba de lanzar el single “contigo”– decidió partir a buscar suerte, a internacionalizar su carrera como actriz y cantante. Defensora de la libertad de cada uno para buscar lo que quiere, cree que “el estilo de vida que me ha tocado, y que acompaña mis metas laborales, es de mucho cambio, de mucho movimiento. Además, desde muy temprana edad mis padres me han acostumbrado a moverme, me han hecho una mujer muy fuerte. Por lo mismo sé que muchas veces querer y poder no están vinculados. Puedo querer estar cerca de mi familia y amigos, y ser exitosa a nivel laboral, pero quizás en este minuto no puedo; sin embargo sé que eventualmente voy a tomar otros caminos que sí me lo permitan, pero en este minuto no. Eso está bien, hay que respetar los ciclos y procesos. Las mujeres privilegiamos nuestras metas laborales, y eso obviamente impacta en el tiempo que uno decide ‘sentar cabeza’ a nivel amoroso, de matrimonio e hijos. Creo que nuestra generación es soñadora, se percata de los errores que han cometido las generaciones pasadas, y queremos entregar un mejor futuro a las que vienen… No dependemos de otros para ser felices, no dependemos de factores externos; pueden influir y si uno quiere incorporarlos está perfectamente bien, pero debemos estar bien con nosotros mismos para encontrar esa felicidad”.