Chile

Mey Santamaría: “Mi objetivo es desinternalizar la mayor cantidad de niños”

Desde que nació su hijo Nicolás se focalizó en ayudar a los niños de nuestro país. Se convirtió en madre guardadora de “Chinito”, que ya se encuentra con su familia definitiva, y ahora recibió a Mía, una niña encantadora que espera a sus padres adoptivos. “No hagamos más minutos de silencio por los niños, ¡salgamos a gritar por ellos!”, pide.

Por Carolina Palma Fuentealba. 

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Cuando tenía 35 años decidieron con su marido, Philip Timmermann, que había llegado el momento de ser padres. No tuvieron éxito de forma natural, sí con tratamiento in vitro. Desde que se embarazó se convirtió en una abanderada de los derechos infantiles. Tanto que, además de eventos institucionales, ahora conduce «Guía Láctea», transmitido por el canal 47 de VTR, programa dedicado al universo de la maternidad e infancia. «No necesito fama ni estar en la cresta de la ola. Quiero comunicar información sobre lo que me gusta. Es el mejor trabajo que puedo tener», asegura Mey Santamaría (41).

La niñez de la conductora cubana se desarrolló rodeadas de amigos, encumbrando volantines y metida en el mar. Quizás por esas experiencias tan conectadas con el presente y la relación con otros, no quiere acostumbrar a su hijo Nicolás (3) a la tecnología. No le pasa teléfonos ni tablets. «Sólo en viajes le paso el tablet para que vea un capítulo de ‘Junior Express’ o ‘La Guardia del León’. Dejan muchas enseñanzas. Los niños son inquietos de por sí, por lo mismo juego mucho con él sin tecnología de por medio. Sólo puede ver televisión de 5 a 7 de la tarde».

Desde ya optaron por una educación poco tradicional. El Nico asiste a un jardín infantil dentro de un Colegio Montessori, donde le han enseñado a dibujar, cultivar, cocinar. Además acondicionó su habitación como pide este método: cuadros a la altura del niño, cama baja y pocos juguetes, para que aumente su imaginación. «Con los tablet no desarrollan su imaginación. Trato de postergarlo, al igual que el azúcar y la sal. Todos me dicen que soy bruja por no dejarlo comer golosinas, pero se vuelve un remolino imparable. Le doy galletas integrales sin azúcar que se llaman Stop Azúcar». Se considera una mujer muy afortunada por la familia que construyó y por el hombre que tiene a su lado. Porque no sólo comparten a Nico. Como familia guardadora –parte del programa Familias de Acogida Especializada, del Sename– ya entraron a su vida «el Chinito» y ahora Mía, de 7 meses y medio, una niña de pestañas gigantes y risa contagiosa. Ambos bebés se encontraban en centros del Sename, esperando ser adoptados.

¿En que momento surgió este tremendo instinto maternal?
Desde que nacieron mis hermanos, cuando tenía 9 años. Siempre he sido maternal con mis amigos, mi familia, mis hermanos. Soy de achoclonar en la casa, a los que se sienten solos los integro al grupo. En una de las terapias que fui a hacer antes de tener al Nico, un maestro me dijo que mi problema con la maternidad es que era mamá de mucha gente en esta vida, y no había espacio para otro hijo. Tuve que soltar a mis hermanos, a mis papás, a los amigos. Les dije que desde ahora debía adentrarme sólo en mí y centrarme con mi marido en esto.

¿Cómo recuerdas ese proceso?
Cuando comienzas a tener este tipo de problemas, uno suele irse para adentro, no lo comentas a nadie. Además existe una presión gigante y todos te preguntan cuándo vienen los hijos. Me di cuenta que me quedaba con una sensación súper amarga, y que la próxima vez que los viera sería lo mismo. Una vez nos preguntaron en una comida familiar cuándo llegarían los hijos, y les dije «no podemos tener, no lo estamos logrando». Inmediatamente solté la carga negativa que sentía. Muchas parejas se culpan unos a otros y se autodestruyen en el proceso de quedar embarazados. Nosotros decidimos que eso no iba a pasar, que nos íbamos a apoyar.

¿Qué pasó cuando comenzaron los tratamientos?
Estuvimos un tiempo complicados cuando nos hacíamos la (fertilización) asistida, porque no funcionaba, es un proceso súper en solitario. Empecé a hablarlo con todo el mundo y me empezaron a dar remedios, recetas. Hay que tener cuidado con los miedos, para que no se hagan realidad; al espantarlos con mantras o técnicas, empieza a fluir tu vida. Mientras buscaba el embarazo del Nico hice ho’oponopono, magnified healing, theta healing, y varios cursos de sanación energética. Hasta las 40 semanas de embarazo hice magnified para limpieza de cualquier karma y energía, y ahora lo hago cuando traigo un niño del Sename.

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También me hice acupuntura con Guacolda; desde que la conocí comencé a tener una calma tan grande y seguridad de que iba a quedar embarazada, que me ayudó mentalmente, me equilibró la energía y preparó mi útero antes de que me lo implantaran. Seguimos con sesiones para retener el embrión en el útero. Lo comenté en un matinal y tuvimos una unión con todos los que estaban sufriendo lo mismo. Cuando nació el Nico, teníamos más amor del necesario para una familia de tres.

¿Cuándo conociste este sistema de casas de acogida?
Cuando animé «Mujeres Primero» junto a la Janine (Leal), conocimos una campaña del Sename llamada «Donde caben dos, caben tres». Justo había visto un reportaje sobre la importancia del apego en la primera infancia, de cero a tres años, porque se forma la personalidad. El Nico tenía sólo meses, y postulé sin preguntarle a mi marido.

¡Decidida!
Sentía que tenía tanto amor para dar, y hay tantos que no lo tienen, que no me podía quedar en la zona de confort. El Nico duerme entre nosotros dos, y cada vez que lo iba a acostar, no podía borrarme de la cabeza la imagen de tantos niños solos en sus cunas, con la mirada opaca, la cabeza gacha, con movimientos y comportamientos de estrés a muy corta edad. Sentí la necesidad imperiosa de abrazarlos, tocarlos a todos. Como no puedo hacerlo con varios, tengo que ir de a poco, de a uno. Lo necesitan, lo merecen y es su derecho.

¿Qué dijo tu marido?
Tenía mucho miedo, como todos; yo también tenía miedo de lo que iba a pasar al momento de entregarlo. Es que uno se enamora, lo amas como si fuera tuyo. Cuando entregamos al «Chinito», fue un minuto mágico. Cuando mi primer hijo vio a su mamá, era como si la hubiese estado esperando.

¿Cómo se lo tomó Nicolás?
Al Nico siempre le comenté que íbamos a cuidar al «Chinito» hasta que sus papás vinieran a buscarlo, entonces siempre supo que era su primer hermano del alma. Le decía que sus papás venían en camino y que tenía que cuidarlo. Cuando vinieron los papás del «Chino» a la casa, el Nico sabía que eran ellos. Y desde ahí los papás hicieron un vínculo súper necesario, porque las familias de acogidas no somos incubadoras. Por lo mismo, es importante que en el área de adopción formen a las parejas que van a ser padres adoptivos, porque no es lo mismo sacar a un niño de una institución que viene con falta de afecto, a recibir a un niño fuerte, sano, que no trae dolores porque se ha criado en un hogar familiar.

¿Tienes relación con él hasta ahora?
Depende de los padres adoptivos; en este caso fueron muy generosos porque conocieron a mi hijo también. Algunos se preguntan si los niños extrañan a sus cuidadores, pero no, no nos extrañan. Es impresionante como ahora mi «Chino» es un niño lleno de luz, de amor, y está más grande. Cuando uno ama mucho a otro ser humano, quiere lo mejor para el otro, aunque ese no seas tú. Cuando ves que tu hijo es feliz, empujas tu ego y todo fluye. La familia de acogida te enseña el amor con desapego.

Cuando llegó el «Chinito» te dijeron que venía con problemas de aprendizaje…
Sí, los tenía. La gran mayoría de los niños que están institucionalizados vienen inmunodeprimidos. Tienen buena atención en cuanto a alimentación, aseo, pero les falta el contacto físico, los besos, las caricias, la atención personalizada. Muchas veces los niños de una institución vienen con retraso motriz o cognitivo. El «Chino» tenía un soplo al corazón que fue descartado al mes de estar con nosotros. La Mía traía un problema renal importante, ahora no lo tiene. Cuando llegó no se giraba, ahora se sienta y se gira.

¿Cuál es tu mayor crítica al proceso de adopción?
A la raíz: la ley de adopción. Es una ley obsoleta, dañina para los niños, donde los tiempos en que son estudiados para la susceptibilidad de adopción son muy largos porque no hay jueces específicos; son los mismos que ven otros casos. Actualmente se pide por ley que se investigue cuatro líneas sanguíneas; es decir, si no puedes tener a tu hijo por alguna razón, se les pregunta a los abuelos, hermanos, suegros… En eso se demoran meses, mientras, los niños comienzan a crecer. Y en Chile las parejas buscan guaguas.

¿No hay ningún avance en el tema?
Existe una ley que duerme en el Senado peor que la actual, ¡porque pide 7 líneas sanguíneas! Hay una lista gigante de padres adoptivos que llevan mucho tiempo en proceso, y otra lista gigante de guaguas esperando por padres. En Chile tenemos una deuda gigante con esos niños. Se suma la crisis de las instituciones, con los organismos colaboradores del Sename y el Sename mismo.

¿Estás de acuerdo con las críticas al Sename?
Me molesta que las autoridades estén preocupadas de buscar culpables, en vez de enfocarse en resolver el gran problema de la infancia. Y esto parte con una buena ley de adopción, para que los niños pasen rápidamente a un hogar donde se les dé cuidado exclusivo, y tener a jueces específicos para susceptibilidad de adopción. Me parece perfecto que se haga un despeje familiar, porque el día de mañana tienen que darse cuenta de que hizo todo lo posible para devolverlos a su familia de origen.

¿Van a seguir como familia de acogida?
Como madre adoptiva podría ayudar a un niño, pero como familia de acogida mi objetivo es desinternalizar la mayor cantidad de niños que esté en mis manos. No recomiendo ser familia de acogida a las parejas que no han podido tener hijos, mejor que entren al proceso de adopción, porque para ellos sería muy dañino.

¿Cuáles son los requisitos?
Pueden ser hogar de acogida parejas heterosexuales, parejas homoparentales, solteras que sean mayores de edad y tengan una situación económica estable. Se realizan entrevistas para convertirse en familia de acogida. Las FAE (Familias de Acogida Especializada), a diferencia de otros programas de familias guardadoras, es una institución que está pendiente de ti y los niños. Te entregan pañales, leches, el ajuar, y entre las familias nos vamos intercambiando cosas según lo que vayamos necesitando. Además de asistencia sicológica.

¿Es una solución convertirse en hogar de acogida?
Es un alivio, pero no somos la solución de los niños.

¿Por quién votarás en las próximas elecciones?
No me identifico con ningún partido político porque ninguno hace nada por los niños, pero estoy dispuesta a ponerme al lado y luchar hasta las últimas consecuencias con aquella persona que dé soluciones. Apoyo a la persona que ayude en esta gran deuda que tenemos con la infancia, indistintamente del color político que tenga. Los niños tienen derecho a vivir en familia, y eso se los estamos negando, como sociedad. Todos tenemos el deber de ayuda a la infancia que está totalmente abandonada. No hagamos más minutos de silencio por los niños, ¡salgamos a gritar por ellos!

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