Por: Carolina Palma F.
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En medio de una crisis vocacional, su padre, Cristián Campos, lo instó a continuar su carrera. Con cabellera abundante, barba y su amabilidad de siempre aparece Pedro Campos (28) en las oficinas de Mega. Forma parte del elenco de «Tranquilo papá» interpretando «Pablo García», un estudiante de Sociología líder de opinión y aferrado a las causas sociales, quien un día conoce a «Madonna» (Paula Luchsinger).
Esta teleserie muestra cómo un padre, interpretado por Pancho Melo, decide no costear la lujosa vida de sus hijos, una situación lejana de la vida real de Pedro. «En general mis papás no me dieron todo lo que quería. Aunque cuando los padres se separan existe una necesidad de ellos de suplir ese momento, creo que mi papá se preocupó de tener momentos con nosotros más que cosas materiales. El fin de semana nos quedábamos con él, y era puro relajo: comíamos exquisito, íbamos al Blockbuster a arrendar videojuegos. Mi papá era relajado, mi mamá más estricta», recuerda.
¿Qué hacías con tu papá en la niñez?
¡Muchas cosas! Íbamos harto de vacaciones a Brasil o México los tres (con su hermano Antonio), y esas etapas eran importantes para estar cerca. Siempre lo recuerdo muy presente, no cambió nada en absoluto cuando se separaron.
¿Y cómo describes su relación?
De confianza, nos conocemos harto, queremos saber en qué está el otro, percibimos cuando pasan cosas. Me gusta mucho ser parte de su vida cotidiana ahora que mi viejo está mayor. Aparte tiene a su mujer (María José Prieto), a la Julieta, que tiene 7 años, que es lo mejor de la vida. Trato de ser parte, de ir almorzar con ellos, de verla, porque también es importante, es mi familia. A veces por pega no puedo tanto, pero sé que tengo un rol que cumplir con mi hermana. Se hace necesario tener contacto con todos ellos.
¿Qué destacas de Cristián?
Es un tipo que nunca pierde el sentido del humor. En términos profesionales, independiente de cómo esté, mi viejo siempre ha amado lo que hace. Le encanta lo que hace y eso es una motivación para seguir adelante en este camino. A veces uno más chico tiene crisis vocacionales o existenciales, y ahí aparece mi viejo, que es un referente actoral y de vida, porque ha pasado por hartas cosas. Siento que he sido capaz de absorber los consejos que me ha dado desde niño, hasta cuando pasé por la escuela de teatro.
Lo admiras…
Lo admiro mucho en todo, y ahora que está viviendo otra etapa en su vida, es bonito ser testigo de eso. Tiene 60 años, una hija de 7, un proceso de crianza de nuevo, y parece admirable la fortaleza que tiene para afrontarlo. Cada vez que lo veo siento que enfrenta la vida con mucho positivismo, y esa energía me ayuda, es contagiosa.
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«Mi viejo siempre me ha inculcado terminar las cosas que uno empieza. Soy muy de dejar a medias, y él siempre me ha ayudado a recuperar energía y terminar todo. En la escuela de teatro tuve una crisis vocacional, y me dijo que me quedara porque era bueno. Me dice que me ponga objetivos y que piense que va a ocurrir. Me di cuenta que visualizar me ayuda mucho para que ocurran las cosas».

Se necesitarían varias páginas para hablar del clan Abumohor, sus negocios y vínculos con una parte importante de las empresas de este país. Pero nos centraremos en la familia de Martín Abumohor Carniglia, uno de los hijos de Ricardo Abumohor, cuya ascendencia llegó a Chile huyendo de la dominación turca a principios del 1800, sin hablar el idioma ni conocer a nadie. Sin embargo los Abumohor encontraron una veta comercial que los llevó a consolidarse como empresarios textiles, y más tarde en el mundo de la banca. No tenían ni los conocimientos ni la preparación suficientes, actuaron por intuición y la necesidad de sobrevivir, empezando con una tienda para luego llegar a ser dueños de una cadena de textiles a lo largo del país.
Martín y sus primos son la sexta generación, herederos de un verdadero imperio de la moda, pero también de una pasión futbolera que los lleva a ponerse la camiseta celeste de O’Higgins de Rancagua. El mérito del éxito empresarial lo atribuye a sus padres, abuelos y bisabuelos, y aunque confiesa haber nacido en «cuna de oro», desde pequeño aprendió lo que era el trabajo.
Hoy Martín es brand manager de Arrow, marca con una historia de 165 años en el vestuario masculino, 55 años en Chile y un prestigio ganado y conservado a punta de esfuerzo y dedicación. «Por lo general creo que es normal escuchar a los hijos que dicen ‘mi papá es el mejor papá del mundo’. Bueno, ¡mi caso no es la excepción! Lo siento como un ídolo, con sus virtudes y defectos, como todos los tenemos».

Interpretar al papá
En el montaje «Bulgaria», Vicente Iribarren (25) interpreta la vida de su padre, Mateo Iribarren, quien escribió su experiencia fuera del país y dejó en evidencia aristas que su hijo no conocía. De hecho, la primera vez que leyó la obra, no sabía que el personaje principal era su papá, y cuando decidió que quería interpretarlo, Mateo le confesó que estaba inspirado en él mismo (sólo el 17 y 24 de este mes, en Espacio Incluir).
Sus padres se separaron cuando él tenía alrededor de 5 años, y se quedó viviendo con su mamá y su hermano un año mayor. Hoy vive y trabaja con su papá, así es que se conocen mucho. «Somos súper apegados. Fue un proceso rico compartir la experiencia de interpretarlo, preguntarle qué le pasó en esa parte de su historia». Al igual que sus padres siguió la línea actoral, y pronto egresará.
«En un principio, cuando entré a estudiar, me sentía presionado por tener el mismo talento de mi papá. Era algo que me penaba, pero después empecé a dejar que pasara de largo. Cada uno es único, tienes que aprender cuáles son tus virtudes, y no me puedo comparar con mi papá. Creo que soy mejor en todo sentido (bromea). Compito con mi propia superación. Siempre hemos tenido una buena relación, súper abiertos el uno con el otro, nos contamos todo. En el ambiente del teatro está el carrete, y también compartimos en esas instancias. Es rico tener esa relación laboral y personal. Claro que tenemos diferencias de opinión de ciertos temas, nos mandamos a la cresta a veces, pero no pasa nada. Todo siempre fluye. Nunca se comportó como un padre castrador o severo, a mi papá lo considero un amigo».
¿Qué heredaste de tu papá?
Tenemos un sentido del humor súper negro, de la formación del Bufón Negro, la compañía que tenía mi padre hace tiempo. Crecí viéndolos actuar, y el sentido del humor nos une mucho. También me gusta la sinceridad con la que podemos hablar.
¿Qué talento de tu papá te gustaría tener?
Creo que el mayor talento de mi padre es la imaginación y escribir. Escribe todos los días, todos los días. Me gustaría tener su talento de la escritura, más que de la actuación.

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